Donald Trump celebra su victoria en las elecciones de Estados Unidos.

Donald Trump celebra su victoria en las elecciones de Estados Unidos. Reuters

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Rechazo a la política de la vergüenza

Javier Agud
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Escribo estas líneas un 6 de noviembre, con la victoria de Donald Trump en las elecciones de EEUU fresca en las cabeceras de todos los medios de comunicación. Leo que Trump habría ganado entre los (hombres) jóvenes, entre los inmigrantes, entre los negros, entre los trabajadores. Y creo que entre las muchas razones que puedan explicar esta victoria y que otros podrán describir mejor, una clave es la política de la vergüenza.

Hablo aquí de la vergüenza que las élites intelectuales dicen que debemos sentir por ser blancos, y oprimir y esclavizar o directamente exterminar históricamente a los negros y a las demás razas. Por ser hombres, y abusar de las mujeres y relegarlas durante siglos a papeles secundarios. Por creer en un dios o en otro, y no ser conscientes del anacronismo que eso representa. Por tener dinero, sea ganado o heredado, y disfrutar de lo que ello nos permite. Por contaminar, en vez de abrazar una revolución verde que no alcanza a todos. Por comer carne, y contribuir al maltrato animal y a esa misma contaminación.

Son temas todos ellos que parten de buenas intenciones, igualdad entre hombres y mujeres sin importar su raza o religión, redistribución de la riqueza para que todos podamos disfrutar de una calidad de vida aceptable, protección del medio ambiente y de los derechos de los animales. Creo que todos podemos estar de acuerdo en que son objetivos loables, por los que vale la pena trabajar. El problema viene de como se traducen luego en mensajes de máximas que convierten a unos en víctimas y a otros en culpables, por hechos que escapan de lo que podemos controlar.

En mi caso soy hombre y blanco, pero también homosexual. Tengo dos strikes en contra, pero parece que por la tercera característica me perdonan la vida. Y quiero hacer aquí un símil con las celebraciones del Orgullo Gay. De joven no las entendía, me parecían estrafalarias y excesivas, y no entendía que era eso del "Orgullo" que debía sentir.

Con los años, ha cambiado la forma en la que lo veo. Ese Orgullo que celebramos es, al menos para mí, el de tener la capacidad de decir: "Yo soy así, y no me avergüenzo de ello". No puedo evitar sentir atracción por mi mismo sexo, así que ¿por qué tengo que avergonzarme de ello? Hemos rechazado la culpa de ser como somos tras años de que nos dijesen que éramos antinaturales y se nos considerase como criminales por algo sobre lo que no tenemos control, y la hemos convertido en orgullo y en celebración exagerada pero poderosa.

Y creo que lo que hemos vivido con estas elecciones es ese mismo rechazo al relato de la vergüenza. La gente que ha votado a Trump está cansada de que se la criminalice por factores que escapan a su control. Eres hombre o eres blanco, por gracia de la genética. Eres creyente, porque así te han educado y has encontrado comunidad en tu religión. Tienes dinero o no, por las circunstancias de tu vida y las de tu familia. Coges el coche y contaminas, porque no tienes la suerte de vivir a diez minutos a pie de tu lugar de trabajo y el transporte público no está a la altura, o ya tienes una edad y el cuerpo no te responde como antes.

Y esta gente ha dicho basta, y en su rechazo a esta vergüenza que le hacen sentir desde ciertos sectores han votado al candidato que no conoce el sentido de esa palabra.

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