Todos hemos leído que los altavoces inteligentes tan de moda en estos días nos escuchan. Google incluso ha reconocido que sus terminales escuchan el 0,2% de nuestras conversaciones de forma autónoma. Eso, obviamente, ha levantado muchas suspicacias sobre la invasión que esto supone para nuestra intimidad o cómo se puede usar esa información para guiar nuestros hábitos de consumo.

Pocos, sin embargo, han reparado en que el altavoz inteligente de Amazon, la ya famosa 'Alexa', está empezando a hacer pruebas para detectar e identificar con sus micrófonos lo que ellos mismos definen como "respiración agónica".

Ese pequeño avance -que también se está desarrollando en algunos teléfonos móviles de Apple y Samsung- permitiría reconocer que una persona está, por ejemplo, sufriendo un infarto y la propia Alexa alertaría a los servicios de emergencia reduciendo los tiempos de respuesta para evitar algunas desgracias.

¿Y qué tiene que ver esto con el autismo? Pues bastante más de lo que imaginábamos.

No hará ni un mes que Alexa llegó a casa en forma de regalo. De primeras lo usamos para lo que se usa normalmente: Alexa añade esto a la lista de la compra, Alexa pon un temporizador de tantos minutos, Alexa dime qué tiempo va a hacer o Alexa pon tal o cual tipo de música. Básicamente un juguete que no te soluciona la vida pero que te ahorra pasos como levantarte a apagar una luz o tener que buscar el móvil para conectar Spotify. Lo increíble fue lo que pasó a continuación...

En su manual de uso, Alexa explica que puedes pedirle que te cuente un cuento y, claro, tu haces la broma y se lo enseñas a tu hijo. En cambio, lo que ha comenzado con risas, evoluciona a la cara de asombro que se te queda cuando una mañana, al levantarte te encuentras a tu hijo con TEA jugando con Alexa a 'Simón dice'. Y se lo pasa bien, y sonríe y le pide más.

Pero ya no sólo es eso. Alexa se ha convertido en uno más de la familia para cosas tan necesarias como ayudarnos en el control de esfínteres. Y no tanto por el hecho de que usemos una alarma para recordarle a nuestro hijo que tiene que ir al baño. No, no, Alexa no es un intermediario. Alexa habla directamente con él. "Es hora de ir a hacer pis", le interpela llamándole por su nombre. Obviamente, él, que es obediente, deja lo que está haciendo y se va directo al baño.

Claro, todo lo anterior tiene sus efectos contraproducentes y uno de ellos se ha dejado notar en el colegio. Esta misma semana su profesora del aula de referencia nos contaba cómo se había enfadado con él (mientras se moría de risa por dentro). "Vete a por el cuaderno", le ordenó. "¿Dónde está tu cuaderno?", le dijo a la primera. "Te he dicho que traigas el cuaderno", a la segunda. "¡Vete ahora mismo a por el cuaderno", a la tercera. "No", respondió él. Y añadió: "Alexa, trae el cuaderno".

En cualquier caso, lo más sorprendente de todo es el día que en plena reunión de portada de EL ESPAÑOL suena mi teléfono con un mensaje en pantalla que indica que me está llamando la aplicación del altavoz inteligente de Amazon.

Mi hijo ha aprendido a decir 'Alexa llama a papá'. Y cada tarde me llama. En realidad no quiere decirme nada, él casi nunca dice nada de forma espontánea, pero sí quiere escuchar mi voz. Está en casa, con su madre y con su hermana, pero quiere escuchar mi voz. Y ahora ya no tiene que memorizar nueve dígitos, ni tiene que teclearlos o esperar a que haya línea. Ahora sólo tiene que decir 'Alexa llama a papá'.

La tecnología ya no llama a nuestra puerta. La tecnología ya está instalada en el salón de nuestras casas y puede ayudarnos mucho. A nosotros, de momento, ya nos ha conectado un poco más de lo que lo estábamos antes. Ojalá Amazon, Google y todas las grandes tecnológicas se den cuenta de la ventana que acaban de abrir y apuesten por desarrollos que puedan estimular aún más a nuestros hijos. Esto sí es evolucionar.

Síguenos también en Facebook y en Instagram.