Un año más, el Festival de Eurovisión no logrará estar al margen de los conflictos políticos entre sus participantes. La escalada de tensión entre Rusia y Ucrania ha marcado el certamen musical incluso antes de conocerse todas las candidaturas que viajarán a Turín. Tras la renuncia de Alina Pash a representar a Ucrania por la campaña de acoso y derribo contra ella por haber visitado Crimea, ahora la Unión Europea de Radiodifusión (UER) ha decidido expulsar a Rusia de Eurovisión 2022 tras recibir la presión de varios países participantes.
A pesar de esta medida, la UER no se ha pronunciado sobre la petición de la Radiotelevisión Pública de Ucrania de expulsar de su organización a los medios rusos que forman parte de la misma, los cuales considera que han servido como portavoces del Kremlin y han utilizado su posición para lanzar propaganda del régimen de Putin.
Este conflicto ha vuelto a poner en jaque la independencia política del certamen europeo, aunque lo cierto es que el eco de esta y otras guerras lleva años retumbando en el Festival sin que haya intervención por parte de su organización.
Pese a que la expulsión de Rusia es una medida necesaria y acertada por parte de la UER, lo cierto es que el desarrollo de los acontecimientos hace pensar que esta decisión no se habría producido de no haber sido por la presión de una decena de países, dos de los cuales amenazaron con retirarse de la competición si se mantenía la participación de Rusia.
Este veto por motivos políticos puede sentar un precedente para que la UER deje de ponerse de perfil ante los conflictos entre los participantes de Eurovisión. Reducir el Festival a un encuentro musical supone obviar su historia y su razón de ser, que no es otra que promover la unión, la igualdad y la paz entre naciones. De nada sirve este propósito, por tanto, si se permite participar a televisiones de gobiernos genocidas, que violan sistemáticamente los derechos humanos o que invaden y bombardean sus países cercanos.
Por desgracia, la historia reciente de Eurovisión está repleta de ejemplos en los que la UER no ha estado a la altura de las circunstancias y ha mirado hacia otro lado con los confictos entre sus miembros. De hecho, el conflicto ruso-ucraniano ya ensombreció el Festival en 2015, cuando Ucrania se vio obligada a retirarse por la invasión rusa de Crimea, mientras que Rusia estuvo a punto de hacerse con el micrófono de cristal llevando a Viena un tema pacifista que convirtió el estadio en una competición de vítores y abucheos.
Tampoco actuó la UER cuando, en 2017, Ucrania organizó Eurovisión tras la victoria de su representante el año anterior. El país anfitrión prohibió entonces la entrada de la cantante Yulia Samoylova, quien tenía previsto representar a Rusia en la competición, por visitar Crimea después de la anexión rusa. Por este motivo, Rusia terminó retirándose de Eurovisión ese año.
La intención de Eurovisión de ser adalid de la paz y la unión entre naciones a menudo choca con la participación de países que promueven los bombardeos y las guerras más cruentas. Fue el caso de Israel en la pasada edición, que no tuvo ningún problema en competir en Róterdam con un tema titulado Set me free (Libérame) mientras el régimen de Netanyahu sometía al pueblo palestino a un auténtico infierno bélico con una de sus mayores ofensivas de las últimas décadas.
Tampoco se puede olvidar el caso de Azerbaiyán y Armenia. El largo conflicto entre ambos países ha provocado situaciones aberrantes ante las que la UER no ha tomado medidas. Así, en 2009 el régimen azerbaiyano persiguió a 43 ciudadanos que votaron por Armenia en el Festival de Eurovisión aquel año.
En aquel momento se habló de que Azerbaiyán podría ser expulsado de la UER durante tres años, pero finalmente las consecuencias se redujeron a una multa de 2.700 euros para el país.
Armenia, por su parte, estuvo a punto de ser sancionada en 2016 después de que su representante, Iveta Mukuchián, luciera en la green room una bandera de la disputada región del Alto Karabaj. Sin embargo, esta vez la polémica quedó en una simple advertencia.
Los ejemplos de las veces en que la UER ha mirado hacia otro lado ante situaciones políticas conflictivas o injustas son incontables. La expulsión de Rusia en esta edición puede sentar un precedente que la organización decida resarcirse de sus errores e intervenga ante las naciones que se saltan los principios del certamen y de la propia institución. De lo contrario, se seguirá repitiendo la aberración de ver sobre el escenario de Eurovisión a esos países que, además, no dudan en utilizar el Festival para lanzar sus consignas políticas y blanquear su imagen ante el mundo.
[Más información: El eco del conflicto entre Ucrania y Rusia en el Festival de Eurovisión: vetos, venganzas y burlas]
Noticias relacionadas
- La UER veta a Rusia de Eurovisión 2022 tras su invasión a Ucrania, pero no la expulsa del organismo
- El "no a la guerra" de los exrepresentantes de Rusia en Eurovisión: sus desgarradores mensajes
- Eurovisión y la presencia de Israel: ¿puede el Festival mantenerse al margen de la crisis en Oriente Próximo?