Pasión de gavilanes, tras diecinueve años, más parece el publirreportaje de una clínica de cirugía plástica que la nueva temporada del culebrón. Hay momentos en los que no se sabe muy bien quiénes son los hijos y quiénes son los padres. Con ellas es más fácil: si no se le mueve la frente ni el entrecejo, es una de las hermanas Elizondo primigenias.
La cosa ha empezado con una innecesaria introducción a cargo de Lara Álvarez, que es a los programas de Telecinco lo que Nieves Álvarez a las galas: está en todas. Vestida de vaquera en un escenario como de fotógrafo de barrio en los 80, con unas balas de heno de coña y una vallita y una puesta de sol supernatural, ha dado paso a algo así como un prescindible minidocumental con el reencuentro de los actores. Lloran, se abrazan, se ríen. “Es raro” dice una, “es como si se hubiese detenido el tiempo”. Y razón no le falta, porque con tanto botox y tanta cirugía parece que de verdad no ha pasado el tiempo. Si no fuera porque sus frentes y sus mejillas se encuentran al borde del desgarro de tanto estiramiento, pasarían por ser ellos mismos hace 19 años. Tras eso, por fin, los dos primeros capítulos.
Trama… ¿qué trama?
La trama (hay una trama, pero cuesta prestarle atención un poco porque todo el mundo está bastante bueno y eso despista) desgrana la vida de las hermanas Elizondo con los hermanos Reyes veinte años después de que se conocieran y la liaran parda en aquel fenómeno televisivo que fue este culebrón. Y ahora son más. Juan y Norma son padres de tres hijos, dos de ellos gemelos. Sara, que está muy Björk, se ha separado de Franco, que no sabemos dónde está, y tiene un hijo y una hija. Jimena y Óscar no han tenido hijos y ella se dedica a la moda. Y les van a pasar cosas a todos.
Todo empieza con un crimen del que acusan a los gemelos de Juan Reyes y Norma Elizondo, y los buscan y los pillan. Y ahí toda la familia responde unida, porque si algo tiene esta gente es que son muy de la familia. Al mismo tiempo, ha vuelto al pueblo Rosario Montes, que se ha comprado un bar, y todo apunta a romance con el hijo mayor de Juan y Norma. Y habrá problemas, como si lo viera. No es que yo las pille al vuelo o tenga un prometedor futuro como vidente, es que no son muy sutiles con los recursos narrativos. Así que en cuanto han cruzado miradas y se ha ralentizado la imagen, que solo ha faltado que se encendiese un neón con una flecha que pusiese “idilio”, yo he dicho: aquí hay un amancebar.
Jimena y Óscar vuelven de Milán, que estaba ella triunfando en la moda, porque lo primero es la familia. Se ponen muy sicilianos a veces los del ranchito. Björk llora porque echa de menos al padre de sus hijos y su hermana, pese al cirio que tiene en casa con lo de los gemelos, le presta atención y la consuela. El abuelo está gagá.
Y más o menos esto es todo. Sugiero, después de que haya vuelto “Sexo en Nueva York” veinte años después y Los Gavilanes 19 más tarde, estando ya en condiciones de poder afirmar que es tendencia, que alguien debería hacer algo con “Compañeros” y contarnos si Quimi acabó en la cárcel, si se ha divorciado de Valle y si derribaron el colegio Azcona para construir un parking.