No son buenos tiempos para Sálvame. El que durante más de una década ha sido el formato estrella de Telecinco atraviesa la mayor crisis de su historia, percepción que no solo pronostican los irregulares datos de audiencia que registra, sino también el hombre que ha estado al mando de este 'buque insignia' del entretenimiento televisivo desde sus inicios, Jorge Javier Vázquez.
Varios han sido los factores que han hecho que el programa se encuentre en horas bajas. Además del justificado desgaste que acarrea estar tanto tiempo en pantalla de manera ininterrumpida -recordemos que son 12 años de emisión- agentes como el polémico y reiterativo tratamiento informativo del fenómeno generado por el documental de Rocío Carrasco en los últimos meses, la desaparición de colaboradores como es el caso de la fallecida Mila Ximénez o los cambios efectuados en lo referente a la línea editorial del programa, parecen que le están pasando factura. Cuestiones a las que además hay que añadir el efecto de la pandemia, que sin bien disparó en un primer momento el consumo de televisión a consecuencia del estricto confinamiento al que nos vimos sometidos, también ha traído consigo otras cuestiones y caídas libres en datos de audiencia una vez finiquitado el estado de alarma.
Una de las consecuencias de la Covid ha sido que las televisiones hayan tenido que prescindir de uno de los elementos que logran sumar emoción a cada unos de los momentos emitidos en pantalla. Un componente que en los últimos meses ha visto reducido a cero su presencia y que poco a poco está volviendo: el público. Si bien es cierto que en la mayoría de programas los asistentes en plató se ciñen a aplaudir y reír cuando toca, en el caso de Sálvame las funciones podían ser otras muy diferentes, convirtiéndose casi en un ente que brillaba con luz propia.
Los abucheos o apoyos consiguen poner en contacto directo a los profesionales, testimonios o entrevistados que están en plató con la gente, comprobando así de primera mano y de forma inmediata cómo reacciona el público ante sus palabras. Esto provoca que el emisor en cuestión desarrolle ira, felicidad, miedo, vergüenza... sentimientos que al final acaban traspasando la pantalla y percibe el público que está en sus casas. No deja de ser una pequeña muestra social que evalúa en el acto cómo están siendo asimilado el contenido que se ofrece, sin lugar a dudas un factor que rema a favor de imprimir carácter y emoción a un formato.
Además de esta cuestión que se desarrolla de forma genérica en todos y cada uno de los formatos de televisión que cuenta con asistentes físicos in situ, en el caso de 'Sálvame' el público ha ido un paso más allá. La espontaneidad y la ilusión de las personas que acudían al programa han sido aprovechadas desde sus inicios para generar momentos únicos que hubieran sido imposibles de recrear de otro modo.
Episodios como el aluvión de besos a Lydia Lozano provocado por Paz Padilla, el enfado en forma de patada de Karmele Marchante contra una señora que la quería abrazar, las performances introductorias del programa donde el público se prestaba a figurar como si de extras de cine se tratasen, o las míticas meriendas que gentilmente ofrecían las hordas de autobuses que desde provincias viajaban hasta la cadena de Fuencarral para ver a sus ídolos de las tardes, son algunos de los ejemplos que han quedado grabados en la memoria de los espectadores.
Una presencia, la del público, que inclusive en ocasiones ha logrado generar una trama que después ha ocupado varios días de emisión. Muestra de esto es el momento en el que una señora de público afirmó desde la grada que había visto a Terelu Campos años atrás tratando de manera despectiva a algunos de sus compañeros durante su etapa como presentadora en Telemadrid. Un testimonio gracias al cual Sálvame tuvo gasolina suficiente para medir la paciencia de la hija mayor de María Teresa Campos durante una semana.
Pese a que resulta evidente el grado de importancia que tiene el público en un programa como Sálvame, por el momento no se ha producido ningún paso que indique su regreso a plató. Mientras que otros programas de la cadena como Supervivientes o Secret Story poco a poco van regresando a la normalidad, asegurando siempre las distancias entre los asientos y cumpliendo con el protocolo vigente de seguridad anti-Covid, Sálvame apenas cuenta en ocasiones con unas frondosas macetas en plató. Una decisión, la de no llevar público, con la que Jorge Javier Vázquez parece estar de acuerdo. "Quiero compartir algo con todos ustedes: creo que no debe volver el público a los platós de televisión en la vida", asentía el de Badalona durante un Deluxe el pasado mes de agosto. Una opinión, la de Jorge, que responde a que según él se consigue así que los invitados estén más tranquilos a la hora de contar sus intimidades.
Son diferentes los pareceres respecto a si deben o no regresar el público al plató de Sálvame, una cuestión que tendrá que abordar la llamada 'cúpula' del programa. De ellos depende si en las próximas semanas volveremos a ver el famoso estudio de Fuencarral repleto de personas. Unas gradas que en otros tiempos destilaban alegría y espontaneidad y que desde que explotase la nefasta crisis de la Covid permanecen vacías a la espera de albergar de nuevo carcajadas y aplausos.