Eurovisión sigue siendo una de las tareas pendientes de TVE. Pese a que España cuenta con uno de los eurofandoms más grandes y entregados al Festival, la cadena pública no ha logrado trasladar ese potencial a su programación y convertir el certamen en una marca atractiva y exitosa que beneficie a todas las partes.
La Corporación ha probado con todas las fórmulas de preselecciones y elecciones internas para tratar de captar la atención de sus espectadores, pero el resultado siempre ha acabado siendo el mismo: bajos índices de audiencia y fuertes críticas por parte de los amantes del Festival.
En los últimos años, sólo Operación Triunfo ha supuesto un atisbo de esperanza para los eurofans patrios. El regreso del formato a La 1 sirvió en 2017 para volver a escoger al representante de España en Eurovisión entre los concursantes del programa, lo cual supuso un soplo de aire fresco para la cadena.
Así, la gala en la que Alfred y Amaia recibieron el encargo de la audiencia para competir en Lisboa fue vista por 3.086.000 espectadores, obteniendo un 23,6% de cuota. Unas cifras muy por encima del 9,1% y los 1.669.000 espectadores que tuvo Objetivo Eurovisión en 2016.
Estos datos demuestran que, si se da con la tecla adecuada, el Festival es un contenido lo suficientemente atractivo. Pero, ¿es OT la única solución posible para crear interés en torno Eurovisión? Quizá sea la única salida a corto plazo para TVE, pero fuera de la cadena pública se puede encontrar otra opción con muchas posibilidades de éxito: la colaboración con las privadas.
Este año, la implicación de Mediaset en la promoción de Eurovisión ha sido muy comentada por los eurofans. Además de escoger como banda sonora de la serie documental de Rocío Carrasco la canción con la que Suiza competirá en Róterdam, por el plató del programa han pasado tres de los favoritos de esta edición: el suizo Gjon's Tears con Tout l'universe, la francesa Barbara Pravi con Voilà y la búlgara Victoria con Growing up is getting old. También ha estado el propio representante español, Blas Cantó, interpretando Voy a quedarme.
Las cifras de audiencia de cada una de esas actuaciones, muy por encima de la media mensual de La 1, dan buena cuenta de que Mediaset ha sabido sacar rédito de Eurovisión a la vez que promociona a sus participantes.
Según datos de Dos30, la visita más vista fue la de Gjon's Tears, que en pleno prime time captó la atención de 4.559.000 espectadores, lo que supuso un 23,8% de share. La que menos seguida fue la de Blas Cantó, que firmó un nada desdeñable 13,2% de cuota con 2.355.000 espectadores, un resultado mucho más halagüeño que el 6,3% y los 1.104.000 espectadores que tuvo su interpretación de Voy a quedarme en la gala de Destino Eurovisión en TVE.
Analizando estos resultados, mucha gente podrá preguntarse por qué RTVE no cede algunas de las competencias sobre el Festival a la privada. ¿Podría, por ejemplo, organizarse una preselección en Telecinco? El ejemplo más reciente de que esta fórmula funciona se encuentra en Israel, donde la Kan ha vuelto a sacar a licitación pública su preselección para Eurovisión 2022, delegando todo el proceso a una cadena comercial tal y como ya hizo entre 2015 y 2020.
Sobre este asunto ha hablado recientemente el periodista Nando Escribano en un episodio de su podcast Eurovisión: la cuenta atrás. El catalán ha charlado con Sergio Calderón, director de Divinity, que defiende que "desde una cadena privada se ha logrado desmentir el cliché de que Eurovisión no funciona en cualquier programa de entretenimiento. Sólo hay que estudiar cómo encajarlo".
El directivo no duda de que la colaboración público-privada podría permitir realizar un gran evento a la altura de prestigiosas selecciones como el Melodifestivalen en Suecia o San Remo en Italia. "Existen fórmulas para convertir el proceso de selección en todo un hito de audiencias", recalca.
Para Calderón, el trabajo más inmediato que debe hacer TVE es "convertir Eurovisión en la estrella del formato de preselección, con una producción cuidada, configurando un equipo que ame, mime y sepa integrar la música en los programas de una televisión pública".
Sobre si Mediaset estaría dispuesta a asumir la responsabilidad de acoger una preselección española, el director de Divinity asegura que no es él quien debe decirlo, pero recuerda que la cadena "es número uno en entretenimiento" y confiesa que, como amante del Festival, le encantaría "poder contar con una marca como esta".
Sea como fuere, no cabe duda de que el atractivo de Eurovisión es suficiente para que las privadas se animen a invertir en el Festival y colaboren con TVE en su promoción y producción para devolverle el brillo perdido en estos años.
Esta estrategia no sería novedosa en el Big Five, pues en 2010 Alemania celebró ocho galas para elegir a su representante que estuvieron organizadas conjuntamente por la pública NRD y la privada ProSieben. Finalmente, la candidata designada fue la joven Lena, que con la canción Satellite lograría en Oslo la primera victoria del país germano desde 1982, la segunda de su historia. Teniendo en cuenta que España no gana desde 1969, quizás sea el momento de explorar nuevos caminos para alcanzar la ansiada gloria eurovisiva.