El 24 de abril del año 1972 se emitía por primera vez en nuestra televisión un concurso llamado Un, dos, tres, responda otra vez. Su nombre se debía a que estaba perfectamente dividido en tres fases: una de preguntas y respuestas, una de pruebas físicas, y una tercera de puro azar, aunando así los tres tipo de programas que existían. Su creador fue Chicho Ibáñez Serrador, un director nacido en Uruguay en 1935 y que había cosechado muy buenas críticas con sus series de televisión de corte fantástico y paranormal.
Para Chicho aquello fue casi un encargo más; tanto es así que durante las primeras entregas ni siquiera aparecía su nombre en los rótulos, para que no le asociasen con esta aventura televisiva en la que el peruano Kiko Ledgard ejercía de presentador. Muy pronto aquel espacio se convirtió en un fenómeno sin precedentes, y escribió su nombre con letras de otro en nuestra televisión. Tanto es así que se emitió durante cuatro décadas: en los 70 (1972-78), los 80 (1982-88), los 90 (1991-94) y la de 2000 (2004).
“Era el concurso de los concursos. ¡Lo tenía todo!”, cuenta a BLUPER Luis Larrodera, quien fue el presentador de Un, dos, tres, en su última etapa, emitida en 2004 y con el subtítulo de A leer esta vez. “Consiguió traspasar la pantalla y convertirse en protagonista de las conversaciones. Al día siguiente de cada emisión, todos comentábamos lo que se habían llevado los concursantes, las actuaciones, repetíamos los chistes de los humoristas... ¡Y no sólo al día siguiente! Hablábamos del programa durante toda la semana hasta que llegaba el siguiente. Hablar del Un, dos, tres era un punto de encuentro, un código común”, valora este comunicador zaragozano.
Aunque ha pasado medio siglo desde su estreno, es un concurso que está en el imaginario colectivo con una fuerza que el paso del tiempo no ha borrado. “Hasta creó un lenguaje propio que pasó a formar parte de nuestras vidas. ¡Fíjate que los años que han pasado y todavía usamos frases del concurso en nuestras conversaciones! El "hasta aquí puedo leer", por ejemplo, lo emplea gente que por edad no llegó a ver el programa; sin embargo, lo utiliza como el que dice un refrán o una frase hecha”, añade Larrodera, a quien Chicho rebautizó temporalmente como Luis Larrodera mientras estuvo al frente del formato.
El programa catapultaba a casi cualquier persona que pasase por su plató, ya fuese una azafata, un presentador, un humorista. Mayra Gómez Kemp, Míriam Díaz-Aroca, Lydia Bosch o Paula Vázquez consiguieron que el programa fuese una catapulta para ellas. Las hermanas Hurtado nunca trabajaron más que en los años en los que interpretaron a las Tacañonas, y lo mismo podría decirse de Raúl Sender, el dúo Sacapuntas y tantos otros.
No todos aceptaban las ofertas de Chicho para sumarse al programa; Penélope Cruz, por ejemplo, rechazó la propuesta de ser una de las azafatas en la década de los 90. Y Ángel Garó estuvo a punto de no salir de detrás de su famoso biombo con los personajes de Pepe Itárburi o Juan de la Cosa. Acostumbrado a trabajar en pequeñas salas, había tenido una mala experiencia con el espectáculo más comercial, y eso le generaba dudas. “Yo temía que me disfrazasen, o que me hiciesen bajar las escaleras repartiendo tarjetitas”, narra el actor andaluz a BLUPER, en el descanso de uno de los ensayos de su obra Tango mío, que representará en el Teatro Cervantes de Málaga el próximo martes. “Chicho me invitó a su casa a charlar de cómo era la proyección con el programa, pero no confiaba nada, y eso que entonces no tenía ni un duro”, continúa diciendo.
Aprovechando la esencia de un espectáculo que él ya desarrollaba, preparó con Chicho una continuidad, en la que el director del programa le echaba cada día del plató. “La primera noche a mí no me gustó nada cómo lo había hecho. Entonces me llamó Chicho por teléfono, y me dijo “¿Hijo, lo has visto?”. Le dije que no, y me dijo “mañana lo verás”. Y efectivamente, al día siguiente no podía andar por la calle”.
Para Chicho Ibáñez Serrador, la música siempre fue una parte esencial del programa. Desde que Mayra se puso frente al programa se comenzó a realizar grandes números musicales con las azafatas del programa, cantando y bailando. Lo mi mismo versionaban un tema de éxito que alguna canción de musicales de Hollywood.
Para Silvia Marsó, que fue una de las azafatas más populares del programa, su primer recuerdo fue precisamente uno de esos números musicales. “Hicimos el número final de A chorus line, musical de Broadway que ahora ha hecho Antonio Banderas en Málaga y en Madrid, y nunca se había visto en España”, explica a este portal de televisión la actriz y cantante. “Se día nos presentaron a Mayra Gómez-Kemp, y contábamos con un gran equipo de bailarines, entre los que estaba un jovencísimo Manuel Bandera, y precisamente él es ahora quien protagoniza ese musical. ¡Qué bonita carambola del destino”, relata.
