Gesto de protección de una mujer semidesnuda. / Gtres

Gesto de protección de una mujer semidesnuda. / Gtres

Es Sexo

Sexo bajo llave

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La historia del cinturón de castidad es llamativa porque recorre los siglos hasta nuestros días amoldándose siempre a las necesidades de la sociedad a la hora de poner bajo llave nuestra sexualidad (y nuestro sexo). Se inventó en la Edad Media para preservar la fidelidad de las esposas de aquellos caballeros que partían a las Cruzadas sin fecha de vuelta. Ni seguro de vida. Pero la vida que el cinturón sí aseguraba era la de tantas mujeres jóvenes y hermosas, casadas con hombres viejos e impotentes que ante la menor duda las estrangulaban en nombre del honor. Una protección que ellas mismas pedían, igual que ahora algunas piden un burka. 

Más tarde, en la época victoriana, se empezaron a utilizar unos refinados cinturones como pruebas románticas de fidelidad o para evitar que las damas se masturbaran en la soledad de sus alcobas, ya que existía la creencia de que el onanismo era una práctica perniciosa que llevaba a la enfermedad y a la muerte.

En este siglo nuestro, disoluto y morboso, en el que las parafilias campan a sus anchas, el cinturón de castidad tiene una utilidad ya exclusivamente lúdica. Y si antes estaba destinado sólo a las féminas, ahora sus portadores son casi siempre esos varones a los que les van los azotes y otros humillantes y gustosos devaneos.

El sexo bajo llave se ha convertido con el paso del tiempo en un castigo que, en lugar de bajar nuestra libido, la eleva hasta niveles insospechados. Nos lo pueden confirmar los bomberos que, además de apagar fuegos, acuden a los servicios de urgencia para desatascar candados imposibles o recuperar claves olvidadas en el fragor de la batalla. Lo cual los hace todavía más sexis, claro. ¿Quién no estaría encantado de que un bombero te liberara? Dicen que los hay que tiran la llave al estanque adrede, para no perderse esta fogosa experiencia.

Gesto pudoroso de una mujer cubriéndose las ingles. /

Gesto pudoroso de una mujer cubriéndose las ingles. / Gtres

Cabe así mismo la posibilidad de que el cinturón de castidad se convierta en cinturón de seguridad. En el reino animal, por ejemplo, encontramos el caso del macho de la araña enana europea, el cual, tras aparearse, le coloca un tapón a la hembra para bloquear sus genitales y evitar así que otros depositen su esperma.

Entre los humanos también tenemos algún otro invento curioso y aterrador. En Kenia, después del caso de una mujer que seccionó el pene a su marido mientras dormía, han puesto a la venta un caparazón metálico con un aspecto bastante rudimentario que protege el sueño masculino de los ataques furibundos de las esposas celosas.

Y el caso contrario: un grupo de adolescentes suecas han diseñado un cinturón de castidad invertido en el que es el usuario quien controla el cierre o abertura del mecanismo. Pretende proteger a las mujeres de posibles violaciones y consiste en un armazón, colocado a la altura de la vulva, con dos jeringas neumáticas que inyectan colorantes de tatuaje y sedantes al violador. Esto detiene al depredador sexual de forma instantánea y lo tatúa permanentemente para una identificación más sencilla. Hay que ver lo listas que son las suecas. En su día fueron las abanderadas de la liberación sexual y hoy se protegen con inteligencia. Al fin y al cabo, siempre tuvieron razón. Libertad o constricción, pero consensuada. Y un justo castigo a quien no lo entienda.