El pasado 21 de octubre echaba a andar la segunda temporada de HIT, la serie de Televisión Española que retrata los problemas de la juventud desde un prisma muy amargo. Daniel Grao volvía a meterse en la piel de Hugo Ibarra Toledo para hablar de cómo los más jóvenes viven su identidad de género, los radicalismos políticos y religiosos o el consentimiento sexual.
Con tres episodios ya emitidos resulta llamativo cómo la ficción creada por Joaquín Oristrell ha cambiado una parte muy importante de su narrativa. La primera tanda de episodios nos enseñó cómo el pedagogo apodado HIT lidiaba con sus demonios interiores (una masacre en un instituto y sus problemas con el alcohol) a la vez que intentaba meter en vereda a un nuevo grupo de estudiantes.
Hugo tenía una metodología muy particular. Identificaba a los jóvenes problemáticos como enfermos, e intentaba convencer a los padres de que sus hijos necesitaban todo tipo de ayuda. De hecho los títulos de los episodios iban relacionado con esto mismo, con enfermedades. La infección, la consulta, el diagnóstico, la recaída, cuidados intensivos. Incluso el último capítulo hacía referencia al alta médica.
Para no repetir el esquema de los episodios de la primera temporada, ahora los guionistas han tenido que cambiar la forma de trabajo del protagonista. Ciertamente habría resultado decepcionante ver cómo vuelve a hablar de enfermedades, de teorías de trabajo extremas y de curas. ¿Dónde queda su metodología, sus particulares acciones pedagógicas que tantas ampollas levantaron en el instituto Anne Frank?
Son el pasado, sencillamente. Hugo Ibarra Toledo, o HIT, es una eminencia dentro del universo de la educación, pero escribe sus propias reglas, sobre la marcha, según le convenga. Las improvisa, en el mejor sentido posible. De hecho, los alumnos de formación profesional de IES León Felipe, en Puertollano, Ciudad Real, no tienen los problemas de violencia en las aulas del Anne Frank. Allí no hay profesores agredidos, ni coches quemados, ni nada que se le parezca.
Ahora el personaje de Daniel Grao tiene que intentar convencer a un grupo de escolares de que hay futuro, por muy gris que parezca el horizonte. Prácticamente todos los chicos creen que están abocados al fracaso, al igual que sus padres, que se ven en la cuerda floja después de que cerrase la fábrica de la que vivían la mayoría de familias de la localidad. A pesar de ello tienen que encontrar razones para luchar, para estudiar y salir a flote.
Dentro de esa desilusión sí que los chicos recurren a la violencia, pero no en el colegio. La ejercen en las calles, en los centros comerciales, en la fábrica que ha cerrado. Parece que solo destrozar mobiliario o negocios les hace sentir vivos. Por ello HIT les ha puesto a derrumbar un antiguo parque infantil que va a ser remodelado, para que canalicen su rabia de forma constructiva. Les está enseñando que todos tenemos algo que, literalmente, nos la pela, pero que hay que vivir con ello, aguantando el chaparrón acorde a las normas de la sociedad. Y que en el día a día nos puede ir mejor si aprendemos a decir sí, en lugar de llevar el no como carta de presentación.
De forma transversal, como decíamos, HIT ha tratado nuevos frentes que no estaban presentes como tal en la primera temporada. Como el fanatismo religioso de Mat (Son Khoury), el hijo de la conductora de autobuses Francis (Marta Larralde), que se combina con una adicción terrorífica a las nuevas tecnologías y a los videojuegos.
Especialmente interesante resulta el perfil de Román (Álvaro de Juana), un chico que nació en Rusia, pero que fue adoptado por una familia española que regenta una pequeña pensión en el pueblo. Román tiene inclinaciones violentas, y un amor por España que le alinea con la extrema derecha. Es racista, tiene LGTBIfobia, y sus compañeros le reprenden por cómo ha podido identificarse tanto con unos valores de ese estilo cuando ni siquiera tiene en España sus raíces biológicas.
Y sin olvidarnos de Lucía (Claudia Licari), la madre soltera de un bebé llamado Aitana, como su cantante favorita. El episodio emitido el jueves pasado debería ponerse en todos los institutos para invitar a los jóvenes a reflexionar sobre el consentimiento sexual y el hecho de mantener relaciones sexuales con alguien que está en estado ebrio.
Esta semana, HIT se adentrará en el perfil de Chelo (Alba Del Ángel), obcecada con la fama. Una chica que está convencida de que su padre es el cantante David Bustamante, y que se colará en un concierto del cántabro para demostrarle cómo conoció a su madre hace más de quince años. En el episodio, Bustamante se interpretará a sí mismo, logrando así un doblete en el prime time de Televisión Española, pues cada lunes le vemos (de momento) cocinar en MasterChef Celebrity.