Secret Story ha sido el reality show escogido por Telecinco como gran apuesta en el inicio de la temporada. Este programa de telerrealidad producido por Zeppelin tiene como objetivo dotar al canal principal de Mediaset de una nueva baza para garantizar la victoria en el prime time y poder retroalimentar el resto de espacios de la programación en los que se comentan realities y corazón.
Aunque aún es muy pronto para abordar su rendimiento en términos de audiencia, habiendo mejorado sus datos con respecto a su estreno, sí que es posible realizar un análisis cualitativo del formato. Y es que Secret Story no consigue estar a la altura de otros títulos como Supervivientes o el ausente GH VIP. Sus múltiples problemáticas, que quizá el espectador medio ignore ante la ausencia de otros programas de telerrealidad en la parrilla, pueden sintetizarse en cinco puntos.
1. La falta de identidad del formato y su parecido con GH VIP
En el comunicado de su lanzamiento, Mediaset describió Secret Story como "el reality de éxito en Europa" en el que "los secretos marcan el ritmo de la convivencia". Además, remarcó el éxito internacional del formato y que la versión española era la primera que contaba con concursantes famosos.
Lo que no se mencionó es que Secret Story no es un formato original per se, sino una versión de Gran Hermano en la que los secretos juegan un papel fundamental en el desarrollo de las tramas. Este planteamiento es bastante similar al de GH 16, la llamada edición de los secretos, con la diferencia de que, en su día, algunos de los misterios de los participantes fueron revelados al público desde el inicio.
En términos de imagen, intentar revestir a este formato derivado de GH con una pátina de novedad resulta completamente lógico. Resucitar la marca Gran Hermano o asociarla tan directamente a un estreno era un gran riesgo después de la fuga de anunciantes que se produjo en GH VIP 7 debido al caso Carlota Prado, que todavía está pendiente de resolución judicial. Así, Secret Story es un ejemplo paradigmático de rebranding televisivo orientado a evitar crisis publicitarias y reputacionales.
2. Promoción sin chispa
El concepto difuso del programa se trasladó a su promoción. Aunque el eje creativo vertebrado por los secretos podría haber hecho germinar acciones creativas más originales y sorprendentes, se optó por un planteamiento tradicional que no brilló ni en televisión ni en el entorno digital. Tampoco se utilizó ningún insight, algo que provocó que su campaña de lanzamiento no conectase lo suficiente con su audiencia.
De esta forma, la posibilidad de conseguir que Secret Story tuviese una percepción distinta por parte del público, algo que resultaba muy complicado, quedaba descartada. Por otro lado, la identidad visual del programa tampoco guarda grandes diferencias con Gran Hermano más allá del uso del neón, la tipografía del logotipo y el uso de tonos violáceos en lugar del rojo sobre fondo oscuro. Lo mismo sucede con el plató, que no ha sufrido cambios sustanciales a pesar de las reformas, y con la casa de Guadalix, que se ha reciclado a pesar de ser la localización del otrora formato estrella de Zeppelin.
3. Jorge Javier, Carlos Sobera y Jordi González (otra vez)
Si el parecido de Secret Story con GH en concepto e imagen ya supone un problema, recurrir a la tríada de presentadores estrella de realities de Telecinco, a la que se añade Lara Álvarez en el Última Hora, refuerza aún más la idea de que La casa de los secretos es más de lo mismo.
Es comprensible que Jorge Javier Vázquez continúe como presentador principal debido a su trayectoria, a su capacidad única para lidiar con todo tipo de socialités y a su presencia en otros programas de Telecinco en los que se comenta el reality. También lo es que se cuente con Carlos Sobera, que ha conseguido encontrar su hueco al frente de estos espacios gracias a su perfil menos ácido y más afable.
No obstante, resulta complicado encontrar razones para justificar que Jordi González siga al frente de un reality más allá de su relación contractual con Mediaset. Cada vez que aparece en pantalla, el catalán se convierte en diana de las críticas de los espectadores debido a su aparente desdén hacia el espacio que presenta.
Por su parte, tampoco se entiende por qué Lara Álvarez ha quedado relegada al Última hora. La amazona de Mediaset ha demostrado en repetidas ocasiones contar con el cariño del público y con sobradas tablas para hacerse con las riendas de su propio programa en prime time. Además, su firme compromiso con su trabajo se plasma en su apasionada forma de vivir cada edición de Supervivientes. Esto convierte a la periodista en un diamante en bruto que, como ya analizamos en Bluper, debería empezar ya a brillar.
4. Un casting low cost con margen de mejora
Siguiendo la línea de La casa fuerte, Telecinco tampoco parece haber realizado una gran inversión en el casting de Secret Story. El plantel de este reality puede dividirse en personajes secundarios que han formado parte de tramas de programas de corazón o telerrealidad recientemente (Sandra Pica, Julen de la Guerra, Fiama, Cynthia Martínez y Sofía Cristo), colaboradores de la cadena (Isabel Rábago, Canales Rivera, Miguel Frigenti y Luis Rollán), personajes con mayor o menor notoriedad no habituados a estos ambientes (los Gemeliers, Emmy Russ, Cristina Porta y Chimo Bayo) y rémoras de otros personajes de mayor envergadura (Lucía Pariente y Bigote Arrocet).
De entrada, llama la atención que un programa cuyo mayor aliciente es el morbo de descubrir secretos no haya apostado por perfiles con mayor interés público y que no hayan expuesto aún parte de su vida privada. Un ejemplo perfecto de fichaje hubiese sido Kiko Hernández, que comentó en Sálvame que había sido tentado para participar en Secret Story.
El único contrapunto positivo del casting está representado por los Gemeliers. Jesús y Daniel cuentan con notoriedad pública, pero pertenecen al ámbito musical y no han revelado demasiados detalles sobre su intimidad. Así, los hermanos sirven como reclamo a la par que permiten a la audiencia descubrir más sobre ellos.
Y es que, quizá, Secret Story debería haber sabido mirar más allá de la endogamia de Mediaset para reclutar a sus participantes, ya que solo cinco de los dieciséis concursantes no han salido de programas de Telecinco.
5. Tramas que dependen en exceso del exterior
Este punto está directamente relacionado con el anterior. El hecho de que la mayoría de los presentes en La casa de los secretos hayan salido de Telecinco implica que trasladan las guerras que están viviendo fuera al interior de la casa. A pesar de que puede parecer una buena idea para generar contenidos, esto ocasiona que la mayoría de los conflictos trascendentales que acaecen en el reality vengan de lejos.
El ejemplo más claro de esto es el encontronazo entre Isabel Rábago y Miguel Frigenti por el polémico despido del periodista de Ya es Mediodía. A este duelo de colaboradores hay que sumar la infidelidad de Canales Rivera a su novia con Cynthia Martínez, las rencillas entre Frigenti y Lucía Pariente, los vaivenes sentimentales de Sandra Pica y Julen de la Guerra, el flirteo pandémico entre Fiama y Sofía Cristo o la mera presencia de Edmundo Arrocet, que permite llenar horas de programación en los magacines de Telecinco.
Lo descrito provoca que el espectador asiduo de Telecinco que ve Secret Story tenga que conformarse con un refrito de muchas de las tramas que ya conocía en lugar de que el programa genere un universo propio con tramas frescas. Sea como fuere, es probable que el “formato” de Zeppelin consiga salvar la papeleta ante la ausencia de realities de otras cadenas y la escasa competencia a la que hace frente en su entrega de los jueves. Porque, en definitiva, a buen hambre no hay pan duro y Mediaset siempre se asegura de que haya salseo para mojar.