Tras tres intentos de asesinato y contra todo pronóstico, Donald Trump no sólo ha ganado las elecciones, sino que ha hundido al Partido Demócrata. Decimos contra pronóstico porque si la opción de Trump para la mayoría del pueblo americano es clarísima, su victoria no fue aceptada hace 4 años donde la sospecha más que fundada de fraude electoral que encumbró a Biden. Sospechamos que si no han repetido la jugada es por la apabullante mayoría republicana que hacía descaradamente difícil reproducir dicho fraude.

En todo caso, esto cambia el juego. 2030 está a la vuelta de la esquina, y me temo que Trump va a ser un obstáculo. Lo espero fervientemente. Soy consciente de que Estados Unidos, el imperio anglosajón definitivo, es antítesis de la Monarquía Hispana, pero es lo que hay y no queda más remedio que buscar algún resquicio de apoyo. Y ese es Trump. Los americanos son nuestros aliados obligatorios, por la situación contemporánea y porque nosotros no somos nada desde hace mucho.

Cobijados entre mantas enemigas, véase: OTAN, UE, EEUU…, organismos que provocan una muerte dulce en la Patria, nos queda una especie de esperanza en Trump, mínima y siquiera porque va a ralentizar los efectos del 2030, posponiendo el caos.

Son tiempos chungos, amigos. Donde el engaño entre “amigos” o “enemigos” funciona perfectamente en nuestra mente.

La clave es aguantar la propaganda y tener conciencia histórica en esta guerra permanente que es la vida.

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