La muerte de Verónica Forqué ha conmocionado al mundo de la cultura, el espectáculo y el entretenimiento. El suicidio de la actriz ha vuelto a poner en el foco mediático la importancia de la salud mental, algo de lo que ella misma habló abiertamente y sin tapujos en muchas de sus intervenciones públicas.
No era ningún secreto que la que fuera concursante de MasterChef Celebrity había pasado por varias depresiones. De hecho, su maltrecho estado anímico y físico la llevó a abandonar el talent culinario de RTVE, que ha sido su último gran proyecto televisivo. Sin embargo, no ha sido hasta su muerte cuando muchos han tomado conciencia de que la salud mental de Verónica no pasaba por un buen momento.
Es indiscutible que el peculiar carácter de la actriz dejó inolvidables momentos y dio un contenido muy valioso y atractivo en la sexta edición del formato con famosos. Pero ahora se hace necesario analizar dónde se encuentra la delgada línea que separa lo televisivo de lo humano, así como reflexionar sobre si la televisión y los espectadores pudimos haber actuado de otra forma para cuidar la salud mental de Forqué, o al menos para no hacer espectáculo con ella.
Evidentemente, no se trata de señalar culpables o de estudiar frívolamente los motivos que pudieron llevar a la ex chica Almodóvar a decidir acabar con su vida, sino de analizar cómo la televisión, y en este caso MasterChef Celebrity, ha pasado por alto los evidentes problemas de salud mental de Verónica Forqué, mientras que muchos espectadores no han dudado en utilizar esos mismos problemas para atacar públicamente a la concursante.
Basta con echar un vistazo a las últimas publicaciones de la actriz en redes sociales para detectar cómo la salud mental es el tema central en los mensajes de odio hacia ella. "Estás de psiquiátrico", "medícate" o "enciérrate y no salgas hasta que estés curada" son algunos de los irrespetuosos e inadmisibles comentarios que algunos usuarios le dedicaron durante su concurso.
Pese a tratarse de un talent culinario, en esos comentarios públicos apenas hay referencias a las cuestionables dotes en las cocinas que mostró o a los graves errores que cometió en las pruebas del programa, a pesar de los cuales no fue expulsada.
Se observa, por tanto, cómo por una parte la salud mental ha valido a los haters de Verónica para desprestigiar su paso por el formato de TVE, pero por otro lado al programa le ha valido para generar contenidos, ignorando las necesidades que la concursante pudiera tener, o si realmente estaba en condiciones de competir.
Que MasterChef fuerza situaciones de presión para crear tramas es algo de sobra conocido tras más de una veintena de ediciones emitidas en España, pero cabe preguntarse si la inestabilidad de la actriz no fue lo suficientemente notable como para que el programa la sacase de un juego televisivo al que no todo el mundo está preparado para entrar.
En definitiva, el suicidio de Verónica Forqué tiene que valer como enseñanza y debe marcar un punto de inflexión para quienes hacen televisión, pero también para quienes la consumimos. Sin señalamientos, fustigamientos ni debates maniqueos, debemos tener la suficiente madurez para reconocer que la salud mental se ha tratado de forma pésima en el medio televisivo en infinitas ocasiones, y una de las últimas ha sido el paso de la actriz por MasterChef Celebrity.
Sí, los 'brotes' de Verónica en las pruebas de exteriores eran muy divertidos y han dado ritmo a un programa cuya emisión se hace tediosa en muchas ocasiones, pero una persona emocionalmente estable no habría protagonizado esos episodios y no todo puede valer para captar la atención de la audiencia.
Quizás el final de esta historia habría sido el mismo aunque Verónica no hubiese entrado en el programa de TVE, pues se sabe que el suicidio responde a múltiples factores y no tienen un único detonante. Pero sólo si aprendemos de los errores podremos detectar los problemas psicológicos a tiempo y ofrecer ayuda a quien pueda necesitarla, pues la salud mental no puede valer como espectáculo televisivo.