El Festival de Eurovisión presume de ser un evento que, a través de la música, celebra la diversidad y los valores que unen a todos los países que forman parte de él. Por este motivo, hay dos grandes asuntos que la Unión Europea de Radiodifusión siempre ha tratado de mantener al margen del certamen: la política y la religión.
En cuanto a la primera, este año está marcado por el conflicto entre Israel y Palestina, que vive una de sus mayores escaladas de violencia en siete años, tal y como analizamos en BLUPER. Pero la religión también estará muy presente en el escenario del Ahoy Arena de Róterdam, y es que la casualidad ha querido que varios de los representantes hagan referencias religiosas bien sea en sus letras o a través de su escenografía.
El caso más polémico ha sido, sin duda, el de la representante chipriota, Elena Tsagrinou. Su canción, El diablo, es una de las grandes favoritas para alzarse con la victoria este sábado, pero ha suscitado una gran controversia en la isla mediterránea. Y es que la iglesia ortodoxa ha calificado el tema como "un himno a Satán y a la fuerzas oscuras que proclama la sumisión del hombre a la oscuridad y la humillación", según ha desvelado EFE.
Además, varias asociaciones juveniles ortodoxas se manifestaron frente a la sede de la televisión pública CyBC en protesta por la elección de El diablo como propuesta para competir en Eurovisión. Lo más curioso es que Chipre cantó en la primera semifinal justo antes del tema de Noruega titulado Fallen angel (Ángel Caído).
Eslovenia y Austria son otras dos naciones que llevarán la religión hasta el escenario de Róterdam. La casualidad ha querido que ambas candidatas compitan en el Festival con canciones con el mismo título: Amen. Este término bíblico presente en los rezos cristianos da nombre a los temas interpretados por Ana Soklič y Vincent Bueno, respectivamente.
El caso esloveno es el que más cariz religioso presenta, pues se trata de una canción con toques épicos que habla sobre alcanzar la gloria, incluso pronuncia la palabra "aleluya" en su estribillo. El tema, no obstante, no logró ser clasificado en la primera semifinal, celebrada este martes 18 de mayo.
La albanesa Anxhela Peristeri pronunciando la frase "Dios no me perdona" en Karma, el noruego TIX caracterizado como el "ángel caído" que da nombre a su canción o la sanmarinense Senhit luciendo una corona-retablo con imágenes de vírgenes en su primer ensayo son otros ejemplos de influencias bíblicas en la 65ª edición de Eurovisión.
Un recurso constante
La historia de Eurovisión está plagada de referencias religiosas como las que se aprecian en la actual edición. De hecho, una de las grandes polémicas recientes ha sido la de Suiza en la edición de 2013, que se celebró en Malmö, Suecia.
El grupo representante del país alpino era Heilsarmee, término alemán que en español se traduce como "Ejército de Salvación", una organización internacional evangélica a la que pertenecían los seis integrantes del grupo.
Bajo ese nombre, la banda ganó la final nacional suiza con el tema You and me, el cual interpretaron con uniformes de la institución que les daba nombre. Sin embargo, la organización del Festival les advirtió de que, si no cambiaban su vestimenta y el nombre del grupo, serían descalificados. Finalmente, los suizos pudieron participar en Eurovisión 2013 con el nombre de Takasa.
Mientras, en 2019, los favoritos para representar al país, la banda Shalva, formada por jóvenes con distintas discapacidades se negaron a participar en el certamen porque, al ser judíos observantes ortodoxos, su religión no les permite trabajar, ni tocar, ni hacer ningún esfuerzo en la jornada sabática.
Lo que muchos de los seguidores del Festival de Eurovisión desconocen es que hay un guiño eclesiástico que se repite año tras año desde 1956. Y es que el tema que sirve como sintonía del certamen -que en realidad es el himno de la UER- es una canción que fue concebida para ser interpretada en ceremonias religiosas.
El tema en cuestión es el preludio de la obra Te Deum, compuesta por el francés Marc-Antonine Charpentier. Se escuchó por primera vez en 1692 en la Iglesia de Saint-Louis, en París, para celebrar el triunfo de las tropas francesas en la Guerra de los Nueve Años.
La obra estuvo olvidada en el archivo de la Biblioteca Nacional de Francia durante varios siglos hasta que, en 1953, un sacerdote belga la sacó a la luz en varios espacios televisivos y radiofónicos. Un año después, la UER comenzaría a utilizar el tema como himno de la organización.