C.Tangana acaba de lanzar su álbum El Madrileño, un disco alabado por la crítica en el que el artista marida estilos musicales más tradicionales, como la rumba o la salsa, con su esencia personal, más cercana al trap.
Uno de los temas es Un veneno, un bolero cubano que Puchito confeccionó junto a El niño de Elche y que define como “la primera canción del mejor álbum de mi carrera”. Esta composición levantó ampollas cuando fue presentado en la gala 9 de Operación Triunfo 2018, ya que C. Tangana aprovechó la ocasión para lanzar una reivindicación cargada de sentido que, en su momento, no fue ni bien entendida ni bien recibida.
El polémico paso de C. Tangana por OT 2018
Corría el año 2018 cuando Antón Álvarez Alfaro, conocido como C. Tangana, acudió a Operación Triunfo como artista invitado. Ataviado con un traje blanco estilo años 70, con un whisky en la mano y sobre una alfombra persa interpretó Un Veneno, sin cantar ni afinar. Al terminar, decidió marcharse sin ni si quiera despedirse.
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Su descortesía hacia el programa fue mal recibida, como es lógico, por Roberto Leal y los concursantes. De hecho, el presentador, que rehúye de cualquier tipo de polémica, le dedicó una despedida que se convirtió en viral.
Por su parte, C. Tangana siguió tirando de chulería y decidió mofarse de lo sucedido con un stories en Instagram, algo que terminó de cabrear a los seguidores del formato y que provocó que cosechase gran cantidad de opiniones negativas en medios y redes sociales.
El mensaje de Puchito que nadie quiso leer
A pesar de la polémica, que fue todo un ardid mercadotécnico, Un veneno se convirtió en todo un éxito para C. Tangana. La ambición desmedida del cantante quedó completamente satisfecha y esta canción se consolidó como hit. Sin embargo, más allá de cifras y provocaciones, el lanzamiento del álbum El Madrileño, que también incluye la citada canción, invita a reflexionar sobre lo que el artista quiso expresar, más allá de su impostada mala educación.
Cantar Un Veneno en Operación Triunfo no fue una casualidad ni tan solo una maniobra publicitaria. Los espectadores, casi sin saberlo, asistieron a un acto de denuncia mediática que, a su vez, sirvió de premonición. C. Tangana utilizó la ocasión para mostrar la faceta tóxica del programa, esa que el espectador a veces entrevé en las charlas de Noemí Galera o de algún invitado, pero que queda completamente opacada por la melaza con la que el talent musical se cubre.
La cara A de Operación Triunfo es tremendamente melodiosa. Suena a sueños cumplidos, a un gran porvenir y a una oportunidad para formarse y encontrar un lugar en la industria musical. No obstante, ese coro de lisonjas se queda completamente afónico cuando el programa termina. En el momento en el que las luces del plató se apagan y los concursantes de cada edición comienzan a volar solos, el disco se da la vuelta.
La cara B del formato de Gestmusic se parece más a lo amargo de Un Veneno que al espíritu naif del “ivo, ivo, ivo, abrazo colectivo”. Cuando la aguja del tocadiscos rasga esta parte del vinilo, la ponzoña contenida se libera en forma de canción de desamparo que muchos escuchan y nadie se atreve a cantar. Detrás de los artistas exitosos del programa que han conseguido cumplir su objetivo, hay una mayoría de voces apagadas por el olvido. Rostros, en su día populares, que quedan desfigurados para un público acostumbrado a lo efímero y que no acepta replicantes.
El Madrileño acertó, aunque duela
Y es que con su canción, C. Tangana quiso poner de manifiesto esta realidad que tanto el programa como los espectadores solemos omitir. Él mismo lo confirma en los textos que acompañan a su nuevo álbum y el tiempo ha terminado dándole la razón.
La vuelta de Operación Triunfo fue una aventura breve pero intensa que terminó muriendo, en cierta manera, asfixiada por su propio tósigo. La primera hornada de concursantes, la de OT 17, ya mostró sintomatología relacionada con el veneno de esta fama repentina. Los ataques de ansiedad de Alfred o las declaraciones de Agoney, en las que aseguraba en le ofrecieron “fiestas y cocaína” al salir del talent show, permitían entrever que estos jóvenes no estaban preparados ni bien acompañados en su viaje por el salvaje mundo del espectáculo.
Los que llegaron después siguieron triunfando con menor impacto y los de la última edición, salvo alguna excepción, se convirtieron en artistas de usar y tirar, en colillas que, al terminar el programa, se apagaban sin el calor de los focos. Y, entre otras cosas, quizá la falta de realidad fue otra de las razones que terminó con el programa.
Un formato fundamentado en el arte debe contemplar lo bueno, lo malo y la infinita escala de grises que hay en medio. El mundo de la música, al igual que muchas profesiones creativas y/o relacionadas con la fama, es duro y requiere de cierta resistencia psicológica para sobrevivir a las toxinas que, a veces, saturan su atmósfera. Porque, por mucho que TVE y Gestmusic relancen Operación Triunfo en el futuro, el programa seguirá fracasando mientras a sus concursantes se les inocule el veneno y no se les enseñe a fabricar el antídoto.