Tras el maremágnum de declaraciones repugnantes y omisiones inexcusables de los máximos responsables políticos en la tragedia de Valencia es imprescindible recuperar la cordura para actuar con eficacia y la dignidad para poderse mirar al espejo.

Valencia no es el extranjero, no es una provincia francesa ni una marroquí. Son nuestros compatriotas y es tierra del Estado español. No tienen que mendigar ninguna ayuda.

El Gobierno del Estado se tenía que haber volcado desde el primer día, sin esperar un minuto, y con todo. Es lo que han comprendido los voluntarios de innumerables puntos de España tras ver la extensión de la catástrofe. Se han puesto en marcha y punto. ¿Por qué el Estado no?

Racanear una ayuda imprescindible y urgente revela una actitud de politiqueo canallesco y probablemente criminal en sus efectos. Los recursos del Estado existen, sólo hay que asignarlos y coordinarlos.

Por ello mismo, el Gobierno de la Comunidad Autónoma no tiene porqué abrir una cuenta para solicitar donaciones. Los impuestos se pagan para poder atender prioritariamente emergencias de esta índole. Y en España, a todos los niveles administrativos, nunca en la historia se han pagado tantos.

Por lo tanto, también a nivel autonómico los recursos existen y se deben reorientar con urgencia. Lo han comprendido con generosidad todos aquellos ciudadanos que desinteresadamente realizan donaciones para paliar las carencias más urgentes. Tanto más cuanto que Estado y Comunidad muestran una cicatería vergonzosa. ¿A qué se dedica el dinero que es de todos?

Ante una calamidad de este calibre han de primar las cualidades humanas en vez de las preferencias políticas, sean las que sean. También eso lo ha entendido la ciudadanía, viva donde viva en territorio español. Constatamos con estupefacción y asco que nada de todo esto se les ha pasado siquiera por la cabeza a los políticos de turno, ni a los cohibidos autonómicos ni a los inhibidos de ámbito estatal. Por eso deben dimitir. Todos.

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