“Y una espigada y callada figura se adentra, lentamente, en la creciente oscuridad, consciente al fin de que en este mundo a un gran poder también debe acompañarle… ¡una gran responsabilidad!Stan Lee, Amazing Fantasy 15, agosto de 1962.

"Stan Lee presenta”, dice mi infancia. La fórmula era perfecta. Un pequeño resumen que te explicaba al personaje sobre el que ibas a leer y después, tres palabras antes del rótulo principal: “Stan Lee presenta”.

En el momento en el que Roy Thomas empezó a introducir esta estrategia, empezó a divinizar a Stan Lee. El hombre nacido como Stanley Martin Lieber fue un creador de cómics, pero Stan Lee terminó siendo mucho más. Se convirtió en un personaje gigantesco. En el narrador omnisciente, el Hacedor de Marvel que llegó a estar presente en la vida de todas sus creaciones.

Recuerdo un cómic de What If? de 1978 en el que Stan Lee era Míster Fantástico. Era una historia escrita y dibujada por Jack Kirby en la que veíamos a la redacción de Marvel, el mítico Marvel Bullpen, convertida en Los 4 Fantásticos. Kirby se había reservado el papel de La Cosa. El amargado número dos, el piloto sin el cual no habría habido viaje. El rechazado. Lee era el líder.

Stan Lee, Mr. Fantástico.

Hay periodistas que escriben de sus héroes con amor porque les recuerdan a sus infancias. Yo amo los cómics porque me ayudaron a superar la mía y a convertirme en un adulto soportable.

Stan Lee acuñó una frase crucial para mi formación y la de tantos otros niños. Aunque se ha escrito y traducido de mil maneras, viene a resumirse en que “a todo gran poder debe acompañarle una gran responsabilidad”. Incluso el Tribunal Supremo de EEUU la citó en una ocasión.

Leerás mucho, en los próximos días, sobre cómo los superhéroes de Stan Lee eran imperfectos. Tenías familias desestructuradas como la de Los 4 Fantásticos o a grupos de personajes rechazados por la sociedad por haber nacido diferentes como los X-Men. Tenías a Iron Man, un inventor con el ego disparado y que terminaría teniendo problemas con la bebida, y a Hulk, un científico que llevaba pantalones morados cuando los fundadores de El Ganso aún no habían nacido y que no logra mantener a su lado a la mujer que ama porque, cuando tiene ataques de ira, se convierte en un gigantesco votante de Trump que lo destroza todo a su paso.

La lista sigue. Estaba el Doctor Extraño, un cirujano que pierde el uso de sus manos y descubre que la homeopatía funciona; Matt Murdock, un abogado ciego que, después de perder la vista, se fue dejando por el camino todo lo demás; Nick Furia, un superespía setentero reconvertido en headhunter de superhéroes; Thor, un dios obligado a vivir entre los hombres en forma de doctor bajito y tullido, y Estela Plateada, que consiguió fenomenales poderes cósmicos a cambio de perder sus genitales, aficionarse al soliloquio y quedar castigado sin poder volver a su planeta natal, como un Puigdemont cualquiera.

Leerás también que la lista de sus creaciones es inacabable, de no ser porque está recogida en la Wikipedia

Nótese que me he dejado a Spider-Man, un joven gafotas, estudioso, que hace caso a sus tíos y sufre bullying. Un tipo con tan mala suerte que cuando descubre que tiene poder, lo ejerce con tan poco criterio que termina causando la muerte de uno de sus mentores. Imagina que Pedro Sánchez decide indultar a Junqueras y éste, al salir de la cárcel, acribilla a Iván Redondo. Sí, es improbable, igual que dejar pasar a un ladronzuelo de poca monta y que éste termine asesinando a tu tío Ben. El karma exprés de los cómics. ¿Spider-Man se echa novia? Al intentar salvarla le rompe el cuello. ¿Su tía vejestorio pilla cacho? Es el Dr. Octopus. Y no me hagáis hablar de los clones...

