La estrategia de Mediaset con la emisión de Secret Story, más allá de los incontables cambios en la programación, no ha tenido grandes novedades con respecto al resto de realities de la cadena: un programa el martes, una gala con nominaciones y expulsión el jueves y un debate los domingos. Tampoco se ha innovado en los presentadores: Carlos Sobera, Jorge Javier Vázquez y Jordi González se encargan, respectivamente, de cada una de las entregas.
Sin embargo, este nuevo formato de Telecinco sí ha dado una importante oportunidad a una presentadora que lleva años demostrando su talento y que en este reality está brillando más que nunca. Se trata de Lara Álvarez, que por primera vez ha podido salir de su papel de copresentadora o encargada de resúmenes para conducir su propia gala con público.
La asturiana comenzó presentando las habituales entregas del Última hora sola en el plató del programa, con un formato muy encorsetado en el que no podía mostrar el sentido del humor y la espontaneidad que sí se le ha visto en otros programas como Supervivientes. Pero el pasado 4 de octubre Mediaset decidía elevar la categoría de esa emisión y convertirla en una gala más, con público y conexiones con la casa.
Desde entonces, Lara sabido exprimir la oportunidad de la cadena y demostrar sus ganas -y sus sobradas aptitudes- para ponerse al frente de su propio formato en prime time. La comunicadora ha aportado frescura al reality y ya ha dejado momentos para la posteridad, como el baile con el que abrió su primera gala con público o la coreografía de Dirty Dancing que se ha atrevido a hacer este mismo lunes, con porté incluido.
La eficacia eficacia de Lara ante las cámaras tiene que ver con mucho más que el talento y la profesionalidad. En el brillo de sus ojos y en la entrega con la que afronta cada reality se detectan rasgos de los mejores tiempos de Gran Hermano, de aquella emoción contagiosa de Mercedes Milá.
La presentadora ya hace gala de su magnetismo cada año en Supervivientes. A pesar de llevar siete ediciones al frente del reality desde Honduras, la asturiana no ha mostrado ni un ápice de desgaste y vive cada edición como si fuera la primera. Buena muestra de ello es su incontenible emoción cada vez que tiene que realizar la ceremonia de clausura de la palapa antes de volver a España.
Lo mismo ocurre con Secret Story, donde Lara ha conseguido que verla dos horas a la semana sepa a muy poco. Incluso ya son muchos los espectadores que piden que sustituya a Jordi González al frente de los debates cada domingo. Y es que en los últimos tiempos el catalán ha sido foco de críticas por la desgana con la que conduce las galas.
Sea como fuere, resulta evidente que Lara Álvarez merece un mayor protagonismo en Telecinco. Sus seis años en la cadena, la opinión mayoritaria del público y su labor al frente de Secret Story son aval más que suficiente para que Mediaset otorgue a la asturiana un espacio propio en prime time o, en su defecto, le permita tomar las riendas de alguno de los realities de turno, aprovechando además para regalar a la audiencia una ansiada renovación de caras que lleva años reclamando.