En tiempos raros, fríos, como de ventisca en el toreo, en el que todo son trincheras y avanzadillas, retaguardias y flancos, humedades y goteras, en este momento en el que la afición vive abrigada, tapada hasta las cejas, exhalando vaho y frotándose las manos con argumentos, cae bien algo de calor externo. Una corriente leve y simpática se abre todos los años en Las Ventas por San Isidro con la agenda cultural de Tendido 11. Además de calentar, airea y redecora la cueva donde se desarrollan todas las buenas ideas en una misteriosa manía de subrayar a los ya convencidos las bondades, compatibilidades y variantes culturales de la tauromaquia, que son muchas.

La exposición de Javier de Juan ‘Toreando la vida’ ha abierto la feria paralela. El artista especializado en instalaciones audiovisuales y videoarte ha colocado en el interior de la plaza de toros algunas proyecciones en las que aparecen personajes de la vida cotidiana toreando al aire, de salón, con las manos. Como cuando sales de la ducha y cae una media. Es fácil sentirse identificado con los muñecos que avanzan entre chicuelinas, naturales o verónicas vestidos de calle: la afición se reconoce porque lleva una figura dentro y una faena en la cabeza. Lo del seleccionador y el español, pero a escala. A esa radiografía le acompaña la apuesta por la carne de toro bravo del chef Mario Sandoval, unos dibujos taurinos utilizando el vino como acuarela, idea de Alfredo Gutiérrez Sánchez, y la sorteo a beneficio de la Fundación Pequeño Deseo de unas calzonas y un sombrero donados por Curro Romero.

Mientras, hasta que el agraciado las sostenga, las pertenencias del faraón estarán colgadas detrás de un cristal como el uniforme del superman del temple. Siempre he pensado que los toreros llevan los alamares debajo de su ropa, como una segunda piel, dispuestos a meterse en cualquier cabina para transformarse si es necesario. Retirado, Curro ofrece unas de las capas con las que desarrolló su don, el superpoder de detener los relojes, como un agujero negro de torería. Junto a Einstein, Curro fue el último que explicó que todo es relativo.