"Estoy encantado de que la cadena, Telemadrid, haya apostado por mí y me haya visto en este registro. No es lo mismo colaborar que llevar un programa tú solo. En otros programas tienes apoyo, ahora es diferente", aseguró hace unos días, con la ilusión y los nervios en ebullición, el periodista y flamante presentador Antonio Rossi (42 años) en conversación con EL ESPAÑOL, a escasas horas de estrenar su primer programa en Telemadrid, La vida en rosa.
Su debut como conductor audiovisual. Su gran apuesta. El regalazo a cualquier profesional de la televisión que se precie. Antonio tiene estrella y va a demostrarlo. Vaya por delante que a mí Antonio Rossi me cae muy bien, como periodista de crónica social y colaborador. Intuyo que también me arrebataría como persona, en el caso de que tuviera la oportunidad de conocerlo. Se lo ve un tipo interesante, culto, trabajador y, sobre todo, riguroso y tenaz en su trabajo.
Telemadrid ha cumplido su sueño y lo ha hecho apostando a lo grande. Ahí la prueba: se enfrenta, durante media hora, al programa de Telecinco Socialité, presentado por su compañera María Patiño (51). ¡Quién dijo miedo!
Verdad es que ambos espacios tratan temas de corazón; verdad también es que Socialité impone porque lleva más tiempo y está más que asentado en la parrilla; verdad es que sacar cabeza a las 13:30 horas de un domingo en una cadena autonómica como Telemadrid es tarea ardua.
Todo eso es verdad, sí, pero Rossi no quiere ser Patiño. Dios lo libre. Rossi no desea copiar el formato de Socialité. Cada uno en su sitio, juntos pero no revueltos. La vida en rosa no es Socialité: es corazón, pero de otro modo. Telemadrid, pues, no quiere hacer el corazón que hace Telecinco, porque para eso está Telecinco y nadie como ella, como la cadena de Fuencarral, para hacer eso que llaman corazón.
No, Antonio Rossi, Telemadrid, los mandamases tenían claro que ellos querían diferenciarse. Basta con ver tres minutos de La vida en rosa para darse uno cuenta cabal de que la estructura del programa recuerda, irremediablemente, a otro, mítico y emblemático, una institución, casi, en TVE: Corazón. Parece que no es casualidad que el espectador se vea en dicha evocación: Telemadrid buscaba acercarse a la fórmula mágica de Anne Igartiburu (53).
Qué buen ojo querer convertir a Antonio Rossi en el nuevo Anne Igartiburu de Telemadrid. Me juego varias extremidades de mi cuerpo a que lo conseguirán. Rossi es un veterano del corazón a sus 42 años: ha hecho casi de todo en televisión, por su orden y en casi todas las cadenas. Su saber hacer, su rigor, sus fuentes y, en definitiva, su prestigio lo han convertido en uno de los profesionales de la crónica social más reconocidos y respetados del país.
Conoce, además, los engranajes de la tele y el funcionamiento de los programas de corte rosa. No en vano, ha sido pupilo de dos grandes de la comunicación de este país, María Teresa Campos (81) y Ana Rosa Quintana (66). Con ésta última continúa en las mañanas de Telecinco al frente de AR. En esta profesión tan compleja como el periodismo de corazón, donde hay que lidiar con algo tan escurridizo de domar como el ego y la dependencia de foco, Antonio se ha ganado un respeto.
Habrá por ahí alguien que descarrile, pero me atrevo a aseverar que nadie habla mal de Antonio Rossi, ni siquiera aquellos que no comulgan con sus pensamientos. Dichos todos estos ditirambos, que los siento de verdad y no los expongo por rellenar este artículo con palabras huecas, adentrémonos en materia. La vida en rosa me gusta, pero debe mejorar.
Les cuento cómo va la cosa. Durante media hora, Rossi, de pie, sentado, caminando por el plató, siempre mirando a cámara, da paso a vídeo. En el vídeo se hace un resumen de la vida del famoso en cuestión. Una recopilación de todo lo que ha ocurrido durante la semana. Efectivo para aquel espectador que no ha seguido la crónica rosa de lunes a viernes. Y así, un vídeo con otro. Te pones al día, está claro, pero se hace pelín monótono.
Encuentro que le falta actividad, agilidad, puede que frescura al formato. Y eso, a mis cortas luces, se lo dan, por ejemplo, reporteros propios o entrevistas personales. Conexiones en directo con la redacción, exclusivas... Todo ello, eso sí, a mis cortas luces, que conste. Fíjense que ya no hablo de colaboradores en plató: esa fórmula ya está muy vista.
Pero sí, al programa le falta madurar. También es verdad que, oye, piano piano, que acaba de empezar. Dejémosle respirar, tomar aire. Pese a todo esto, La vida en rosa ha hecho un 8 por ciento de cuota de pantalla. ¡Todo un datazo de estreno! Estoy tan seguro de que el Antonio Rossi presentador ha llegado para quedarse que profetizo que La vida en rosa llegará a los dos dígitos muy pronto.
Sé que Rossi hará que muchos se reconcilien con esa profesión -el corazón- tan bonita, y que muchos han desvirtuado zafiamente. Porque en el corazón también hay rigor; porque todas las profesiones, los trabajos, se pueden hacer bien, mal o regular.
"Me da igual hablar de Pedro Sánchez (50), Pablo Iglesias (44) o Yolanda Díaz (51). El sujeto, verbo y predicado es el mismo, sólo cambian los nombres. Trabajo con la misma rigurosidad y seriedad, e intentando confirmar mis informaciones, pero en lugar de llamar a Moncloa, yo llamo a Esther Doña (44). Somos igual de válidos", sostuvo Rossi en su charla con EL ESPAÑOL. Amén. Largo recorrido a La vida en rosa.