La telerrealidad es uno de los géneros que continúa despertando interés de la audiencia. Los realities y programas de convivencia están muy arraigados en la televisión de nuestro país ya que, desde que el año 2000 irrumpiera en la pequeña pantalla la primera edición de Gran Hermano, han sido muchos los formatos que han utilizado el cautiverio de los concursantes como uno de sus principales ganchos.
Los realities show han sido cantera de muchos de los personajes que actualmente copan los medios de comunicación, nombres que después de haber entrado en programas como absolutos desconocidos se han convertido en personas populares que generan igual o mayor interés que otras personalidades conocidas por sus profesiones o sus vínculos familiares.
Pese a este hecho, en los últimos tiempos las cadenas de televisión han dejado de confiar en caras anónimas para delegar sus espacios a otras más populares. Una decisión con la que a priori se aseguran la atención del televidente, aunque no siempre es así.
Secret Story. La casa de los secretos en Mediaset, cadena que se ha consagrado como experta en este género, es el vivo ejemplo de que la ecuación famosos más encierro es igual a éxito no siempre resulta. Más de un mes ha pasado desde su estreno y parece que aún no termina de despegar en lo que a tramas y audiencia se refiere, una situación que parece preocupar a la cadena de Fuencarral dado que ha movido el horario y la versión del formato en varias ocasiones desde su comienzo.
Un casting poco acertado, personajes algo manidos y falta de aire fresco son algunos de los condicionantes para que los realities de famosos no consigan enganchar a la audiencia. Un fallo en el que parecen incidir últimamente las televisiones, pese a que los datos cosechados por otros espacios parecen reflejar que el público reclama otra cosa.
La isla de las tentaciones es el ejemplo perfecto que pone de reelevo la atracción que puede generar en el espectador conocer a nuevos personajes. Las tres primeras ediciones del programa han sido todo un fenómeno tanto en redes sociales como en audiencias, llegando a superar en ocasiones el 28% de share y concentrando a millones de espectadores frente a la pantalla. Las peripecias sentimentales de parejas, en su mayoría anónimas, que ponen a prueba su amor ha provocado mucho interés, algo de lo que Mediaset ha sabido sacar provecho.
Abrumados por el éxito, la cadena de Paolo Vasile ha creado una nueva versión en la que los concursantes más icónicos de todas las ediciones vuelven a vivir la experiencia de estar en la polémica isla. Un programa, La última tentación, que no está contando con el mismo éxito de sus predecesoras y que por el momento se aleja varios puntos del 20% de share. Una realidad que hace pensar que quizás la audiencia no esté muy interesada en volver a seguir las historias de los mismos chicos a los que vieron nacer televisivamente.
La más mínima aparición en televisión puede convertir a un perfecto desconocido en un 'VIP' de reality, algo de lo son ejemplo muchos de los integrantes que componen el circuito de programas en Mediaset. Personas interconectadas entre sí que cuando entran en una casa acaban generando en un pequeño espacio el mismo enfrentamiento que tiempo atrás habían explotado en los platós. Una repetición que puede resultar un tanto monótona y que acabe generando lo peor que se puede despertar en televisión: aburrimiento.
La inocencia de las nuevas caras, pese a que con el estallido de las redes sociales y las décadas como espectador esta queda limitada, es sin lugar a dudas una virtud cuando se habla de telerrealidad. Una ocasión perfecta para dar conocer a los consumidores nuevas tramas que se alejen de las ya conocidas y que a su vez generen momentos impregnados de la inexperiencia de personas que jamás habían tenido contacto con la televisión. Una oferta que además cuenta con un factor que siempre funciona en la pequeña pantalla: la identificación. La empatía del espectador con personas sin pasado en los medios de comunicación siempre será mayor que la que se pueda crear con otras que ya cuentan con una vida mediática anterior. Una baza que sin anónimos es más difícil jugar y que es todo un aliciente para la audiencia.
Pese a lo expuesto anteriormente, no se puede obviar lo atractivo que también resulta ver a personas conocidas por todos en situaciones en las que jamás los hubiéramos imaginado. Circunstancia que también cuenta con una acepción, y es que para generar ese especial interés el famoso en cuestión debe pertenecer a un mundo alejado de todo lo referente a la telerrealidad. Prueba de ello es la gran apuesta de TVE por MasterChef Celebrity o la que Antena 3 hace con Mask Singer, donde se pone frente a los focos a algunos de los personajes más elitistas de nuestro país desarrollando actividades tan variopintas como cantar una canción de ABBA bajo un disfraz de gata o cocinar un extraordinario suflé.