Llevo semanas con ganas de escribir unas líneas sobre la película de Guillermo del Toro y, concretamente, sobre el contraste que existe entre sus tres protagonistas masculinos principales; los personajes que interpretan Doug Jones, Richard Jenkins y Michael Shannon. Aprovecharé ahora que ha sido la gran vencedora de los Oscars y que estamos en la semana de la huelga feminista. Ojo a los spoilers.

Giles

Permitidme que empiece con el papel de Jenkins, agradecidísimo. Es una versión avejentada del Salvatore Romano que interpretaba Bryan Batt en Mad Men, un homosexual que se enfrenta a su propio declive físico y a la discriminación social y profesional. De la película me entusiasma la magnífica forma en la que Del Toro evita sobrexponer, y cómo dibuja mucha historia con apenas un par de pinceladas.

La relación que mantiene con el personaje de Sally Hawkins es una de las piedras angulares de la película y dice mucho de la alianza que dos colectivos discriminados han mantenido durante años. Una especie de Will and Grace en una época mucho más triste.

El Anfibio

Doug Jones, que interpreta al Anfibio, aporta al papel su habitual contención extraterrestre. Mi mujer le comparó al salir de la sala con el personaje de Thane Krios en Mass Effect. Yo prefiero las comparaciones con el Abe Sapiens de Hellboy. En parte, porque también estaba interpretado por Jones, pero también porque era otra película de Guillermo del Toro.

Aprovecho para contar una anécdota bonita sobre Jones y la voz de Sapiens: el estudio obligó al director a que David Hyde-Pierce (el hermano de Frasier) doblase al espigado actor, pero después de escuchar su interpretación original se negó a aceptar crédito por su trabajo y a participar en la secuela o en las películas animadas.

El Anfibio es el motor de la película. He discutido con algunos amigos lo supuestamente inverosímil de que una mujer quiera practicar sexo con un individuo inteligente de otra especie. A mí no me parece peor que cualquier otra historia de sirenas, está infinitamente más justificado que mantener relaciones con Howard el Pato y hubiera merecido la pena aunque sólo fuese por el gesto por el que Hawkins define la retractibilidad de sus atributos. Similar, por cierto, a la de otros mamíferos marinos. Para colmo, el argumento de la película hace aún más viable la relación y te hace pensar en que Elisa podría ser una suerte de ligre.

Pero no dejan de ser polémicas absurdas. Si el Anfibio es importante es porque es una de las partes en la relación romántica protagonista. Y además retrata al único varón heterosexual con carga positiva de la película. No tanto por las características favorables que presenta sino por las negativas de las que carece. Es el buen salvaje de Rousseau y no descubrimos demasiado sobre él y su vida. Ésta no es la historia de la criatura de la Laguna Negra, es lo que pasa cuando encuentra el amor. 

Strickland

Lo que me lleva al que, para mí, es el auténtico coprotagonista de la historia, el agente Richard Strickland. Interpretado por un Michael Shannon en estado de gracia desde hace años, Strickland es un personaje magnífico en su complejidad y un caso de libro de masculinidad tóxica.

Si hoy decimos que el hombre vive una crisis de masculinidad es precisamente porque el tipo de machote al que encarna Shannon está en declive y otros modelos están sustituyéndolo. Lo mejor de cómo retratan el actor y Del Toro al personaje es que, en todo momento, le presentan como un individuo profundamente insatisfecho debajo de una fina capa de pintura.

Hablamos de una persona que basa su existencia en un eje de cumplimiento-recompensa y que orbita en torno a hacer realidad el sueño americano en todas sus facetas. Es alguien que leyó un libro de instrucciones de pequeño y que llegó a la conclusión de que, si hacía todo siguiendo las normas, conseguiría todo lo que se propusiera.

Shannon retrata de maravilla a un hombre que llega a casa y tendría motivos de sobra para ser feliz pero no lo es. Tiene mujer trofeo, hijos trofeo, casa trofeo y la cara de alguien que querría un montón de cosas diferentes. La vida de quien querría haber jugado al parchís pero se sabe buen jugador de mus.

Su odio por la criatura es elemental. Por un lado, es una forma de expresión de la competencia interespecies. Por otro, es el clásico odio a lo diferente, a lo que se sale del libro de instrucciones. Al final, incluso le sumamos el odio que todos sentimos por quienes nos destrozan el coche y no dejan ni una nota.

Tengo dudas sobre su relación con el personaje femenino. No tengo muy claro si se siente atraído por Elisa porque cumple el sueño machista de una mujer que no habla o porque intuye que ella es mucho más interesante que él mismo. Durante varios momentos me preocupó que intentase violar a Elisa, especialmente porque creo que habría sido un recurso baratísimo y que no encaja con su enfermiza forma de caballerosidad paternalista.

Es un fanfarrón porque el alarde forma parte de su masculinidad. Es violento porque su éxito ha dependido de su capacidad de ser violento. Es difícil odiarle porque resulta trágico en su afán de cumplir a cualquier precio. Es un villano como deben ser los villanos. Lo bastante cruel como para entrar en casa de una mujer, oprimirla y dar las gracias educadamente a su marido por darle la información que necesita.

He hablado antes de Mad Men y este personaje me recuerda al Don Draper que vivimos en la primera temporada de la serie. Alienado por la guerra, encerrado en la figura en la que quiere convertirse, incapaz de ser él mismo y, lo que es peor, sin ninguna pista en absoluto sobre lo que es en realidad.

En una película que abraza el poder de unas mujeres interesantes y determinadas, Del Toro dedica algo de metraje a hablar de cómo se ha transformado el papel de los hombres, de cómo hemos pasado de ser una cosa a convertirnos en otra muy diferente y mejor. De cómo la masculinidad sale perdiendo cuando es rígida y sale ganando cuando es fluida. Como el agua.