Mentiría si dijese que, cuando el pasado lunes 26 de octubre se anunciaron los Premios Ondas 2022, sentí una especial alegría por el galardón a Elena Rivera porque era el triunfo merecido de la humildad, de la profesionalidad, del esfuerzo, de toda una generación tan castigada por crisis y pandemias.
Porque Elena es eso y mucho más. Elena es la chica modesta y con los pies en la tierra que ha ido labrando su carrera poco a poco y desde abajo. Y siempre sin dejarse llevar por los fáciles cantos de sirena de la fama. Siempre siendo muy consciente de dónde viene y a dónde quiere llegar.
Con apenas trece años, esta zaragozana de treinta años se hacía los 320 kilómetros que separaban Madrid de la capital de Aragón para meterse en la piel de la pequeña Karina en Cuéntame cómo pasó. Ya había probado suerte en televisión apareciendo en programas como Menudas estrellas, pero ésta sería su gran oportunidad.
Y la supo aprovechar. ¡Vaya que si supo! Y es que, como una esponjita, se empapó de los mejores intérpretes que formaban parte de esa gran serie, supo sentarse a escuchar con fascinación los consejos de una grande de la interpretación como Alicia Hermida, porque en esta vida no hay nada mejor que dejarse aconsejar por la experiencia, por gente que ha vivido, que ha reído, que ha llorado. Y así, poco a poco, se fue convirtiendo en la gran actriz que es hoy en día.
Pero, a la par, consciente de dónde venía, consecuente con la educación que había recibido en casa, Rivera quiso estudiar magisterio para tener un plan b en la vida si eso tan loco de la interpretación no daba sus frutos. Y así empezó a compaginar sus largas sesiones de rodaje con los apuntes de la carrera, las hojas y hojas de texto con las prácticas en colegios, los fines de semana subida en el escenario de un teatro con los días de entre semana con pequeños a los que formar.
Ese plan b no ha hecho falta, pero sí ha ayudado a construir una mejor profesional, una mejor persona. Porque, aunque ella sí puede decir que es una estrella a la que reconocen por la calle porque nunca ha dado la espalda a la televisión en abierto y, ésta es la que crea estrellas, siempre ha llevado la sencillez por bandera.
El Premio Ondas no es solo a su carrera, sino también a una forma de ser, a una forma de entender la profesión, a toda una generación que ha peleado por sus sueños. Un premio para el que no ha necesitado campañas de marketing sino simplemente ser ella misma. Lógico que hubiera unanimidad en el jurado.
Y esto solo acaba de empezar. Estoy seguro de que la vida le tiene preparados muchos más premios y alegrías. Los disfrutará, los disfrutaremos. Porque todos habremos salido ganando con los triunfos de aquella niña que un día se subió a un escenario con ocho años para meterse en la piel de Paloma San Basilio y que, con sus brillantes interpretaciones, consigue que durante unos minutos digamos a nuestros problemas adiós.