Imagen difundida en el vídeo de PACMA.

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La Trinchera

Los becerros del PACMA

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El partido Pacma se ensaña desde las urls de este diario con la inteligencia para introducir sus propuestas y lemas. Necesitan de la sensibilidad de ciertos redactores para lanzar el anzuelo. Han picado y la campaña entra hasta el fondo: utilizar el fallo con la espada de un novillero en una clase práctica como gancho para acudir al Pacma tiene tanto de periodismo como llamar «cría» a erales de dos años que embisten por inercia genética, dubitativos en sus formas, contundentes en el fondo. Muy poco. El soliloquio de Silvia Barquero, presidenta de la claustrofóbica organización, convierte definitivamente la entrada en un acto de propaganda de cara a las próximas elecciones, 'atrezzo' informativo, como una publicidad remitida.

Durante la breve sucesión de párrafos del artículo 'Así aprenden los futuros toreros a matar novillos' se hace hincapié en el guarismo -la edad- de los becerros lidiados como forma de convertir la información en artefacto lacrimógeno. Diría que propio de secuencia Disney, pero hasta el dibujante vio más allá en una corrida de toros. Se pretende así mutar al lector en votante Bridget Jones: debe acudir a las urnas desolado, con la manta por encima y la mirada perdida, chocolate en las comisuras y exhalando soltería (animalismo) con el objetivo de acabar con la injusticia de las escuelas taurinas, auténtica cantera de sicarios.

La utilización de las iniciales del chaval al que se le atascó el acero, todos queremos lo mismo, es de buen aficionado observar una muerte rápida, segura y eficaz, añade una capa más de maquillaje incrustando la muerte pública y legal del becerro en las crónicas de sucesos más escabrosas. John el Yihadista estaría celoso. Fallas con la espada y te convierten en asesino: dejarse el codo atrás nunca había sido tan fatal.

El desconocimiento del redactor, no obligado a saber y sí a informarse, las comillas disfrazan el resto, al hablar de un novillo de entre dos y tres años da algo de importancia a lo ocurrido en una becerrada. Si A.J. supiera que se iba a tener que enfrentar casi a un utrero lo mismo se queda en casa.

Con el listón muy alto en todo, el 'highlight' llega aquí: "Por cada animal toreado en público, decenas mueren a puerta cerrada, una masacre con más sufrimiento si cabe. Y es que la mayoría de estos animales son becerros y novillos de muy corta edad". Releída la frase desprende pereza intelectual. Es un campo de minas para cierta capacidad crítica. En primer lugar, masacre, según la Rae, es una "matanza de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causa parecida". Al elegir esa palabra se describe la situación contraria. Me imagino un 'sharknado' de toros tiñendo de rojo las dehesas. También bailan algunos números. Pensando un poco, si por cada toro lidiado en una plaza murieran "decenas", pongamos 20 (la agrupación mínima de decenas), no saldrían las cuentas. Apenas habría ganaderías. A la altura de mayo, después de Valencia, Sevilla y a mitad de San Isidro, se habrían acabado los toros para un lustro completo.

Es verdad que los matadores se entrenan en el campo a puerta cerrada, dentro del ritual del tentadero que tiene como objetivo incorporar nuevos sementales. No todos se matan. No tiene nada que ver ese trabajo campero con una clase práctica. Y si eso resulta incómodo la cifra es infinitamente inferior a la de sacrificios diarios en granjas o factorías. Da hasta vergüenza recordarlo.

"Sufrimiento", "carnicería" y "empatía" dan color a un fragmento del programa de Pacma difundido por El Español, el objetivo último de Barquero. Sacar pecho recordando que ellos son "los únicos que piden la total abolición de la tauromaquia", incorporar en las sucesivas leyes educativas "el respeto animal", como si hasta ahora se hubieran formado generaciones indolentes ante el auténtico acoso y maltrato animal, y "acabar con las subvenciones", el profesor Juan Medina, autor de 'Tauronomics', ya demostró que la tauromaquia financia al Estado, resume tan fielmente al partido que lo transforma en una especie de Chikilicuatre dentro de la parodia que son de sí mismos todos los partidos en campaña. Un meme sin Photoshop.