Manolo Santana bajó a primera hora de la tarde del martes a una de las salas de prensa de Wimbledon sin saber exactamente por qué tenía que ir allí. Con la competición parada por la aparición de la lluvia (por primera vez desde que comenzó), los pasillos de torneo eran el reflejo del metro en hora punta. Engañado como un niño pequeño, el español se encontró rodeado de los suyos (y de periodistas españoles) para recibir el primer homenaje (de muchos) por parte del Mutua Madrid Open, el torneo del que forma parte como director desde hace más de una década. No es para menos: el próximo viernes se cumplen 50 años de la victoria de Santana en Wimbledon en 1966.

Aunque en los próximos días trataremos el aniversario como merece en EL ESPAÑOL, el pistoletazo de salida a los actos que se llevarán a cabo en Wimbledon pedía a gritos un hueco en este rincón que pretende contar aquello que no se ve, aunque igualmente ocurre. Así fue el acto con Santana en el corazón del All England Tennis Club, un reconocimiento tan íntimo como emotivo para el pionero del tenis español, el que puso en marcha la rueda que desde entonces no ha dejado de girar.

“Me ha hecho mucha ilusión que el torneo que dirijo haya querido ser el primero en homenajearme aquí en Londres”, dijo Santana, impecablemente vestido con un traje. “Nada puede hacerme más feliz que ver unidos en un acto a los dos torneos que más llevo en mi corazón”, añadió el español, que además de recibir una placa conmemorativa fue obsequiado con una camiseta del Real Madrid serigrafiada con su nombre y un 50, en recuerdo de aquella final histórica.

“Aquel año me la jugué cosiendo el escudo del Real Madrid a la camiseta con la que salí a jugar”, reconoció sobre la final que ganó en 1966 al estadounidense Ralston. “Quién sabe si me lo podían haber prohibido. Y ahora con esta camiseta además de mi Wimbledon se han ganado 11 Copas de Europa”, cerró bromeando el español.

Ese desenfadado sentido del humor es algo que Santana no ha perdido, pese al evidente paso del tiempo. Como tampoco el premio que le dieron por ganar Wimbledon hace 50 años: un Rolex que se ha traído al torneo para lucir con orgullo durante los días de fiesta que le esperan en Londres.