El periodista Tico Medina hizo tantas cosas en la vida que es difícil resumir de forma breve su trayectoria profesional de seis décadas. Si hay algunas palabras que engloben todo su trabajo, posiblemente son las que pronunció Ernest Hemingway después de que el reportero lo entrevistara: "el periodista capaz de hacer de la pequeña noticia la gran noticia".
El propio Tico, pese a haber sido una de las mayores estrellas de la televisión en España, se definía a sí mismo, con la humildad de su carácter, como “un contador de historias”. Y eso hizo durante toda su vida: contar historias. Desde que escribió, a los siete años, un poema dedicado al ciprés de su abuelo hasta su última conexión con Carlos Herrera el pasado 29 de marzo, viernes de Dolores.
Su vocación por el periodismo, por contar lo que le rodeaba, le nació muy pronto. Pese a que su familia nada tenía que ver con la profesión, en su casa "veía y tocaba periódicos". Siendo niño, escribió una obra de teatro e incluso un reportaje sobre las vicisitudes de un viaje que había hecho a Madrid. Muy pronto, de adolescente, trabajó para Radio Granada y el Ideal mientras acaba el bachillerato.
Con sólo 18 años dio el salto a Madrid. Se matriculó en la Escuela Oficial de Periodismo, pero pisó poco las aulas. Prefería pasar el tiempo en las redacciones, en Informaciones, en ABC, en Pueblo, en Hola, revista de la que llegó a ser redactor jefe y en la que mantuvo un blog hasta hace pocos años, mientras la salud se lo permitió.
Pronto destacó como reportero. Y, como joven inquieto que era, se entusiasmó con un fabuloso nuevo medio que nacía en aquella década de los cincuenta. En los entonces nuevos estudios del Paseo de La Habana, se puso manos a la obra: detrás y delante de las cámaras. No tardó en llegar la popularidad que sólo la “caja de madera”, como él la llamaba, puede dar. Fue con el programa de entrevistas –género del que acabaría convirtiéndose en maestro- Tele-Madrid (1957), que copresentaba con otra de las grandes figuras de la televisión en España: el cordobés Yale (1930-1994).
Se les conocía como la 'pareja terrible', por su sagacidad a la hora de hacer hablar a los entrevistados. Por primera vez se ponía en marcha un formato televisivo de entrevistas de actualidad, fórmula que la pareja repetiría muchas veces en el futuro siempre con éxito.
Fue sólo el principio. Seguirán una infinidad de programas en TVE mezclando las entrevistas y el magazine de actualidad, lo que luego se conocería como el infotaintment: Cuarta dimensión, Todo es posible en domingo, Hoy por hoy, 300 millones, A toda página, Extra Rosa, las mañanas de Rosa o Con T de Tarde.
En una entrevista el año pasado con su hijo Nacho Medina, también periodista, Tico recordaba cómo se trabajaba en aquellos primeros programas de TVE en el Paseo de La Habana. “Franco era el único espectador importante”, confesaba el comunicador, que precisaba cómo debían tener mucho cuidado de no disgustar al jefe del Estado.
También recordaba cómo el dictador le llamó después de que emitiera el primer programa de Félix Rodríguez de la Fuente para decirle que le había gustado mucho. Y es que a Tico Medina también le debemos el descubrimiento de jóvenes talentos. Fue él el que sacó a Félix, el amigo de los animales, de una consulta odontológica donde trabajaba como auxiliar, para convertirlo en el personaje icónico que llegó a ser. También le debemos el descubrimiento de Marisol, Pepa Flores, a la que hizo debutar en televisión en uno de sus programas.
Las entrevistas de Tico Medina fueron un hito en la España franquista. Logró hablar varias veces con Fidel Castro en una casa de Varadero. Acompañó a John Lennon en el desierto de Almería mientras rodaba con Richard Lester “Cómo gané la guerra” (1967). Acompañó al general Perón y a Isabelita a hacer la compra en un supermercado de Madrid. Puso ante las cámaras de TVE a Richard Nixon, Che Guevara, Pablo VI, Indira Ghandi, Ferdinand Marcos o Teresa de Calcuta. Entre los españoles, personajes como Salvador Dalí o Manolete. En total, se calcula que realizó más de 30.000 entrevistas.
El único personaje que lamentaba no haber entrevistado era Rita Hyworth. No llegó a tiempo, se quejaba. Sólo pudo oírla agonizar a través de la puerta de la habitación donde la actriz falleció. Su obsesión, en sus propias palabras, era sacar historias preguntando "entre palacios y establos".
Pero si deslumbrante fue su faceta como entrevistador, no lo es menos en otros géneros como el reportaje. Fue corresponsal de guerra destacado en los grandes conflictos de las décadas de los 60 y 70. Fue corresponsal en México entre 1977 y 1978. Y hasta practicó el periodismo de inmersión, como Tom Wolfe o Hunter S. Thompson: probó el LSD para escribir sobre drogas y se tatuó un barco para escribir sobre la proliferación de los tatuajes entre los jóvenes.
Tico Medina no despreciaba ningún medio de expresión. Fue autor de más de 20 libros. Entre ellos, las biografías de Julio Iglesias –de la que casi llegó a vender un millón de ejemplares–, 'El Cordobés', Lola Flores o Manolete. Y en cine, escribió guiones en los años 60 de películas como Aprendiendo a morir, de Pedro Lazaga, o La niña de luto, de Manuel Summers.
El idilio del público con la forma de hacer periodismo de Tico Medina se debe, en palabras de su hijo Nacho, “a una cadencia poética en la narración que es capaz de estar hablando de algo farragoso y envolverlo con un lazo de seda”.
El periodista Juan José Hernández, del diario Ideal, donde comenzó su carrera Tico, completa la descripción calificándole de “afable, divertido, socarrón, inteligente, curioso, siempre intencionado pero nunca de 'bisturí afilado', porque defendía el respeto por encima de todo”.
Esa personalidad tan peculiar de Tico Medina es la que le ha convertido en uno de los más grandes periodistas españoles de las últimas seis décadas. Una personalidad que queda de manifiesto en una anécdota ocurrida en la Isla de La Graciosa (Canarias). Allí encontró en la calle, según contaría más tarde, al personaje más sabio de cuantos había entrevistado. "Me acerqué a un pescador –recordaba- y le pregunté si allí moría mucha gente y me dijo: 'aquí se mueren todos, como en todos sitios'".
Escolástico Medina García nació en Piñar (Granada) el 1 de septiembre de 1934 y murió en Madrid el 5 de julio de 2021 a los 86 años. Deja cuatro hijos.