El 8 de agosto de 2005, a las 8 y media de la mañana, en Fortaleza (Brasil), fue atracado el Banco Central. La historia es maravillosa, nos la cuentan en esta miniserie documental de Netflix, porque los ladrones alquilaron una casa a unos 70 metros del edificio donde estaba el Banco Central, montaron una empresa ficticia de césped artificial y desde allí cavaron un túnel a través del cual accedieron directamente al lugar donde se guardaba el dinero. Un poco como Granujas de medio pelo, de Woody Allen, pero con césped artificial en lugar de galletitas, menos torpes y sin inesperado éxito empresarial. “Cavábamos con palas de jardinero normales y corrientes”, dice uno de los miembros del grupo de ladrones, y se queda tan tranquilo.
Cien kilos por cabeza
Cuenta este mismo butronero que uno iba sacando tierra, otro detrás la iba poniendo en un saco, otro lo ataba a una cuerda y alguien tiraba desde arriba para sacarla. Yo una vez hice un agujerito en el jardín para plantar una mimosa y acabé molida. Desde aquí toda mi admiración para esta gente. ¡Hasta idearon un sistema de aire acondicionado y una línea de teléfono allí abajo! Para no levantar sospechas por sacar tanta tierra, la iban amontonando en habitaciones y, conforme se llenaban, las tapiaban.
Cuando ya no quedaban habitaciones, empezaron a echarla al patio trasero y poner cemento encima, hasta que lo elevaron casi un metro. Si les llegan a pagar la hora de trabajo, casi les sale más rentable que el atraco. “Dio para cien kilos de dinero para cada uno”, explica tan pancho el tipo entre sombras en el docu. Vale, he exagerado: resultaba más ventajosa económicamente la criminalidad que el esfuerzo.
La sauna gay
Mi personaje favorito es el que dio de alta la empresa. Y es que hay que ser muy cachondo para estar perpetrando un robo como este y ser cliente fijo de la sauna gay que había enfrente de la casa. Incluso en una fiesta se dedicó a regalar gorras de su empresa de mentiras.
Gracias a una tarjeta de teléfono encontrada entre basura en la salida del túnel, la policía puede rastrear las llamadas recibidas por ese usuario. Entre esto y que ya tenían identificados a varios sospechosos tras interceptar un camión que transportaba coches de kilómetro cero con parte del dinero escondido, el cerco se va estrechando.
Toda esta parte del docu de la investigación de los polis es menos interesante y reconozco que me pierde un poco, porque a mí me va más el salseo de los malotes que los buenos trabajando. Entre identificar sospechosos, intervenir teléfonos, apuntar matrículas, escuchar conversaciones, pistas, rastros y búsquedas, se te pasa una buena parte del documental que ya estás tú deseando que los atrapen a todos y paren un poquito.
Hasta que empiezan a ver movimientos sospechosos de algunos de los vigilados y se ponen en alerta, para saber qué pretendían hacer. Veintiseis personas fueron detenidas antes de que consiguieran acabar un nuevo túnel del que ya llevaban realizados más de setenta metros. La afición por los túneles es para mirárselo y venía de antes, que alguno de ellos ya hasta se había fugado de la cárcel con el mismo método.
Todos detenidos
El Alemán, Moisés y Fernandinho fueron los autores intelectuales. Me chiflan los nombres: son criminales brasileños como podrían ser de la cuadrilla de Carmina Ordoñez para hacer El Rocío y lavarse con cerveza el polvo del camino. Al último, a Fernandinho, lo secuestraron y lo mataron, os cuento como apunte dramático, aunque su familia pagó el rescate. Esto demuestra que ser malote no te inmuniza contra otros malotes. Algún otro participante en el robo también fue ejecutado y, otros, extorsionados. Es que el mundo del crimen es todo caos y destrucción. Menos a los fiambres, los atraparon a todos. Punto para la poli. Y riau riau.
Vamos, un movidón que el director se podía haber ventilado con un trepidante documental de noventa minutos en lugar de con tres capítulos a los que les falta un poquito de samba.