Para Silvia Marsó el aprendizaje vivido en Un, dos, tres, responda otra vez, fue enorme, “con tantas cosas que ni te las podría enumerar. Era como hacer la mini, tocábamos tantos palos. La comunicación, hablar a la cámara, estar al lado de Mayra que era una gran profesional que siempre se aprendía con ella”. La actriz, que conserva alguna Ruperta y Botilde en casa (las mascotas del programa) tiene especial cariño a una entrega dedicada al circo. “Mientras lo grabábamos falleció Charlie Rivell, el gran payaso español, el más importante de todos los tiempos, y al que yo había entrevistado en un programa de la televisión catalana”.
El concurso era un trampolín enorme para muchas jóvenes artistas que, como ella, soñaban con ser actrices, aunque esa fama tenía un doble filo. “Te quitaba quizá la oportunidad de hacer un teatro más comprometido, o de hacer cine de autor. La imagen popular entonces estaba muy reñida con el mundo de la cultura. Pero siempre piensas que si no hubiese tenido la popularidad de trabajar en el programa no habría conseguido ser una actriz conocida, que ha hecho muchos personajes en series y en teatro. Quién sabe cuál sería mi carrera de no haber estado en Un, dos, tres”.
Otra de las actrices y presentadoras que surgió de la cantera del Un, dos, tres es María Abradelo, azafata en la década de los 90. Se presentó a un casting con decenas de aspirantes, y pensó en no hacer las pruebas porque sufrió un tirón el abductor. “Se acercó el maestro Chicho hacia mí, y me dijo que la hiciera. Me convenció diciéndome que era un Charleston, que quería ver la gesticulación de la cara”, cuenta María a BLUPER. Evidentemente, pasó la prueba y estuvo más de tres años en el programa.
Aprendió muchísimo de televisión. “Cuando me fui a Telecinco, lo primero que me dijeron es que cómo se notaba que venía de la escuela de Chicho, no se me olvidará nunca”. Para María Abradelo, si el programa se recuerda tanto es porque Ibáñez Serrador “hizo un formato diferente. Apostó por el feminismo, había personajes, humor, concurso, música, bailes, entretenimiento sin meterse con nadie. Formó una gran familia que se hacía extensiva a cada pantalla de televisión todos los viernes. Un programa que revolucionó la televisión”.
Siguiendo con la música, qué decir de todos los artistas, nacionales e internacionales, que cantaron en el Un, dos, tres. Mecano, Paloma San Basilio, Sabrina Salermo. “Chicho era un gran amante de la música y quiso que el concurso fuera una gran oportunidad para ayudar a nuevos talentos y sobre todo apoyar a la música. Cierto es que en aquel entonces había muchos programas musicales, no como ahora, tenía aun más mérito que sin ser un programa de música, catapultaba con sus enormes audiencias a todo tipo de artistas”, cuenta Vicky Larraz, que pasó en más de una ocasión por el plató del Un, dos, tres, tanto con el grupo Olé Olé como en solitario.
“Cantar allí era una plataforma importantísima para cualquier artista, ya que tenía una enorme audiencia fiel y ayudaba a que la canción se convirtiera en un gran éxito”, rememora Vicky, quien recientemente anunció su retirada de los escenarios. En su caso, incluso grabó una canción original en uno de los discos del programa, y donde contaba las aventuras de una joven artista que quiere dar el salto a la fama. Una colaboración que surgió gracias “a mi gran amistad con Chicho Ibañez Serrador, desde siempre nos unió una gran admiración y respeto, Él quiso que yo fuera la voz de ‘Tengo que llegar’ tema en el que colaboramos mucho antes de grabarlo y para mí fue un gran honor”.
El Un, dos, tres no habría sido nada, por supuesto, sin sus concursantes. Esos espectadores que mandaban una ‘simpatiquísima carta’ intentando convencer a Chicho Ibáñez Serrador que fuesen ellos y no otros los elegidos para ir al plató. Allí pondrían a prueba sus conocimientos, sus nervios, su resistencia física o su intuición, según la fase del programa en la que nos encontrásemos.
Si la suerte no estaba de su lado podrían ganar dos millones y medio de cerillas o una ordeñadora de leche automática. Pero la fortuna podía sonreír a la pareja de concursantes, que podían ser amigos, novios, cuñados o lo que correspondiese, y así, embolsarse un buen pellizco de dinero, o ganar uno de los famosos apartamentos del programa.
