La pizpireta Ana Luque saltó a la esfera televisiva como defensora de Olga Moreno durante la participación de ésta en la edición anterior de Supervivientes. Pronto, su desparpajo y salero andaluz, su carácter inocentón y naíf, conquistaron a la audiencia y a Jorge Javier Vázquez, y la defensa a Olga fue lo de menos. ¡A quién le importaba esa minucia teniendo a ese filón llamado Ana Luque!
Ella valía para todo, y su predisposición y falta de pudor sazonados con el buen hacer de Jorge Javier, siempre al quite y al filo de la broma y el despiporre, configuraban una bomba explosiva. Luque se construyó entonces -sin saberlo, como nacen las grandes cosas- su propio trampolín para hacer carrera en los realities. Olga Moreno regresó a España, ganó su edición y se divorció de ese hombre llamado Antonio David Flores.
Ana Luque quedó en un segundo plano y ejerció de buena amiga y consoladora de una Olga que veía cómo ese hombre que fue el suyo recuperaba la ilusión en brazos de Marta Riesco. Hasta que un día sonó el teléfono de Ana Luque y dijo sí a una oferta que nunca fabuló tener sobre la mesa. ¡Ella, en Supervivientes! Llamó a su amiga, a Olga Moreno, y le confesó el percal.
La otra, buena tía como me dicen que es, la animó. Eso sí, con la condición de que fuera ella, Olga, quien acudiera a plató a defenderla. ¡La vida y sus piruetas! Con su fichaje, hubo reacciones de todo tipo. Incluso llegaron a decir que Luque era una marioneta -otra, mejor dicho, de muchas, según la otra parte- de Antonio David y Olga para seguir facturando y estar en el candelabro, que diría Sofía Mazagatos.
También estaba quien se frotó las manos pensando que Luque levantaría la alfombra matrimonial Flores-Moreno, que traicionaría a su amiga y destaparía la cara B del otroro feliz y unidísimo y modélico matrimonio. Pero no: nada más lejos de la realidad. No hay más que ver que el concurso ha avanzado, ¡está casi terminando!, y Ana Luque calla, silencia, no habla de Olga Moreno, de su amiga íntima Olga. Como si no se conocieran.
¡Cómo es posible eso! Ni una mísera mención, a lo mejor algo de soslayo, de refilón, una frase tonta; algo vacuo, insustancial. Queridos míos, qué ingenuos hemos sido. Ana Luque es más lista de lo que nos creemos. Mucho más. Ella tuvo claro que no era la portavoz de nada ni de nadie una vez pisara Honduras.
Que iba al concurso a vivir la experiencia y a darse a conocer, pero que no esperaran que ella destripara o expusiera las vísceras de un matrimonio ajeno y amigo, sagrado para ella.
Diría -y no me equivoco, ¡daría mis dos manos y un pie!- que Ana Luque firmó una suerte de cláusula en su contrato para Supervivientes, una condición secreta y, de seguro, en connivencia con Olga Moreno: no hablar de ella.
Ni bien, ni mal, ni regular. Nada. Silencio. Sólo así se explica que no haya ni un sólo vídeo de ella hablando de Olga y toda la peña. Una mujer como Luque, que ha sido considerada familia para los Flores-Moreno, se niega a hablar de ellos.
No sólo esto: sus compañeros de penurias en Honduras tampoco, parece, le preguntan por nada de esto. Un silencio un tanto sospechoso. Porque una cosa es que tú no hables, vale, guay, pero, ¿tampoco te pregunta nadie? ¿Nadie mete los dedos donde más gusta e interesa? Estamos en Telecinco, eh, que tontos no somos. Aquí hay gato encerrado. Algo se nos escapa y algo no nos han contado.
Lo que queda claro, mientras se aclara el enigma, es que Ana Luque es muy lista. La más lista de todos: reíros de mí, o a veces conmigo, que ya facturo y cobro yo por todos. Menudas vacaciones me voy a pegar este verano con mi amiga Olga.