Eurovisión 2023 no podrá celebrarse en Ucrania debido a la invasión rusa que desde hace cinco meses asola el país. Con la elección de Reino Unido como nación que acoja la próxima edición, el Festival se aleja físicamente de la guerra, pero pocas dudas caben de que esta contienda volverá a estar muy presente en el escenario del certamen, demostrándose una vez más que Eurovisión no es un concurso ajeno a la política ni debería pretender serlo.
Tal y como se ha anunciado, la 67ª edición del Festival de Eurovisión será un claro homenaje a Ucrania pese a no poder celebrarse en ese país. De hecho, la BBC trabajará conjuntamente con la televisión pública ucraniana, UA:PBC, para que el show del próximo año incluya "elementos ucranianos" en honor al país ganador del año pasado, unas "circunstancias únicas" que también reflejará el logo del certamen.
Está por ver cómo se materializa en un festival esa simbiosis entre la esencia británica y el homenaje a Ucrania. No obstante, lo que sí está claro es que Eurovisión 2023 será una edición cargada de simbolismo en la que Europa volverá a clamar contra la cruenta invasión de una Rusia que, con toda probabilidad, volverá a estar vetada del evento.
Si de algo ha servido este acontecimiento histórico -centrándonos en el interés eurovisivo- es para confirmar que Eurovisión es inherente a la política. Por mucho que el certamen haya tratado de desvincularse de la misma, su nacimiento en sí fue un acto político y su historia está repleta de ejemplos que desmontan el argumento de que la política no interviene en Eurovisión.
Por más que la UER se esfuerce en que en el Festival prime lo estrictamente musical, el contexto sociopolítico es un factor que siempre está presente en el longevo concurso. Las dos últimas victorias de Ucrania, la de 2016 y la de 2022, son el mejor ejemplo de que la política, sin perjuicio del resto de elementos que influyen en el certamen, puede ser clave a la hora de que una delegación obtenga el micrófono de cristal.
Mucha gente se pregunta si Kalush Orchestra habría ganado Eurovisión 2022 si Ucrania no hubiera estado invadida por tropas rusas desde febrero. Pero esa no es la cuestión, lo único tangible es que la guerra de Putin asola al país vecino de Rusia y que, con sus votos, el público europeo decidió darle la victoria a Ucrania para enviar un mensaje de solidaridad que, por mucho que se empeñen en desacreditar, también forma parte de la esencia de Eurovisión.
De aquellos barros estos lodos. Los mismos que clamaban contra lo que consideran una injusta victoria de Ucrania ahora censuran que el país ganador pase directamente a la final del certamen que tendrá lugar en Reino Unido. "Volverá a ganar por pena", dicen esas voces, que quizá prefieren que un certamen que promueve los valores europeos de paz, fraternidad y libertad dé la espalda a un país invadido.
Si Ucrania volverá o no a ganar Eurovisión el año que viene es un misterio que, digan lo que digan los oráculos eurovisivos, nadie podrá resolver hasta mayo. Lo que sí parece evidente es que la próxima edición del Festival será un homenaje europeo al país y lanzará un mensaje de unidad contra la barbarie, contribuyendo así a reforzar un relato político que, guste o no, forma parte de la naturaleza de Eurovisión.