Lo voy a resumir en el primer párrafo porque es de no dar crédito: la dueña del mejor restaurante crudivegano del mundo, gurú de la comida sana y amiga de Alec Baldwin, se casa con un tipo al que conoce en internet y del que no sabe nada, al que hace transferencias por más de un millón y medio de dólares porque la convence de que conseguirá que su perro sea inmortal. Huirán a Las Vegas, acusados de estafa, y los pillarán al pagar con tarjeta comida basura. Juro que no me lo invento.
Sarma Melngailis, nos cuenta esta serie documental, era la dueña de un restaurante exitoso, después de separarse de su ex, con el que lo abrió, y comprárselo al restaurador con el que lo abrieron juntos. El negocio iba fenomenal y ella, después de casi enamorarse de Alec Baldwin (esto no es que sea importante pero es pintoresco) adopta a un perro al que adora. Esto sí es importante.
Le gustó al perro
Empieza a hablar con un hombre al que conoció por internet, un tal Shane Fox, un tipo ingenioso de Massachusetts del que solo sabía que era amigo de Alec Baldwin y, como se llevó bien con su perro cuando se conocieron, pues pensó que eso solo podía significar que era buena persona. Reconozcamos que como método para enamorarte, que le guste a tu perro es peculiar.
Él nunca le dejó claro quién era o a qué se dedicaba, pero eso a ella le daba un poco igual porque a su perro le gustaba. Y, aunque si le preguntaba directamente por su trabajo él decía que era un secreto, a ella lo del perro le parecía más determinante. “Hago lo que hago para que la gente pueda dormir por las noches”, le decía, enigmático. Pasaba días sin saber de él y seguía sin saber demasiado de su vida, así que cuando empezó a pedirle dinero, a veces seis mil, otras diez mil dólares, ella se los daba sin problemas. Porque le gustaba a su perro.
Un estafador exconvicto
Los trabajadores del restaurante, que desconfiaban un poco (porque ellos no tenían perro al que pudiera gustar) encuentran una ficha policial suya en internet y descubren que se llama en realidad Anthony Strangis y que había estado encarcelado por estafa. Se lo cuentan a ella, pero no hace caso, porque pesa más que a tu perro le guste un desconocido que no saber nada de él y descubrir que es un estafador exconvicto. Así que se casan.
A partir de aquí empieza ya el delirio: le dice que ha heredado una gran cantidad de dinero y luego no es cierto, le continúa pidiendo cada vez más dinero, la pone en contacto con su informático (que luego averiguaremos que nunca existió) y consigue todas sus contraseñas y el control de sus cuentas, viaja mucho a sitios misteriosos, sigue sin dar explicaciones. Una joya.
Para acabar de arreglarlo la convence de que ellos dos y su perro son una unidad familiar reencarnada que se buscan y encuentran a través de los tiempos en cada nueva vida. Que él no era humano, que era alguien por encima de la humanidad, porque había superado una serie de pruebas, lo que le había otorgado esa condición y superpoderes. Y vivía en un mundo etéreo y mágico, en el que el perro sería inmortal, y ella tenía que seguir su plan, hacerle caso y superar esas pruebas para alcanzar esa inmortalidad. Y ella le cree. Lo normal.
Pruebas de resistencia cósmica
El restaurante estaba en un buen momento, crecía, la facturación era buena, ella podía pagar sus deudas y recibía ofertas para abrir más locales en lugares como Japón o Estambul. Él empezaba a ir más por el restaurante y actuar como si fuese el dueño, y sigue pidiéndole dinero a ella e insistiendo en que si no hacía lo que le pedía “fuerzas etéreas se enfadarían y no le darían lo que quería”. Convencida de que conseguiría que su perro viviera para siempre, ella obedecía. Con frases amables y cariñosas, típicas de un marido enamorado, como “si te digo que saques todo tu dinero del banco y lo quemes, lo haces” o “si no haces lo que te digo perderás todo lo que te importa”, iban tirando. Entre 2012 y 2014 llegaría a ingresarle 1,7 millones de dólares.
En un nuevo giro de guión, la envía a Roma sola con billete solo de ida como parte de unas “pruebas de resistencia cósmica para conseguir la tierra prometida”. Una vez lejos y aislada, aprovecha para comprarle el restaurante con un nombre falso, quedarse con la pasta de los trabajadores y pedirle a ella que le enviara 100.000 dólares más, que tuvo que pedir prestados. El restaurante acabará cerrando, conseguirá reabrirlo con dinero de inversores, pagará al casero y los sueldos y, de nuevo, volverán a cerrar por no pagar ni a empleados ni a inversores. Vamos, que monta un circo y le crecen los enanos.
Por una pizza
Asediados por las deudas, huyen. Ella sigue sosteniendo aún hoy que estaba manipulada y que nunca sintió que estuviese huyendo ni fue consciente de estar estafando a nadie, pero muchos de sus empleados y alguno de sus inversores no creen esa versión. Lo maravilloso es que los pillaran porque pagaron con la tarjeta de él comida basura a domicilio. La reina de la comida sana acabó en la cárcel por hurto y fraude fiscal por una pizza del Domino´s Pizza. Y todo porque al perro le gustó el tipo.