A inicios de este mes de abril, Kiko Matamoros se convirtió en el segundo concursante confirmado de Supervivientes 2022. El colaborador televisivo, al igual que el resto de fichajes, anunció su incorporación al reality a través de un vídeo en el que aseguraba que va a “demostrar que puedo vivir sin aditivos ni conservantes y quiero dedicaros este concurso a todos los que me habéis seguido durante muchísimos años en Telecinco. Suerte a todos y a por todos”.
Aunque de forma muy sutil, Matamoros está hablándonos del consumo de cocaína, algo que él mismo ha confesado en entrevistas en televisión o en prensa escrita. En una emisión de Domingo Deluxe en enero de 2021 reveló que es consumidor habitual de cocaína desde que tenía 15 años. Aunque restó importancia a esa drogadicción, explicando que ha logrado que no afectase a su vida personal de forma relevante, confesó que sí le había causado algún problema legal, y que había puesto su integridad en peligro, aunque “ya llegan unas edades en las que ni el corazón es lo que era, ni las condiciones físicas son las mejores”.
Hay gente que duda que Matamoros pueda hacer un buen concurso en Supervivientes, precisamente por su habitual consumo. Una de las que ha puesto esta cuestión sobre la mesa es Dakota Tarraga, quien de joven sufrió una fuerte adicción que toda España conoció a través de Hermano Mayor. Dakota fue a Supervivientes en 2019, y vivió numerosos desencuentros con Matamoros, quien hacía muchos comentarios hirientes sobre su concurso.
“El señor Kiko Matamoros va a Supervivientes, me parece muy bien, pero a ver lo que dura, porque una persona que es drogadicta reconocida... No sé. Va a un concurso que no tiene ninguna de sus necesidades, me extraña un montón, pero no sé vamos a verle”, decía la joven a través de sus redes sociales.
Para saber hasta qué punto una persona consumidora habitual puede enfrentarse a un programa extremo como Supervivientes hemos hablado con Jonas Kaasboell, un psicólogo vasco que trabaja para el servicio estatal noruego de salud mental en una clínica que trata pacientes con conducta adictiva.
“Las adicciones están relacionadas, en general, con una baja tolerancia al malestar y por la búsqueda de un alivio inmediato. El cambio de entorno es positivo e inmediato, siempre que no potencia el malestar que lleva a la forma directa al alivio inmediato del mismo”, explica este profesional. “Es importante mencionar que la persona que busca un alivio inmediato a su malestar, debe pasar por un proceso de aprendizaje a la tolerancia al malestar y de busqueda o sustitucion de su forma habitual de alivio por otras más saludables”, avanza.
Supervivientes puede servir como un cambio de aires para una persona que consume, al menos, de forma temporal. “Al estar fuera de tu entorno temporal y sin tener acceso a las sustancias a las que recurres para bajar el malestar o la satisfacción, de forma temporal sí puede ser beneficio. Pero cuando vuelves a tu entorno usual, con tus problemas habituales, vuelves a consumir, porque no has hecho un proceso de cambio, sino un proceso en el que estás fuera de tu entorno habitual y fuera de esas sustancias”.
Las ganas de conseguir la victoria
Por su experiencia, Jonas Kaasboell está acostumbrado a tratar con personas que pueden consumir droga hasta el día antes de ingresar en una clínica, donde se alejan de su entorno detonante o estresante. “Hay pacientes que están fuera de su círculo uno, tres meses, y no hay problema. El reto llega cuando vuelves a tu casa y a tu entorno”.
Las ganas de conseguir la victoria en un concurso como Supervivientes puede ser un buen aliciente para permanecer en la competición, sin tirar la toalla. “Alguien que tiene la posibilidad de un premio así de grande en términos económicos dejará a un lado ese consumo que necesita, porque la motivación es muy grande. En general, la gente consume para paliar la insatisfacción, el dolor que sienten, que puede ser un dolor general con la vida”, continúa explicando este profesional.
¿Y es posible tirar la toalla por echar de menos las drogas? “La falta de motivación puede llegar cuando se den cuenta de que no van a ganar el concurso, y entonces sí se tire la toalla, pero no es por un deseo irrefrenable de consumir”, explica Kaasboell, quien ve probable que se siga consumiendo al volver al salir de la isla, no por el conocido como mono en sí, sino “por no lograr aquello que han ido a buscar”, en este caso, el premio.
El hambre o el frío que se pasa en la isla de Honduras, sin embargo, no tiene por qué ni aliviar ni potenciar las conductas adictivas. “La mente tiene que estar ocupada con pensamientos que no lleven a aliviar el malestar con una respuesta perjudicial. Si el hambre o el frío no son detonantes habituales que lleven al consumo, es posible que esas situaciones no se perciban como un motivo que lleven a consumir para paliar esa insatisfacción. Sin embargo, por supuesto, va a depender del grado de adicción”.
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