Qué tiempos aquellos en los que mirabas a tu alrededor y solo veías a los de siempre, vecinos, amigos, compañeros…

Se viajaba mucho menos, eso también, por lo que la gran mayoría no se movía de su sitio para nada.

Ahora, sin salir de tu barrio, te cruzas con asiáticos, negros o blancos con otros colores. No te digo si coges un autobús urbano y vas de un lado a otro de la ciudad: los rasgos de las caritas, la forma de vestir y el lenguaje se sienten más al compartir un vehículo cerrado. Es un espectáculo. Debo admitir que me impresiona la serenidad con la que nos desenvolvemos, el respeto y la atención con la que compartimos espacio y asientos.

En el vagón de un metro la sensación es menos agradable por la falta de luz natural, la negrura de los recorridos por los túneles y porque la falta de higiene de algunos usuarios enturbia el ambiente. No es lo mismo el metro que el autobús urbano, ni siquiera la comunicación. El móvil es el que recibe las atenciones de muchos pasajeros, pero en el metro casi no se habla. En el bus, se escuchan más conversaciones de móvil y las charlas discretas entre la gente.

Nuestra España se nos llena de turistas y de inmigrantes. Parece que unos y otros se encuentran a gusto en nuestro país. Mientras, nuestros hijos y nietos no piensan en tener hijos. O no tienen dinero para crear una familia, o no tienen interés en estropear su vida con niños, sobre todo si se van a parecer a los monstruos de los hijos del vecino. Se nos han devaluado los niños, con lo deliciosos que son si sabes manejarlos.

Necesitamos de los turistas porque vivimos mucho de ellos. Necesitamos de los inmigrantes, porque nos faltan trabajadores. Necesitamos un gran esfuerzo de regulación para que todo funcione. Estas autoridades gubernamentales del estado que tenemos ahora están a otras cosas y, si algo funciona, es por la buena fe de la gran mayoría de españolitos.

No nos equivoquemos, señores ministros, ministras y demás. Y para mayor gloria, nuestros deportistas no dejan de hacernos regalos con sus éxitos y con su comportamiento fresco y natural. ¡Suerte en París , hijos de España!

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