Yo tenía un abuelo muy alto y de pelo algodonado. Por las mañanas solía encontrarle en la cocina frente a un periódico y una tacita de café humeante. El café lo tomaba a pequeños sorbos y el periódico lo leía con una lupa que ensanchaba su ojo azul. Parecía Polifemo. A su lado tenía una lata de pegamento, un pincel y unas tijeras muy afiladas para recortar, con sumo cuidado, aquellos artículos que le interesaban. Luego los pegaba en un álbum. En la estantería del pasillo almacenaba muchos de estos volúmenes en cuyos cantos registraba el año con unos números cuidados, de quien ha practicado con esmero su caligrafía.

A él no le interesaba la política, ni nada que fuera pasajero. Lo que le llamaba la atención era sobre todo el humor en las noticias reales. Algunos se han reído con Mafalda o con las viñetas de Forges. Yo, sin embargo, me sentaba en el pasillo, abría uno de esos legajos y lloraba de la risa. Mi abuelo era un serio coleccionista de noticias absurdas, un taxidermista de las ironías de la vida.

Quizá por su benéfica influencia inauguré una sección en mi programa de radio titulada 'Sextulia'. Es una tertulia en la que se habla de los artículos publicados en la prensa que tienen que ver con el sexo. Casi todas las noticias que tratamos son hilarantes. Para muestra, un titular: “La empresa ahuyentadora de amantes”.

Según cuenta este reportaje, en China hay una agencia matrimonial muy conocida llamada Weiqing que se describe ante todo como una asesoría convencional, con quince años de experiencia y más de 50.000 parejas entre su clientela. Hasta ahí todo bien. Lo curioso del caso es que desde hace un tiempo se ha especializado en un servicio que ya han emulado otras agencias y que, aseguran, tiene una enorme demanda: salvar matrimonios en peligro alejando a amantes molestas. “Cuando empezamos hace quince años -apunta el director-, el 80% de las mujeres que descubría una infidelidad pedía el divorcio. Ahora no se lo quieren poner tan fácil a la amante y regalarles a su marido. Quieren pelear por su relación y ganar”.

Una pareja china posa para su foto de boda en el parque Luoyang. / Reuters

Y están en su derecho, por supuesto. Para algo son las 'legítimas'.

¿Quién contrata este tipo de servicios? El cliente tipo es una mujer, entre los 40 y los 50, de posición desahogada (la tarifa por deshacerse de la parásita no baja de los 200.000 yuanes, es decir unos 30.000 euros). ¿Y quién hace el trabajo sucio? Las 'ahuyentadoras de amantes' son casi todas mujeres, ya que resultan más persuasivas y cariñosas. Operan ganándose la confianza de la barragana. ¿De qué manera? Haciéndose amigas, el viejo truco. A veces alquilan un apartamento y se hacen pasar por una vecina que sólo quiere el bien de su nueva amiga. Otras, les presentan a un hombre que les muestre un apasionado interés amoroso y se desviva en requiebros y regalos. También es posible que les ofrezcan una compensación económica a cambio de desaparecer de la vida del marido.

Y un dato más para hacernos una idea de la envergadura del asunto: en un día normal, la agencia Weiqing puede atender entre 200 y 300 consultas. Si nos fijamos en las estadísticas europeas, más de la mitad de las parejas estables han tenido una o varias relaciones extraconyugales a lo largo de su relación. Vamos, que todo apunta a que el negocio está asegurado aquí y en la China Popular.

Nuestros amigos orientales, en su afán de comerse el mundo, han encontrado una solución pacífica a uno de los problemas más comunes, delicados y con frecuencia peligrosos de los matrimonios. Lástima que todavía sea tan cara.