El sexo puede resultar más perjudicial para la memoria que el paso del tiempo. Hace unos días una mujer ingresó en el hospital de Georgetown completamente desorientada y con un vacío mental sobre lo acaecido en las últimas veinticuatro horas de su vida. Ni siquiera recordaba que acababa de tener un encuentro sexual con su marido. Los médicos llegaron a la conclusión de que padecía amnesia global transitoria, una dolencia que puede aparecer después de un orgasmo intenso, a causa de una insuficiencia de las válvulas en la vena yugular, cuya labor es la de conducir la sangre del cerebro al corazón. Por fortuna, se trata de una patología poco frecuente, y no se da dos veces en la misma persona.

Sin embargo, lo que sí es frecuente es perder la memoria después de un coito que preferiríamos olvidar. O incluso justo antes, cuando ya podemos prever que aquello va a ser un desastre. ¿A quién no le ha pasado lo de querer salir corriendo para evitar un embarazoso despertar junto a un desconocido o desconocida que en ningún caso se iba a convertir en nuestro gran amor, ni siquiera en uno pequeño?

Las razones de verse envueltos en tan incómoda situación pueden ser múltiples: la inexperiencia juvenil, una ingesta exagerada de estupefacientes, la infidelidad por venganza, una soltería mal llevada, la clásica noche tonta, no saber decir que no, cumplir los treinta (o los cuarenta, o los cincuenta), demostrarte a ti misma que tú también puedes salir a ligar...

Aunque hay una situación todavía más violenta. Pongamos que no hemos conseguido escabullirnos del enredo y nos hemos quedado a dormir junto a él, o junto a ella. ¿Qué pasa cuando amanecemos al lado de alguien de quien no recordamos el nombre? En este caso no se trata de una amnesia global transitoria, sino definitiva. Y es probable que sea este uno de los motivos por los que los calcetines casi siempre son impares en la colada.

Pero se puede caer más bajo. Quizá te ha ocurrido alguna vez ser tú el olvidado y escuchar eso de:

- Perdona, ¿cómo te llamabas?

O aún peor:

- ¿De qué nos conocemos? El caso es que tu cara me suena, pero ahora mismo no caigo...

No es nada imposible acabar incluidos en esa categoría fantasmal de personas que no dejaron huella alguna, ni tan sólo la del más elemental agradecimiento por los besos compartidos. Qué triste. En esto del sexo, por muy casual que sea, conviene mantener las mínimas reglas de cortesía. Como en todo lo demás.