Euroinvasión: Europa purga la culpa
Eurovisión lo gana Ucrania por invasión, no por calidad melódica. ¡Qué sorpresa! Así están las cosas.
15 mayo, 2022 03:34Noticias relacionadas
Eurovisión lo gana Ucrania, como era de esperar. Si en MasterChef la historia de superación con padre muerto cotiza al alza, el equivalente eurovisivo es la invasión y el conflicto bélico. Europa purga la culpa lanzándose al teléfono y diciéndole “qué bien cantas” con una mano mientras con la otra sigue farfullando “ahí te las ventiles sola”. Pero qué bien vamos a dormir sabiendo que han ganado Eurovisión aunque les sigan bombardeando. Qué majos somos y qué solidarios. No hay causa justa que se nos resista.
Desvirtuado el espíritu festivo y lírico del festival, puesto que lo de menos es la canción en sí y ya se ha convertido en un talent show cualquiera, entreguémonos también nosotros a la superficialidad que nos pide el cuerpo. No vamos a ser menos que el ciudadano medio, el que ha calmado su conciencia a golpe de clíquiti.
Empezaba la cosa con el Give peace a chance, de Jonh Lennon al que sólo supera en cursilería el propio Lennon con su Imagine, actuación de Laura Pausini y un tal Mika, desconocido por mí, dando palmas vestido de blanco. Sólo Roy Galán recitando un poema al amor en general y un oso panda bebé con lazos podrían haber añadido ñoñez al evento. Afortunadamente no fue así.
Mientras un grupo de bailarines con gafas de bucear y guantes de fregar bailaban como si acabaran de dejar las drogas y buscasen la metadona, nos presentan a los 25 países que aspiraban a ganar el Micrófono de Cristal aún sabiendo que era ya para Ucrania.
Italia, tan argentino en Benidorm queriendo hacerse el parisino, acogía el sarao, que ha resultado ser una oda a la ciclotimia: sin solución de continuidad pasábamos de una canción triste que empujaba al suicidio sin reflexión a una tipo Chimo Bayo de pastis hasta las orejas asistiendo a un rodeo. Qué intensidad mediterránea descontrolada y sin mesura.
Empezaba República Checa con una intensa en chándal que lo mismo podía echarse a llorar que reventarte la cara de una toña. Rumanía, mitad torero mitad sugar baby, cantaba un muy sutil estribillo, de esos que no te quitas en tres días de la cabeza, que decía en español “Hola mi bebebé, llámame, llámame”. ¿Apropiación cultural?
Portugal, en su línea triste pero sin bigote. Y a continuación, Finlandia con globos y psicopatía manifiesta: el cantante era como el hijo improbable del asesino de Sé lo que hicisteis el último verano con el payaso de IT. Seguimos pasando de la euforia al llanto sin respiro. Suiza llegaba con canción con mensaje y bajona. Francia, tanxugueiras (tengo que googlearlo cada vez que lo escribo) y queimadas.
Por Noruega, una banda vestidos de profiláctico amarillo pollo y alguno con caretas. El Chiquilicuatre hizo mucho daño y siempre tendremos esa deuda con el decoro. Noruega lleva a su particular versión de Rosa de España: escribe desde los seis años, vive en un pueblito, otra historia de superación. Qué turra ya con las historias de superación, de verdad.
Respirito con un sketch nivel guionista español para la gala de los Goya y llega Italia, con su pareja homofestiva y, luego, Chanel. Qué buena está Chanel, desde mi rabiosa heterosexualidad lo digo, cómo baila y qué buenrollera la canción. Esta mujer no ha ganado Eurovisión, que se lo merecía, pero sí se ha ganado nuestro respeto y nuestra admiración. Olé ese culo envidiable, ese swing de cadera rumboso y tropical y ese hacer lo que se te pone en el moño diga lo que diga el esquizofeminismo hegemónico y desnortado. Qué lección de empoderamiento y libertad (toma nota, niña Montero).
Países Bajos con más canción con mensaje. Ucrania, que podría haber subido al escenario en ropa interior e insultando a los presentadores mientras maldecía en arameo y habría ganado igual, llegaba con unos Village People el día que le confesaron a sus padres su drogodependencia. Alemania, un tipo con guitarra haciéndose el sexy. Lituania, que quiere ser francesa y no le sale. Azerbaiján, cantando al desamor. Qué cansinos. En Bélgica he aprovechado para ir a un pipí.
Grecia acudía al certamen con la chica de la curva. Islandia, con María Ostiz el día que le regalaron un pony, un banjo y dos amigas. Moldavia era un homenaje a la ruta del bacalao valenciana con un puntito country mal medido. Con Suecia necesitaba otra copa.
Australia, representada con un tipo homosexual con Asperger vestido de novia con horror vacui. Más historia de superación y pena. Un mariachi con melenas representaba a Reino Unido y, a Polonia, una ópera meiga. Serbia se lava las manos, es literal, y canta a favor del sistema sanitario. La épica de lavarse las manos, ya saben. Por Estonia canta el hombre más sexy de Estonia, “pese a ir vestido de carnero”. No lo he entendido pero es la mejor frase de la noche con diferencia.
Gana Ucrania
Precisamente Eurovisión ha sido el único evento contemporáneo que pasa del rencor y el revanchismo histórico, lo que nos perjudica, y los puntos se han repartido un poco aleatoriamente: un poco por vecindad y un poco porque tenía que ganar Ucrania. Reino Unido no nos ha dado 12 puntos y yo creo que es porque Magaluf es la primera causa de muerte allí. Gana Ucrania, Reino Unido queda en segundo lugar. España (Chanel) tercera.
Entenderán que no hable de la calidad de las canciones cuando no se ha tenido en cuenta por el jurado ni por los votantes telefónicos. Me siento eximida, pues, de hacerlo yo.
Mis conclusiones: se lleva la mamarrachez, la ropa de andar por casa, Laura Pausini es la única mujer con diastema que no resulta sexy y la heterosexualidad es vintage. Y Chanel es muy grande y hay que decirlo más.