Nueve años después de We Love Tamara, el personality show sobre Tamara Falcó con el COSMO quiso ponerse en el mapa de la TDT tras el éxito de Alaska y Mario en MTV, Netflix volverá a apostar por la hija de Isabel Preysler con La Marquesa, un nuevo reality de los creadores de Soy Georgina que se estrena el próximo jueves 4 de agosto.
Y aunque la propia marquesa de Griñón reconozca que este proyecto no está pensado para desterrar la imagen que se pudiera tener de ella, lo cierto es que muestra a una Tamara completamente distinta tras su evolución como personaje televisivo, más preocupada por mostrar un perfil mucho más maduro y emprendedor.
"No queríamos que fuera un show sin sentido. Para mí los valores son importantes, la cultura del esfuerzo. Ese menú no ha salido de la nada. No me he ganado el título de chef peinándome. Cuando hemos estado en este proyecto, hemos estado los siete días. Y el rodaje ha durado tres meses. Pero, vale la pena", comenta la joven en la presentación del programa.
Un programa en el que tampoco tiene inconveniente en mostrar su relación Íñigo Onieva y contestar a preguntas algo incómodas como las supuestas infidelidades del joven tan rumoreadas en los medios. "Me preocupaba un poco cómo fuera a salir Íñigo en el documental, no quería salir así otra vez cómo le habían pintado los medios. Y el director lo ha sabido reflejar muy bien. Lo ha contado desde nuestro punto de vista".
¿Qué te ha llevado a hacer algo así, que no deja de ser un escaparate más de tu vida?
Ha sido bastante complicado de llevar a cabo porque, no es exponerme no solo a mí, sino a todo mi entorno y pedir favores a amigos, familiares... Con la productora he hecho grandes migas, eso hace mucho. Es como la vida de circo, pasas mucho tiempo juntos y se forman pequeñas familias. Eso también se ve reflejado en el show. Les abrí las puertas. Es verdad que me costó tomar la decisión, pero una vez dentro era más fácil. Confías en las personas, eran muy educados... Recuerdo que Carolina Herrera le dijo al equipo que nunca habían tenido a gente tan educada. Ha sido un gusto trabajar con todos ellos.
Hace ya diez años probaste suerte en el mundo del reality con 'We love Tamara'. ¿Qué ha cambiado de aquella Tamara a ésta?
La Tamara en sí no ha cambiado mucho, lo que ha cambiado es el enfoque. La gente de La Caña Brothers son fantásticos, pero depende del prisma de las cosas. Y Netflix y Komodo buscaron un ángulo distinto. Para ellos era especialmente difícil algo que no se hubiera contado. Y ahora vamos a ver si lo han logrado.
Se te ve menos vergonzosa...
La primera vez que me microfonaron en MasterChef, la gente me decía que estaba calmada. Y lo cierto es que no podía hablar. Cogí muchas tablas. Estaba con muchos actores, con gente con tablas y me lo pasé muy bien y me solté mucho. Eso me ayudó mucho en televisión. Y Susana Uribarri, que desde un principio ha creído en mí y me decía que yo valía para la televisión porque tenía algo. Al final he ido haciendo mis pinitos en televisión y me lo paso muy bien. Lo disfruto y creo que eso se nota. Aunque We Love Tamara no fuera un éxito, lo disfrutamos. Fue un programa muy digno que cuando lo vuelvo a ver, no hay nada de allí que diga que es un error. ¿Que no conectó con el público? Bueno, no todos los programas gustan al público. Siempre que terminas un proyecto en televisión, piensas que es un hit. Y luego no todos los programas lo son. Hay muchos que son fantásticos y luego no conectan.
'We love Tamara' fue un programa muy digno que, cuando lo vuelvo a ver, no hay nada de allí que diga que es un error.
¿Cómo se decide la estructura del reality? ¿Qué capacidad de veto tenías?
El problema estaba en que mucha gente de entorno no quería que le grabásemos. No sabes lo que costó convencer a mi madre... Pero una vez que conocían a la gente, se sentían cómodos y sabían que no le jugarían ninguna mala pasada. En el contrato yo tenía derecho a veto. Pero no había nada en el que haya tenido que decir no. Iba a hablar de un canal popular que todos conocemos, pero es que no era ese el enfoque. No era nada maligno. Netflix nos lo dejó claro. Nunca iban a hacer nada de ese estilo. De hecho, han sido ellos los que han cambiado cosas para darle ritmo. Me hicieron sentarme para ver los seis programas de una sentada y yo pensaba que iba a ser un tostón. A mí me cuesta concentrarme y ver seis episodios sobre mí... Pero, no. Me reí bastante.