Isaac Urrea concursó en la etapa de A leer esta vez, y consiguió una de esas casas; solo que entonces el apartamento no estaba en Torrevieja, como antaño, sino en Marina D’Or. “Acudí con una amiga, Ana, y debutamos en La vuelta al mundo en 80 días, donde nos convertimos en los campeones de la ronda de preguntas. Pero a la semana siguiente, dedicado a Narraciones extraordinarias, de Edgar Allan Poe, otra pareja nos superó”, explica este maestro de Guadalajara.
Tras perder coches y viajes con todos los gastos pagados, Isaac y Ana lograron que el último objeto de la mesa de la subasta (la tercera parte del concurso) tuviese escondida la Ruperta, aunque les hicieron sufrir. “Nos hicieron creer que estaba vacía, que no tenía nada, porque era un programa de terror y diferente”, continúa diciendo. “Pero finalmente sí que tuvo el premio gordo”, recuerda con ilusión.
Durante tres años, la pareja de amigos decidió hacer uso y disfrute de aquel maravilloso regalo, aunque terminaron por venderlo. En el caso de Isaac, aprovechó el dinero para comprarse un nuevo coche y pagar letras de su residencia habitual. El recuerdo al que más cariño le guarda de la experiencia fue que le dejaron ser presentador del programa por unos segundos. “Me dejaron llamar a la azafata, y decir ‘Gloria, por favor...’. Me hizo muchísima ilusión. Al final de la noche Chicho bajó a felicitarnos por la hazaña, y dijo que habíamos hecho el concurso perfecto: en nuestra primera semana fuimos campeones, y en la segunda ganamos el apartamento”, añade.
Isaac y Ana pueden disfrutar de su paso por el Un, dos, tres cada vez que quieran; con una simple búsqueda por YouTube aparecen vídeos de ambos con Luis Larrodera y compañía. Y también están en RTVE Play. Hay otros muchas entregas del concurso, sin embargo, de la que no existen copias, pues las cintas del archivo se reutilizaban y se dan por perdidas.
La malagueña Rocío Gómez sabe que su padre y su tía concursaron en el Un, dos, tres, en una entrega del año 1983 dedicada a la medicina, pero solo sabe de aquella aventura lo que le han contado, ya que nunca ha logrado hallar una cinta con aquel episodio. “Les convenció mi abuela, que escribió la carta para concursar, en forma de una poesía en la que hacía referencia a Pepita Salvador, la madre de Chicho”, explica.
La suerte también acompañó al padre de Rocío, pues la subasta terminó en un juego en la que la pareja de concursantes tenía que pasarse un huevo, y según lo lejos que lo consiguiesen llevar, tanto dinero conseguirían. Se embolsaron 200.000 pesetas de las de entonces, 120.000 euros al cambio. “Decidieron plantarse y no seguir jugando, porque se arriesgaban a perderlo todo. Mi madre no pudo concursar con mi padre porque estaba embarazada, y mi madre quería el dinero del programa para comprar todo lo necesario para la habitación de mi hermana”. Aunque sabe que es casi imposible que aparezca una copia del programa, sigue soñando con el milagro, pues su padre falleció cuando ella tenía 10 años, y le encantaría verle en el concurso del que tantas veces se ha hablado en casa.
De vez en cuando, en el Un, dos, tres, también se dejaban caer famosos participando, principalmente con fines benéficos. Lara Dibildos fue una de ellas, y concursó en la entrega de 1994 dedicada a las revistas del corazón. “Era un programa referente. La noche del Un, dos, tres era algo sagrado verlo con tus padres”, explica la actriz, hija del productor José Luis Dibildos y la presentadora Laura Valenzuela. Reconoce que no ha visto aquella entrega desde hace más de 20 años, y en algunas cosas le falla la memoria. “Creo que no quedamos mal, que lo hicimos hasta bien...”, cuenta entre risas a BLUPER.
“Tuve de compañero a Jesús Vázquez, ¡qué más se puede perdir! ¡El presentador que más me gustaba y mejor me caía! Y ha durado la amistad a lo largo de todos estos años. Pasé muchos nervios, porque al tener fines benéficos había una responsabilidad añadida”, explica la artista madrileña.
Y es que, a fin de cuentas, el Un, dos, tres ha marcado a millones de espectadores, desde la época en la que no había mediciones de audiencias hasta su última etapa, en la que unos malos datos precipitaron su cancelación. Pero es muy probable que algún día, como cantaba Mayra Gómez Kemp, nos volvamos a ver, y que algún día vuelva a la parrilla televisiva. Luis Larrodera opina que “aparte de las virtudes del concurso, su éxito, indudablemente, fue también consecuencia del momento en el que se emitió. Eran años en los que la televisión daba sus primeros pasos, no había cadenas privadas, ni redes sociales, ni internet... Cada programa era un acontecimiento y lo veía todo el mundo. Hoy en día los hábitos de consumo han cambiado, el lenguaje televisivo es otro, poder ofrecer los pedazo de premios que podían ganarse sería complicado... Pero por vigencia del formato, ¡sin duda que podría volver!”.
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