El día de ayer fue un día de emociones. No solo era la vuelta de Ana Rosa Quintana a la televisión, a su programa. Era la vuelta de una compañera, de una colega. De hecho, los allí acreditados no estaban solo por lo que pudiera decir noticiable, sino para darle su apoyo más personal.
No era para menos. Y es que su vuelta al trabajo es el de una persona que ha podido volver a su día a día laboral. Algo que tantas y tantas no han podido hacer. Solo por eso y, aunque se pueda estar en las antípodas ideológicas, es motivo de alegría.
Pero, además, era la vuelta de una profesional que siempre ha tratado con respeto y cariño a sus compañeros. Nunca ha dado un 'no' por respuesta cuando se le ha pedido participar en algún especial o dar una declaración sobre algún tema.
[Ana Rosa Quintana: "El programa hacía tan buena audiencia que pensaba que para qué volver"]
Y, por si fuera poco, en las distancias cortas, Quintana ha seguido siendo de lo más cercana, opinando de aquello y de esto, y sacando a relucir su vena más irónica. Nunca ha habido un corrillo con ella en el que los que allí hayan estado se hayan sentido desplazados.
No quiso faltar nadie, de fuera y de dentro. Directores de revistas del corazón, redactores, reporteros, cámaras… Y, por supuesto, directivos de la casa como Mariano Blanco (director de programas de actualidad), Manuel Villanueva (director de Contenidos), Leonardo Baltanás (director de división de producción) o el mismísimo consejero delegado de Mediaset España, Paolo Vasile.
De hecho, en su entrada al plató del programa Fiesta, el lugar donde estaba teniendo lugar la rueda de prensa, se produjo el momento más emotivo de la tarde. El italiano, que ha estado pendiente de la salud de su estrella de manera diaria, no conseguía contener las lágrimas y, tras un breve saludo, se marchaba a toda prisa.
Una vez más, lejos de esa figura de gladiador inquebrantable a la que tiene acostumbrado al sector, el de Roma volvía a mostrar su lado más humano con una enfermedad que le ha tocado muy de cerca. Una emoción que ya mostró en su día al hablar de Un monstruo viene a verme.
Vuelta a la normalidad
Era un día histórico porque, como decía un compañero, la vuelta de Quintana era la vuelta a esa normalidad que nos había arrebatado el COVID. A unos les gustará más o menos su vuelta. Pero es sinónimo de que la vida sigue.
Pero, además, esa comunión que se creó en el plató también venía a demostrar que todavía puede haber esperanza en un país tan polarizado en el que unos y otros se sientan a debatir e incluso discutir con una cerveza en la mano.
En la actualidad, pocas periodistas quedan en la televisión de la edad de Quintana que se mantengan en primera línea de fuego. Por eso, cuando ayer ella misma se sorprendía al ver el recibimiento que había tenido, la respuesta era más que evidente.
Bienvenida, Ana.