El estreno de la serie documental Rocío, contar la verdad para seguir viva ha revolucionado la prensa del corazón y, como no podía ser de otra manera, la biografía de Rocío Carrasco y los dramáticos hechos revelados han pasado a acaparar prácticamente toda la escaleta de programas como Sálvame.
El espacio vespertino de Telecinco lleva una semana acogiendo profundos y acalorados debates sobre lo que Rociito ha narrado en los dos primeros episodios de la serie. Una dramática historia que gira en torno al maltrato que la hija de Rocío Jurado dice haber recibido en los últimos 20 años por parte de su expareja, Antonio David Flores.
En esas tertulias, los colaboradores abordan asuntos espinosos que, por el horario de emisión de Sálvame, resulta complicado exponer en horario infantil. Sin embargo, la vehemencia con la que se está debatiendo parece haber dejado de lado un problema al que el programa se ha tenido que enfrentar muchas veces: las críticas y sanciones por vulnerar la normativa y no adaptar su contenido al horario de emisión.
Cabe recordar que el programa dividió su emisión en dos partes, Limón y Naranja, en el año 2014, precisamente para poder contar con dos franjas horarias distintas y así dejar los temas más escabrosos para Sálvame Limón, después de haber recibido numerosos toques de atención por parte de la Comisión Nacional de Mercados y la Competencia.
En octubre de 2019, con el final abrupto de Pasapalabra, el espacio estrenaba una tercera franja distinta, el Banana, que en marzo de 2020 sería sutituido por Sálvame Tomate, la franja que actualmente cuenta la calificación por edades más permisiva, apta para mayores de 16 años.
Sin embargo, es en la emisión de Sálvame Naranja, la más larga y restrictiva del programa, donde estos días parece haberse dejado de lado el habitual diccionario de eufemismos a los que recurren los colaboradores para evitar posibles multas. La calificación para mayores de siete años obliga al formato a adaptar minuciosamente el lenguaje que utiliza, pero en la última semana es habitual escuchar en el plató palabras como "adicciones", "suicidio", "maltrato"o "maltratador".
Este mismo martes, Laura Fa revelaba en ese horario que Antonio David le había contado que "Rocío Carrasco lleva tal mala vida de adicciones que no se puede mover de la cama". Carlota Corredera le pedía que repitiese lo que había dicho y, esta vez, la catalana intentaba ser más cauta: "No sé cómo decirlo en este horario", expresaba. Al intentar explicar el asunto sin dar detalles, la colaboradora hablaba de "sustancias que la dejaban 'planchada' en la cama".
Esta secuencia se repetía, incluyendo la parte de las "adicciones", en la emisión del miércoles. Además, María Patiño afirmaba que Amador Mohedano había relatado con claridad "supuestos malos tratos" en el pasado, mientras que Kiko Hernández defendía que no podrá decir "que Antonio David es un maltratador hasta que haya una sentencia".
Todas estas afirmaciones contrastan con la escrupulosa cautela que normalmente mantienen los participantes de Sálvame, que han creado un lenguaje propio para esquivar los filtros, popularizando expresiones como "agua con misterio", "princesas" o "pretty woman", "bar de lucecitas", "hijo de hospital" o "irse a la playa".
Grandes sanciones
A lo largo de sus 12 años de existencia, Sálvame se ha enfrentado a numerosas multas por parte de la CNMC por emitir contenidos no aptos para el público infantil. La más alta se producía en el verano de 2018, cuando el organismo de control abría dos expedientes con ocho sanciones diferentes que en total ascendían a 1,3 millones de euros.
Dos años antes, el espacio recibió otra multa por valor de 196.001 euros por emitir en horario de protección reforzada " contenidos audiovisuales que pueden resultar perjudiciales para el desarrollo físico, mental y moral de los menores".