Mask Singer ha regalado este miércoles a la audiencia televisiva uno de los momentos más mágicos que se han vivido en el programa. Ana Obregón acudía al concurso como investigadora invitada y, mientras Eva Hache interpretaba la balada eurovisiva Quédate Conmigo bajo el traje de Cactus, la realización mostraba a la actriz emocionada en la mesa del jurado, mirando al cielo durante la estrofa que dice "sé que no te voy a olvidar".
Ana nos ha vuelto a emocionar con su segunda aparición televisiva desde la muerte de su hijo Álex. Hemos vuelto a detectar la tristeza en el brillo de su mirada, el dolor de un corazón roto que nadie puede recomponer, pero hemos sido testigos de mucho más que eso.
Con una generosidad infinita, Ana Obregón ha vuelto a brillar como personaje, ha hecho gala de su desparpajo y su magnetismo y nos ha regalado su mejor versión. En cada una de sus teorías sobre los famosos enmascarados, en cada chascarrillo y en cada interacción con los investigadores hemos podido ver el renacer de alguien a quien echábamos de menos, más incluso de lo que pensábamos.
'Antoñita la fantástica' ha vuelto y ahora sólo podemos desear que lo haya hecho para quedarse, porque la televisión no es lo mismo sin sus anécdotas, sin su capacidad para reírse de sí misma y brindarnos momentos tan surrealistas como entrañables, como cuando este miércoles recordaba que es bióloga para reivindicar su buen hacer adivinando los famosos que se esconden tras los animalitos del formato.
"Este es deportista, que yo he estado con muchos", aseveraba tras ver las pistas de Cocodrilo, recurriendo esta vez a su currículum amoroso para desarrollar su argumento. Y es que, además de sus dotes televisivas, la actriz demostró también su capacidad de análisis, pues logró acertar que bajo el disfraz de Cactus se escondía la humorista Eva Hache.
Ana estuvo brillante, remó a favor de obra y dio una valiosa lección humana: perder a un hijo te arrebata una parte importante de la vida, pero no te roba la capacidad de sonreír y disfrutar con las cosas que te hacían feliz antes de la desgracia. Ana es una madre rota y lo será siempre, pero ese dolor no la define como persona ni ha conseguido apagar su luz.
Su visita a Mask Singer ha dejado a muchos con la miel en los labios y ha mostrado una nueva faceta de la actriz que la televisión española debería explotar: la de jurado de un concurso. Ana da juego, hace gala de su sobrada experiencia, capta sin esfuerzo la atención de los espectadores y hasta de sus propios compañeros. Sólo hay que fijarse en cómo Javier Calvo la mira obnubilado en varios momentos de la gala del formato de Antena 3.
Sirvan algunos tuits publicados durante la emisión del programa como muestra del clamor popular por el regreso de Ana Obregón a la televisión.
La muerte de Álex Lequio interrumpió el 13 de mayo de 2020 el resurgir televisivo de la madrileña, que retomó en 2018 su faceta como actriz en la pequeña pantalla después de diez años para interpretar una desternillante versión de sí misma en Paquita Salas. Un año después, volvería a sorprender a los espectadores participando en MasterChef Celebrity, pero su pronta expulsión y la polémica posterior acabaron empañando su paso por el talent culinario.
En la pasada Nochevieja, Ana reaparecía tras siete meses de ausencia para dar las Campanadas en TVE. Esa velada acabó convirtiéndose en un emotivo homenaje a su hijo, pero también supuso su renacer en directo, el inicio de una nueva etapa en la que sus seguidores comprobaron aliviados que quedaba mucha Obregón por disfrutar.
Ese renacer se confirmaba este miércoles con su aparición en Mask Singer. Ana ha brindado una impagable muestra de generosidad y se ha ganado con creces cada aplauso y cada nueva oportunidad que le surja. Sólo ella podría teñir el luto de blanco, sonreír a la prensa al llegar a casa tras perder a su hijo y regalar lo mejor de sí frente a las cámaras 13 meses después. Anita sólo hay una, aprovechémosla.