David Ferrer y Feliciano López.

David Ferrer y Feliciano López. REUTERS

Tras la bola

¡Que viene el lobo!

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En mitad del caos del miércoles, una jornada para valientes (gracias a todos los aplazamientos por lluvia), alguien ha sacado el tema. A esa hora de la tarde, Garbiñe Muguruza todavía no había saltado a la Suzanne Lenglen y los cinco españoles que habían jugado (Carla Suárez, David Ferrer, Roberto Bautista, Albert Ramos y Marcel Granollers) estaban buscando vuelo para volverse a casa, eliminados de Roland Garros. Entonces, esperando en la cafetería para engañar al cuerpo con algo de cafeína (erróneo intento), un periodista chileno se ha acercado para comentar que esto se acababa, que adiós.

 

“Parece que finalmente la hegemonía española en París termina”, ha dicho rotundamente, antes de seguir con su discurso. “Han sido muchos años, pero todo tiene un fin. Nadal, Ferrer, Verdasco, Feliciano… toda esa generación de monstruos está en el final. Y no hay nadie que venga a tomar el relevo. Y en chicas…”. La reflexión no estaba mal construida, aunque luego Garbiñe ha ganado a la estadounidense Rogers, clasificándose para las semifinales y colocándose en una situación ideal para estar el sábado en su segunda final de un grande.

 

Yo casi llevaba pañales cuando los españoles empezaron a dominar Roland Garros con puño de hierro, encadenando victorias año tras año. Luego apareció Nadal, que se encargó de construir su leyenda en París y prolongar la hegemonía durante mucho tiempo (nueve años, concretamente). En ese período de tiempo, desde Sergi Bruguera hasta el propio Nadal, pasando por Arantxa Sánchez Vicario, Juan Carlos Ferrero o Carlos Moyà, lo excepcional ha sido considerado como normal. Ganar, ganar y ganar. Y volver a ganar. Y ganar otra vez.

 

Mientras tanto, al calor de esa generación irrepetible, ¿alguien se ha preocupado de invertir todo el dinero de las victorias en el futuro? Y no solo de los triunfos en Roland Garros, históricamente asociado al tenis español. Hablamos de triunfos en todos los rincones del mundo, Copa Davis incluida. ¿Alguien ha pensado en utilizar los beneficios de esas conquistas para edificar una estructura que garantice jugadores el día de mañana? Si se ha hecho, de momento no se ve. Y parece que no se va a ver, sinceramente. 

 

Vale, ahora está Muguruza. También Carla, que tiene un presente prometedor. Y por supuesto siguen Nadal, Ferrer y compañía, aunque cada vez su fecha de caducidad esté más cerca. El horizonte pinta mal, de color negro. Por eso, el chileno tenía parte de razón. Mejor estar preparados porque viene el lobo. Y esta vez viene de verdad.