Maestros de la costura es uno de los programas característicos de TVE desde el año 2018. En este concurso presentado por Raquel Sánchez Silva, doce aspirantes se enfrentan en desafíos relacionados con el mundo de la moda y el textil ante los ojos de Palomo Spain, María Escoté y Lorenzo Caprile que componen el jurado encargado de valorar sus creaciones.
Dejando a un lado su función de programa de entretenimiento y de su utilidad como espacio de divulgación para la moda española, esta última edición del concurso ha puesto especial interés en su casting. Un elenco de aspirantes que radiografían la sociedad y que permiten hacerse a la idea de que vivimos en un mundo cada vez más diverso.
Las historias de los aspirantes de ‘Maestros de la costura’
En cualquier tipo de programa con concursantes, anónimos o VIP, la labor de casting es fundamental. En su cuarta temporada, Maestros de la costura no se ha quedado atrás y ha escogido un plantel de aspirantes que funcionan en el espectáculo, pero que trascienden su papel narrativo.
Por encima de su habilidad para remallar o fruncir, destacan sus historias vitales. Relatos que en la pequeña pantalla cobran una inusitada fuerza. De entre todos los concursantes de esta edición, hay cuatro que dejan valiosas lecciones con su mera participación en el programa.
La primera es Yelimar, una joven que perdió su pierna derecha en un accidente de tráfico sucedido en mitad de un atraco. Lejos de intentar ocultarlo, ella luce su prótesis con total normalidad y lucha por hacerse con la victoria en Maestros de la costura demostrando que no hay reto que se le resista, a pesar de que no lo haya tenido fácil. Envía así a la audiencia un mensaje de resiliencia y de esperanza que una sociedad al borde del colapso por la crisis del coronavirus necesita escuchar.
Lo mismo sucede, en menor medida, con Ana. Esta joven confesó al entrar al concurso que padece hiperhidrosis, una enfermedad que provoca una excesiva sudoración en diferentes zonas del cuerpo. En su caso, se manifestaba en la palma de sus manos, que quedaban empapadas de forma constante. Aunque su paso por Maestros de la costura fue breve, tuvo la oportunidad de dar visibilidad a una afección dermatológica que puede interferir en la vida diaria de quienes la padecen.
Por otro lado, Fermín es otro de los aspirantes a modisto que ya no está en el programa, pero que también dejó una valiosa enseñanza. Este estilista explicó en su vídeo de presentación que sufrió una agresión homófoba en la calle, aunque él combate el odio con clases de Body Combat y unos looks únicos. Su concepción no-gender de la moda, con reminiscencias de Michael Fish, deja claro que no existen prendas masculinas y femeninas. Por lo tanto, no duda en utilizar faldas, tacones o cualquier accesorio a su alcance para dejar claro que el valor expresivo de la ropa prevalece sobre cualquier prejuicio asociado al género.
Y otro que sabe bien lo que son los prejuicios es Ancor, un profesor de Bellas Artes que ha visto cuestionada su orientación sexual por ser afeminado, a pesar de tener mujer y un hijo. Con él, Maestros de la costura muestra que la orientación sexual no tiene por qué estar determinada por la forma de ser o de hablar y que, quizá, se realiza una equívoca correlación entre lo heterosexual y lo viril.
Por último, esta edición también se ha servido de sus pruebas para apoyar a colectivos vulnerables. Junto a la influencer y actriz Jedet, los participantes tuvieron la oportunidad de confeccionar lencería para mujeres transexuales coincidiendo con la enorme polémica suscitada por la Ley Trans.
La relevancia de la televisión en tiempos convulsos
Por todo lo anteriormente señalado, la labor de programas como Maestros de la costura debería ser imitada por otros productos audiovisuales. No solo en la elección de casting, sino en la forma en la que las historias de los concursantes se entrelazan con el desarrollo del concurso.
Las trayectorias vitales de los protagonistas se transmiten al espectador de forma natural, evidenciando que no se necesitan moralinas ni discursos forzados para remachar el más certero de los mensajes. Además, estos relatos no se utilizan como reclamo mercadotécnico ni se explotan comercialmente, como sucede en algunos realities o series de éxito, sino que se hilvanan e incorporan a la narración de forma orgánica.
Así pues, Maestros de la costura es un excelente ejemplo del tipo de programas que deben ocupar minutos en una televisión pública. Porque quizá haya llegado el momento de que más de uno se dé un punto en la boca y abra los ojos frente al televisior para comprender que en la moda, al igual que en la sociedad, hay sitio para todos.