Al sorteo de Simón Casas le ha salido un outsider con el que no contaban en Las Ventas. Emilio de Justo tenía el perfil de torero que creyeron perfecto para el bombo. Del gusto de la afición de Madrid, revelación tras años en la sombra, con ambiente en las tertulias digitales –es del grupo de matadores bendecidos por tuiteros anónimos–apoderado por empresarios de clase media y con ese tufillo a torero humilde que, pensaría Plaza 1, se iba a conformar con compartir bolas junto a Ponce, Castella o Perera, pero sobre todo con Roca Rey después de ganarse, por fin, una buena posición el año pasado, temporada que acabó con la Puerta Grande de Madrid. ¿Cómo iba a atreverse a rechazar una propuesta así, la propuesta del cambio, junto a toreros importantes, gente inalcanzable hace sólo dos temporadas? Le ofrecían, en realidad, camuflaje entre los nombres de otros justo en el mejor momento de su carrera. Emilio de Justo ha dicho no y su gesto no sólo muestra lo mucho que valora lo que ha hecho hasta ahora: deja en evidencia a los que creen que ya están amortizados. 

La lección de Emilio de Justo es redonda porque señala a la empresa dónde cree que está la revolución: ha pedido matar las corridas de Victorino Martín y la de Baltasar Ibán, algo que habría evitado cualquiera en su situación. Prefiere reducir sus garantías de triunfo a pasar por el aro del circo que se montará el jueves en Las Ventas. Se sale de la rutina habitual entre los que rozan el paraíso: irse a lo que embiste. Mientras las figuras exprimen ese universo de los privilegiados repitiéndose en carteles que hemos visto durante décadas y la segunda fila entra al bombo porque ya no tienen fuerza para poner en un apuro a la empresa, Emilio de Justo vuelve a lo de siempre sabiendo que no es como siempre. Detrás sólo queda el guiño a la afición nostálgica y quizá por eso tenga más mérito: se está ajustando el mismo cinturón que Fandiño hace cuatro años.

Nunca creí que me iba a alinear con parte de los razonamientos toristas, la tesis que pide a los toreros hacer favores a ganaderías en mala situación, que los divide en buenas o malas personas, no en mejores o peores profesionales/artistas. Por ahora, es lo único asombroso que ha conseguido en Madrid Simón Casas.