Tanto es así que no tienes problemas en mostrar a tu chico Íñigo Onieva e incluso contestar a preguntas algo incómodas...
El director y yo nos íbamos a cenar y me decía lo que era importante. Hablábamos de nuestras cosas, le contaba sobre mi relación y cosas que me estaban pasando, la caña que nos metía la prensa... Me preocupaba un poco cómo fuera a salir Íñigo en el documental, no quería salir así otra vez cómo le habían pintado los medios. Y el director lo ha sabido reflejar muy bien. Lo ha contado desde nuestro punto de vista. Es exponernos a corazón abierto pero, ya que era mi programa, lo suyo era contarlo como queríamos.
¿Hasta qué punto decides mostrarte natural y puedes controlar lo que cuenta y lo que no?
Mi 40 cumpleaños no estaba planteado así. Tengo muy buen equipo y también son un poco Satán. Decidieron que me iban a organizar una fiesta, pero lo que no sabía es que sería con todos los sponsors con los que trabajamos. Después se unió Netflix y aquello era jauja. Hubo un momento en el que, me lo estaba pasando genial y me había tomado tres copas de champagne y, tenía 14 cámaras alrededor. Entonces miré a la subdirectora, me convertí en la niña del exorcista y le dije que se acabó. Era mi momento y no lo estaba disfrutando. Yo tengo la suerte de que ahora tengo una pareja que acepta bien mi vida. Para él es un suplicio, pero he salido con chicos que no lo aguantaban. Pero hay que ponerlo todo en una balanza. Hay amigos que no quieren salir y los editamos. Pude celebrar mi fiesta en un palacio increíble, me prestaron un vestido alucinante, Ramón Freixa me hizo la cena, me salió todo gratis...
¿Puede ser La Marquesa el inicio de un reality con tu familia tipo 'Las Kardashians'?
Hace ya como veinte años, mi hermana Chabeli dijo que tendríamos que hacer un reality sobre nuestra familia. Si lo hubiéramos hecho entonces, otro gallo cantaría. Ahora tendríamos más casas, más barcos, más aviones. ¡Quién sabe! Pero lo que nosotros hacemos es distinto. No sé dónde nos llevará. Ha sido una experiencia preciosa y muy verdadera. Pero igual esto no le gusta a nadie.
Ha habido gente que me ha pedido perdón por haberme prejuzgado.
¿Te preocupa la repercusión que pueda tener? ¿Las críticas? ¿Que pueda haber mofa?
Prefiero poco público y bueno. Bueno, mucho y bueno. En cuanto a la mofa, yo soy la primera que sabe reírse de sí misma. La vida sin humor yo no la entiendo. El humor me sirve para todo. Pero sí que es verdad que creo que hemos hecho un esfuerzo porque sea algo consentido y con valores. Todo el equipo lo teníamos súper claro. No queríamos que fuera un show sin sentido. Para mí los valores son importantes, la cultura del esfuerzo. Ese menú no ha salido de la nada. No me he ganado el título de chef peinándome. Cuando hemos estado en este proyecto, hemos estado los siete días. Y el rodaje ha durado tres meses. Pero, vale la pena. El director me contó un día una anécdota. Trabajaba para unos especiales de navidad en Argentina y le dijo a su director que eso no lo iba a ver nadie, que por qué lo hacían. Y le contestó que hay gente muy sola y que de repente, si hay alguien navidad que lo va a estar viendo y le alegras el día, te tiene que valer. Si el 4 de agosto está solo y lo ve, con eso nos vale.
Consideras que en España se tiene una imagen equivocada de ti. ¿Has querido desterrar esa imagen con esa cultura del esfuerzo?
La frivolidad a veces es totalmente necesaria, necesitas un respiro de la vida. No puedes vivir siendo frívolo, obviamente. Vivo de la forma que creo coherente y con mi verdad me vale. Lo que piense la gente me da igual.
¿Cambió 'MasterChef' la imagen que se tenía de ti? ¿Eres consciente de ello?
Sí, lo soy. Por las redes sociales. Ha habido gente que me ha pedido perdón por haberme prejuzgado. No era tan consciente de lo mucho que me prejuzgaban. Pero creo que no puedes vivir pensando en lo que la otra gente piensa de ti. De hecho, en mi perfil borro los comentarios que son nocivos porque es mi comunidad. No quiero a esa gente, no tengo interés en tener a haters en mi comunidad. A veces son mis propios fans lo que les echan. ¿Para qué se meten ahí? ¿Para qué pierden el tiempo? ¿Cuánto odio tienes que tener para meterte en el perfil de alguien y escribir algo así? Ya gente que me sigue no merece leer esas barbaridades.