Los toreros caen dentro del nuevo bombo de Simón Casas poco a poco, prácticamente por horas. Asistimos al parto de un proyecto desde el lunes: cada nombre nuevo es una contracción. La combinación de toreros incluye ya a Urdiales –el triunfador del año en Madrid tragando bombo– y los mentideros dicen que Ponce ha aceptado tras “atracar” a la empresa. Parece que Plaza 1 desbloquea las negociaciones con los matadores una a una, convenciéndolos con el cebo de compañeros con más caché o ambiente presentes, dando la impresión de estar sumergidos en una labor hercúlea para sacar adelante el capricho del empresario francés. Sin embargo, tengo la sensación de que todo está mejor atado de lo que aparenta y que hay nueve toreros subidos a un barco que ya zarpó en busca del décimo hombre: Roca Rey.

La huida hacia delante de Simón Casas, hipotecado por la hemeroteca, asfixiado por las cuentas y decepcionado por la realidad de Las Ventas, radicalmente diferente a las ensoñaciones de empresario romántico por las que caminaba, busca encontrarse con el matador de toros peruano, que le podría dar la wildcard para salvar el cuello. Un de Roca Rey convertiría al charlatán en el empresario más importante de esta época, capaz de cambiar la forma de contratar a los toreros, culminando así la trayectoria de producciones y artistas y valores y taugomaquia que, francamente, vive ahora una clara decadencia. Lo hizo en la Feria de Otoño con Talavante, pero ni Otoño es San Isidro ni Talavante estaba en la posición que disfruta el joven transatlántico y arrogante que ha sacado de su zona de confort a los clientes de All Sports Media.

El sorteo mixto que propone Casas esconde una trampa. Los toreros que quieran actuar fuera del abono, por ejemplo en Beneficencia, tendrán que dejarse llevar por la fortuna. Algo que echa para atrás a las principales figuras, complicando la decisión de Roca Rey. El principal problema planteado es si está dispuesto a provocar un cambio radical de modelo. La cuestión a la que debe hacer frente el peruano es si debe mantenerse fiel al modo en el que las figuras han conseguido serlo siempre. Es decir, aceptando sostener los cachés de los matadores más antiguos tirando de la taquilla, una cuota que hay que pagar para pertenecer al club, combinando paciencia y ambición, exigiendo cuando llegue la hora. Juli, Manzanares o Morante de la Puebla le estarían muy agradecidos si la respuesta fuese negativa. La figura del futuro no pasa por el aro de Simón Casas. El grupo de cuatro se aislaría de este invento, será muy bonito verlos en verano viajando arropaditos por las provincias.

Si Roca Rey acepta el ofrecimiento de Simón Casas, desde la empresa comentan que negocian “con todos”, enviaría un mensaje claro a las figuras que se acercan a la jubilación: "paso de vosotros". Rompería con la leyenda de darse categoría en los despachos, aliándose con el empresario francés como antes hicieron el resto de figuras para sus perfomances. Esta sería definitiva, desde luego. Roca Rey cedería parte del poder a los empresarios a cambio de encabezar la revolución. La afición, harta de carteles que se repiten desde hace décadas, lo agradecería, poniéndose de su lado y mandando al paredón a sus rivales. Si esto ocurre, sabemos lo que suele pasar. Llega el castigo; Roca Rey no los encontraría en las ferias, lo que abriría una nueva guerra: a ver quién lleva más gente.

Simón Casas tiene en Roca Rey un compañero perfecto para sacar adelante su órdago a los que llevan años, según dice, sangrándole. Y Roca Rey tiene a mano a un tipo enloquecido capaz de diseñar un proyecto lo suficientemente desesperado como ahorrarle los peajes del viaje emprendido hacia el cetro del toreo. Algunos ya se preguntan si Manolete y Camará harían lo mismo y a mí me suena demasiado viejo eso. 

En medio, un asunto delicado. ¿Qué pasaría entre Toño Matilla y Ramón Valencia si Roca Rey acepta entrar en el sorteo de San Isidro? La perspectiva de ver el actual panorama destruido es tan suculenta que me gustaría olvidar que cualquier modalidad de bombo, por grupos, sorteo puro o mixto, como se plantea para mayo, es una dejación de funciones flagrante del empresario taurino, y dejarme llevar por este cosquilleo populista sin pensar en lo mal que lo hizo la clase empresarial en los últimos tiempos, perezosa, sin ideas, dejando vía libre a las exigencias de los toreros, algo que ahora están pagando con la supuesta ruina. Es curioso: lo que los empresarios han provocado por sus servicios mínimos pretenden solucionarlo apartándose definitivamente, dejando que la suerte decida los carteles. Y hay otra paradoja: cuanto menos participan en el diseño de las combinaciones, más fuerza acumulan. El pulso se está produciendo justo ahora. Simón Casas, como presidente de Anoet, es el que empuja.

Roca Rey y su entorno deben decidir si salvan a Simón Casas o si aprietan, un poco más, la soga que tiene colocada desde hace tiempo.