Si existe una profesional de la televisión que tiene motivos para sentirse orgullosa, satisfecha y realizada, muy especialmente en estos momentos de vinos y rosas, ésa es Sonsoles Ónega (44 años).
Valiente y aguerrida, la hija del emblemático Fernando Ónega (75) ha conseguido, con tesón y mucho esfuerzo, no sólo que se la reconozca en el gremio como Sonsoles, a secas -sin su célebre apellido-, sino que ha sabido hacerse un hueco en las complicadas tardes de Antena 3 con su Y ahora Sonsoles.
El reto no era baladí: su programa se enfrentaba de pleno al -cada vez menos- todopoderoso Sálvame. Cuando se fue de Telecinco para Antena 3, lo confieso, fuimos varios los que pensamos que iba a repetir aquella aciaga e infausta decisión que tomó María Teresa Campos (81). Incluso hubo quien llegó a vaticinar su retorno a Mediaset. Qué equivocados estábamos: Sonsoles ha demostrado que se puede, y de qué manera.
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El estreno de Y ahora Sonsoles fue bueno, fantástico, pero, como todos los estrenos, hubo mucho de espejismo: lo real vendría después, en el día a día, cuando la novedad se desinflase. Ónega conoce bien el brilli brilli y el confeti, pero también lo que viene después. Por eso, aseguró el día después del apoteósico estreno: "Ahora, trabajo, trabajo, trabajo". Y siguen trabajando, a su manera y modo. Es un programa diferente, fresco, novedoso.
Sería un error verlo como un Sálvame y toda crítica sería, de entrada, injusta, porque Antena 3 lleva muchos años sin un directo en sus tardes. Por no hablar de que la última vez que se abordaron temas de corazón estaba en emisión ¿Dónde estás, corazón? Por tanto, piano, piano: se merecen margen de error y mejora. Quitar y poner de aquí y de allá.
Con esto quiero decir que Antena 3 está haciendo el programa que le pega y que casa con su línea editorial y personalidad. Según puede confirmar BLUPER, ni hay ni habrá temáticas, en su sección rosa, como el caso Rocío Carrasco (45). Ni siquiera para darle voz a la otra parte. No se habla, ni para un lado ni para el otro.
Y ahora Sonsoles está, pues, en otra cosa y menesteres. Sus objetivos son otros, y no les debe ir tan mal en su ejecución cuando Sálvame ya lo ve una clara amenaza. El programa de Sonsoles ha llegado para quedarse y en Mediaset hay tensión, incertidumbre. Sálvame va cuesta abajo y sin frenos -salvo alguna tarde que otra- y se cree que ya es hora de dejarlo descansar. Es un formato que ha dado muchas alegrías y me da la sensación que lo están dejando agonizar.
Otra explicación no le veo al hecho de que este miércoles, 2 de noviembre de 2022, se quitara a las 19 horas el programa para estrenar la telenovela Café con aroma de mujer. Sí, esa ficción que lleva siglos en plataformas como Netflix y que, salvo algún despistado que otro, o mi abuela, ha visto todo Dios. Colocan la serie, fijaos qué ojo tiene últimamente Telecinco -sobre todo desde que Paolo Vasile (69) anunció su adiós- no sólo frente a Sonsoles, ¡también lo plantan contra Pasapalabra!
¡Creyendo que harían daño, cuando lo que han hecho es el ridículo más vergonzante! Claro está, 9,5 de cuota de pantalla es el resultado, y mucho me parece, aquí entre nosotros. Pero esperen, que resulta que Mediaset no se queda ahí: tiene claro que las ficciones son su solución. La cadena de Fuencarral prepara una serie española diaria, llamada 7 de marzo, la cual se encuentra en fase de casting, para las tardes, según El televisero.
Esta ficción, siempre según el citado medio, desea ocupar el lugar de Sálvame. Vamos, comérselo, cargárselo. A mí, que tan bien me lo he pasado con Telecinco, me da mucha pena la honda crisis en la que se encuentra sumida la cadena. Se nota que, salvo las mañanas, que van solas con AR, están dando palos de ciego. No saben qué hacer y con qué atinar. Antena 3, que parecía la hermana tonta, gris y sin sal, ha dicho 'aquí estoy yo', y los ha hecho temblar.
Dicen que Telecinco tiene un as en su manga, pero a mí me da un poco la risa: se confía mucho en Christian Gálvez (42), que aterrizará próximamente, según lo publicado, diariamente de 20 a 21 horas.
Haciéndole resistencia, o intentándolo, a Pasapalabra, ese caramelo que antes era suyo y una buena mañana la cadena triste que ahora está más alegre que nunca, se lo arrebató para siempre. Lo digo siempre que tengo ocasión: Gálvez tendría que haberse ido a la competencia y dejarse a un lado la absurda lealtad. Ahora es tarde, señora. Sea como fuere, estamos viviendo un momento televisivo único en España y sí: la televisión, como la vida, es cíclica.