Llevo una semana escuchando hablar de Ángel y Pepe Teruel. Hace dos sábados se reencontraron en Colmenar Viejo. La peña el Rescoldo homenajeó a Ángel, que cumple esta temporada 50 años de alternativa, y hay vídeos y fotografías de la jornada manoseados en las terrazas como una postal del Yeti, a ver qué es ese mito del torero viejo. Los dos hermanos arrastran las cadenas de la leyenda. Para los que no estuvimos son fundamentales los documentos gráficos, las imágenes de Ángel Teruel con las gafas de sol, la corbata y el traje negros, la mano en el bolsillo, el micrófono sostenido en la distancia julioiglesias, debajo del pecho y a dos o tres palmos del cuerpoAl Dandi de Embajadores la guasa le burbujea. Lo he visto bajar del estrado con un chimpún de piernas. La sonrisa es una mueca moldeada en el Savoy de Alvite, en noches formidables de alcohol, mujeres e insomnio, asomándose a la cámara sabiendo que la foto es para congelarle a él. No sé si habrá otro torero que dé nombre a una peña taurina femenina. A Pepe el empaque le gotea reconcentrado. En la pantalla, que establece una distancia sideral, me resultó diferente de lo que imaginaba cuando leí aquella columna de Zabala –El último castizo- donde lo retrataba a punto de bajarse de un coche enorme con sombrero y zapatos blancos y negros de cordones, un ser humeante, lleno de secretos inconfesables, soberbio, con enemigos agitadísimos a la altura de su personalidad. Desde tan lejos se escurría digitalmente un señor mayor entrañable al que le asoma la mecha de torería. Pepe inspiró a Juncal que es como diseñar el espíritu santo.

Ángel Teruel en un tentadero

Pero lo importante no son las fotos. Ángel y Pepe Teruel con sólo un día de paseo por los jardines de los mortales han creado una docena de anécdotas. De ese viaje por la autovía que tan bien cuenta Gerardo, voyeur y escriba, impostando una voz cavernosa, podría salir un libro de relatos. La primera llamada fue suficiente para completar una tertulia. Hay apuntadas frases, expresiones y comentarios de los hermanos sobre la actualidad que no tengo el derecho de reproducir. A este artículo le falta el fuste de la realidad. Existimos en la frontera. Acostumbrados a vivir con esa fatigosa esperanza de algún retuit con brillo, el pienso de los megustas y la actividad frenética de la actualidad –producir y esperar a ver si engordan las cifras del televisor- observar que la vida se sigue expandiendo en analógico, sobre la celulosa, archivada, en el contacto con la polvorienta página de la historia del toreo, sin necesidad de deslizar ningún dedo, es una lección.