Este domingo 21 de marzo ha marcado un antes y un después en la historia de los programas del corazón. La emisión de Rocío, contar la verdad para seguir viva ha supuesto, además de un fenómeno de audiencias, el revulsivo necesario para derrumbar los cimientos del relato impuesto por Telecinco durante dos décadas.
Por más que la cadena se empeñe en hacer cómplice a toda una industria del supuesto error cometido con Rocío Carrasco, lo cierto es que ha sido exclusivamente en los platós de Fuencarral donde se ha erigido a Antonio David Flores como padre modélico y víctima de su exmujer. Se ha obviado todo indicio de que la historia podía ser diferente y se han ocultado deliberadamente hechos tan rotundos como una sentencia condenatoria que demuestra que Rocío Flores le propinó una terrible paliza a su madre en el año 2012.
Esta ha sido durante años la práctica habitual de los espacios del corazón en Mediaset, especialmente de Sálvame y sus programas 'hermanos': controlar el relato y dividir las historias entre buenos y malos en función de sus intereses, disfrazando ese posicionamiento como la divulgación de una verdad absoluta que la audiencia debe conocer.
No se puede ignorar que, mientras Telecinco tuvo buena relación con 'Rociíto' -en la época en que ella trabajaba en Hable con ellas-, se instaló en la cadena un silencio sepulcral sobre su relación con sus hijos, respetando su decisión de no abordar públicamente este asunto.
Pero el silencio no es rentable en televisión, y la entrada de Antonio David Flores a GH VIP en 2019 abrió la veda para rendirse de nuevo a los pies de un personaje que sí estaba dispuesto a dar jugosos titulares contra la hija de Rocío Jurado y a mostrarse como la víctima de un ser cruel y despiadado. El negocio estaba servido: machacar a Rocío Carrasco y proteger a Antonio David se convirtió en una necesidad.
Ahora, tras exprimir hasta la última gota el relato del ex guardia civil, la cadena acude por primera vez a la otra parte, ávida de contar lo que ha callado estos 25 años "para seguir viva". De una forma magistral, Telecinco disfraza de revelaciones varios acontecimientos que muchos de sus colaboradores ya conocían, pero a los que no se ha dado pábulo hasta que ha sido la propia Rocío Carrasco quien los ha relatado, rota de dolor, ante las cámaras.
Esto no es algo novedoso en la compañía de Paolo Vasile. Lo mismo ha ocurrido recientemente con Isabel Pantoja. Una figura que fue denostada por Aquí hay tomate, elevada más tarde al Olimpo de Mediaset gracias a su cotizada participación en Supervivientes y, ahora, machacada sin piedad por las revelaciones de Kiko Rivera en Cantora, la herencia envenenada.
Curiosamente, varios colaboradores afirman conocer desde hace tiempo muchas de las cuestionables artimañas de la tonadillera. Unos hechos que, de nuevo, no tuvieron cabida en las tertulias mientras interesaba mostrar a una Isabel Pantoja víctima de su rebelde hija, una madre coraje traicionada y destruida.
"Yo he contribuido a esto", lamentaba este domingo Belén Esteban, compungida al golpearse de bruces contra la dura realidad de Rocío Carrasco. Sí, Belén Esteban y cualquiera de sus compañeros, bien por manipulación o bien por omisión, han sido partícipes de un relato sesgado que ha beneficiado a una de las partes, además de a la empresa que le ha dado cobijo.
Que Rocío, contar la verdad para seguir viva ha sido un pelotazo televisivo y un negocio redondo para Mediaset es indiscutible. Sin embargo, las consecuencias a largo plazo para la cadena pueden ser devastadoras. La emisión de la serie documental pone en evidencia un modelo de negocio moralmente censurable y deja a Telecinco en una encrucijada de la que le será muy difícil salir indemne.
Cuando la resaca emocional amaine y los hechos puedan analizarse de forma pausada, se pondrá sobre la mesa la actuación de una cadena que, conociendo el desgarrador relato de Rocío Carrasco, siendo poseedora de esa verdad que desmonta "25 años de mentiras", ha utilizado a su supuesto verdugo para cebar la entrevista. Y lo peor es que pretende seguir dándole voz para conocer su versión, jugando a una equidistancia que no ha mostrado antes y que, precisamente ahora, es la actitud más peligrosa que puede tomar.
No se puede poner todo el empeño en mostrar a Rocío Carrasco como una víctima y, a la vez, seguir teniendo en nómina al causante de su dolor. Es insostenible adoptar una postura de neutralidad ante una realidad tan aplastante, igual que resulta difícil defender, por mucho que se conozca el medio, que un programa de televisión aborde el drama vital de una supuesta víctima de violencia de género y sortee 12.000 euros entre sus espectadores en el mismo minuto.
Quizás Antonio David no tenga la dignidad ni el respaldo económico para apartarse voluntariamente de los platós, pero Telecinco tiene el deber moral de hacerlo si realmente respalda a la protagonista del documental. De lo contrario, su compromiso con la verdad quedará en entredicho y se evidenciará un negocio indecente: el afán por rentabilizar las tragedias humanas sin que importen las consecuencias, contar la verdad para seguir facturando.