Decir que Isabel Pantoja no vive su mejor momento es recurrir a una frase manida, pero que siempre se cumple. La repentina cancelación y recolocación en la noche del sábado del programa Top Star, del que forma parte como jurado junto a Danna Paola y Risto Mejide, se ha sumado a la infinita lista de varapalos profesionales y personales que la artista ha recibido en los últimos años.
Aunque ella no sea directamente responsable de los pésimos datos de audiencia del talent musical, que están más relacionados con el auge del low-cost en el grupo de Fuencarral, este fracaso televisivo es un perfecto ejemplo de su decadencia. Y es que, desde hace mucho tiempo y en parte por propia voluntad, Isabel Pantoja permanece alejada de la felicidad.
Las duras vivencias de Isabel Pantoja
La vida de la cantante está marcada por la tragedia. Su historia comenzó con su nacimiento en el barrio de El Tardón, Sevilla, en 1956. El primer golpe llegó en su juventud con el fallecimiento de su padre, aunque esto no impidió que siguiese trabajando para forjar una incontestable carrera artística.
Sin embargo, la desgracia que marcó la biografía de Isabel Pantoja tuvo lugar en 1984. El 26 de septiembre de ese mismo año, su marido, el torero Francisco Rivera Paquirri, falleció en la localidad de Pozoblanco tras sufrir una cornada con dos trayectorias. Este hecho provocó ella se refugiase en Cantora y tiñese su vida de luto hasta el punto de que Pantoja fue apodada “la viuda de España”.
A partir de aquí, la cantante se consolidó como uno de los rostros por antonomasia del papel cuché y la crónica social. Su vida artística también adquirió un nuevo significado con el lanzamiento de Marinero de luces un año después de la muerte de su esposo, un exitoso álbum en el que Isabel dejó sangrar las heridas de su corazón que, hoy día, no han llegado a cicatrizar.
Los triunfos profesionales que consiguió durante esos años contrastaron con todo lo que rodeaba a su vida personal, que se envolvió en un halo de misterio alimentado por la rumorología de la prensa y los programas de la época. El enfrentamiento con la familia Rivera, la crianza de su hijo Kiko, su comentada relación con Encarna Sánchez, su vínculo y posterior distanciamiento con María del Monte o el embarazo de Isa P fueron algunos de los temas que coparon numerosas páginas en revistas y horas de debate y entrevistas. Esta concatenación de hechos precede al segundo flagelo de la vida de Isabel Pantoja: su amorío con Julián Muñoz y su posterior entrada en prisión.
Este fatídico capítulo, que incluye desde un triángulo amoroso hasta un juicio paralelo en los medios sobre su ingreso en la cárcel, terminó de confirmar la tóxica relación de la cantante con los medios que, de alguna forma u otra, la han acompañado durante toda su trayectoria.
Los medios y la última folclórica: un cóctel difícil de digerir
En todo el revuelo generado durante el Caso Malaya, cuya repercusión pública daría para una tesis doctoral, la televisión cobra especial importancia. Y es que este medio con gran alcance, que había tenido sus más y sus menos con Isabel Pantoja, se vuelve fundamental para modular el clima de opinión del momento y, por proximidad, la propia imagen de la cantante.
Sin embargo, el machaque en los platós durante su internamiento y sus múltiples deudas con Hacienda, provocaron que el vínculo de Pantoja con la pequeña pantalla y el resto de los medios pasase de ser un quid pro quo a una relación de dependencia. Asolada por el fisco y tras su salida de la cárcel en octubre de 2016, rompió su silencio en febrero de 2017 con una comentada entrevista en El Hormiguero que provocó la ira de Jorge Javier Vázquez y obtuvo récord de audiencia con un 23,8% de share y 4.783.000 espectadores.
A pesar de este arrumaco a Atresmedia, su vinculación con Mediaset ha sido la que ha pagado las facturas. De esta forma, Telecinco consiguió convertir a Isabel Pantoja en un personaje con una doble rentabilidad. Por un lado, todo el contenido generado por las penurias de la cantante sirvió, y ha servido hasta hace poco, para llenar horas y horas de contenido en programas del corazón, destacando el papel de Sálvame como principal espacio en contra de la tonadillera. Por el otro, y tras forzados cambios de opinión por parte de los colaboradores del citado programa, Pantoja pasó a ser un rostro del grupo de Paolo Vasile tras firmar un suculento contrato.
Antes de convertirse en jurado de talents musicales, tuvo que pasar por la penitencia de ser concursante de Supervivientes 2019 como cláusula ineludible del citado documento. La estancia de la folclórica en Honduras permitió a Telecinco configurar una de las ediciones más épicas del programa de robinsones. Además, la reputación de Isabel Pantoja se vio beneficiada gracias a la magia de la telerrealidad. Pudo así exhibir sus emociones ante la audiencia, humanizándose y alejándose parcialmente de su inherente divismo y acercándose al público generando empatía.
La herencia envenenada que intoxicó a la Pantoja
Desde el momento en el que sale del reality, Sálvame opta por rebajar sus afrentas contra la tonadillera, que se redujeron sustancialmente tras su aparición en Volverte a ver y durante la emisión de la primera temporada de Idol Kids, programa musical en el que ella participó como jurado. Tal y como explicó el periodista Pepe del Real, esto puede deberse a que Isabel solicitó que no se hablase de temas relacionados con su intimidad como condición parara ser jurado del programa.
Sin embargo, la irrupción de Kiko Rivera en los platós y el boom de la herencia de Paquirri impactó en la imagen de la cantante como un tomahawk. El mencionado contertulio de El Programa de Ana Rosa también señaló que todo el bombo que se dio a la polémica de la herencia de Paquirri podría tener como objetivo que la artista cumpliese su contrato.
De hecho, las exitosas emisiones del especial Cantora, la herencia envenenada son el ejemplo más claro de la tóxica relación que Isabel Pantoja mantiene con Telecinco. Esta serie de programas permitieron a la cadena rellenar horas y horas de contenido mientras alimentaba sus datos de audiencia, como ya analizamos en BLUPER.
Esta ambivalencia en el tratamiento a uno de los rostros del canal resulta tremendamente perjudicial para la vida personal y profesional de Isabel Pantoja. Dependiendo de las necesidades de la programación, la coplera es víctima o verdugo, una heroína trágica o una estafadora.
Esta ambigüedad ha añadido aún más peso a la estrella de Isabel, que ahora vaga por el mundo televisivo como un funambulista sin red. Y es que, aunque su avidez monetaria quede satisfecha por ingentes cantidades de dinero, su vida familiar y su faceta artística han quedado supeditadas al eterno retorno de la prensa rosa. Así, tras los muros de una fortaleza llamada Cantora, hay una mujer que llora porque ya no abraza a sus hijos ni mueve la bata de cola.