Lo maravilloso de los comics de Spider-Man y de muchos de otros superhéroes Marvel no es que sus protatonistas fuesen defectuosos. Era que tenían poderes y, aún así, muchas veces te daban penita. Tú ibas al colegio a que te zurraran y Stan Lee y sus sucesores te decían que, incluso si pudieras devolver las hostias, realmente sería injusto que lo hicieras. 

Aunque vivían aventuras fabulosas, los suyos no eran personajes para soñar. No se llevaban a su novia con nombre aliterado a volar por las azoteas ni eran fuckers millonarios con un hobby excéntrico. Eran personas con las que te identificabas. ¿Se nace mutante o te haces mutante porque tomas muchas drogas, te rodeas de viciosos y tu madre te daba muchos abrazos y tu padre pocos puñetazos? Eran tan humanos que la dimensión mítica de la cuestión no me llegó del todo hasta que no leí Marvels, un cómic del que podría salir una película magnífica.

El gran final

Siendo yo niño no había Internet. Cuando aprendí a leer con esos viejos tomos de Vértice medio inventados por Tunet Vila, aka Tony Tano, no me imaginaba que buena parte de mi vida giraría en torno a estos personajes. Pero lo que con los años me dejó turulato es que terminarían teniendo impacto también en las vuestras. 



Stan Lee, el personaje, completó su tránsito hacia la divinidad cuando empezó a aparecer de forma sistemática en los cameos de las películas del Universo Cinematográfico de Marvel. Cual Zeus, se convertía en el presentador de las enormes mentiras que veíamos en pantalla. Con cada pequeño disfraz, veíamos a Stan Lee enseñándonos las películas como ya nos introdujo a los tebeos.

Stan Lee vendió perritos en X-Men

Stan Lee empezó la última etapa de su vida rozando ya las 80 primaveras en el año 2000, con su cameo como vendedor de perritos en la primera X-Men. A partir de ahí, tener una película basada en personajes de Marvel sin su participación se convirtió en un atrevimiento. ¿DJ en un club de strip-tease en Deadpool? Hecho. ¿Participar en películas de dibujos animados de la Distinguida Competencia? Sin duda ¿Salir en Robot Chicken o ser acosado por Sheldon Cooper? Faltaría más. Yo, de mayor, quiero ser mitológico.

Quedaban atrás los oscuros años 90, el fracaso de Stan Lee Media, la muerte de Jack Kirby en 1994, y volvía una nueva edad de oro pilotada por niños como yo. ¿La gran sorpresa? Muchos descubrimos que, en realidad, nunca estuvimos solos, y millones de personas se sumaron a la aventura.

Stan Lee, con su bigotón, sus gafas tintadas, sus ‘palabros’ (Nuff Said!) y su extroversión, ha superado ya a Stanley y es ya el MarVell de su propia Muerte, con millones de adeptos aplaudiendo cada pequeña escena en la que aparece. En la cuarta entrega de Los Vengadores probablemente le veamos despedirse de alguno de los protagonistas iniciales de la supersaga. También dijo adiós, a su manera, en el nuevo y flamante videojuego de Spider-Man. Lee celebraba volver a ver juntos a Peter Parker y a MJ Watson. “Siempre fuisteis mis favoritos”.

Stan Lee en el videojuego de Spider-Man

Le debo demasiadas cosas a un montón de tebeos y a la mitología que sembró el señor Lee. Como mi obsesión por mantener unida a mi fantástica familia, aunque eso me obligue a ser flexible. También le debo mi afición por la tecnología; mi necesidad de proteger a los míos de aquellos que no pueden controlarse cuándo se convierten en sus propios monstruos; la obligación que siento de ejercer con responsabilidad mi cuarto poder; mi firme creencia en que todos somos diferentes y que eso nos hace mejores; mi nulo interés por el surf y mi comprensión de cuáles son las peleas que de verdad importan. 

"Cualquiera puede ganar una pelea... cuando todo está de tu parte... Hacerlo cuando las cosas se ponen duras, cuando parece que no queda salida, eso es lo que cuenta". Stan Lee, Amazing Spider-Man 33, 1966

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