Hace unas semanas aterrizó en Telecinco la serie Escándalo: Relato de una obsesión. Esta ficción nació con polémica, pues algunos veían en ella una forma de romantizar la pederastia, pues la acción gira alrededor de la relación de una mujer madura con un adolescente de 15 años. Solo hizo falta ver el primer episodio para comprobar que allí de romántico no había nada. Que es una historia sucia, destructiva, tóxica, en la que el personaje de Inés (Alexandra Jiménez) se aferra a Hugo (Fernando Línez) como única manera de seguir viva, de seguir flotando en ese mar al que entró dispuesta a quitarse la vida.
El personaje de Inés es complejo, y cuesta imaginar otra actriz que no sea Alexandra Jiménez para meterse en su piel. La zaragozana está espectacular como esta madre y esposa atrapada en un hogar donde ni se le quiere ni se le respeta, en la que está sufriendo una violencia de la que ni siquiera sabe darse cuenta. Es el hazmerreír de su marido, de su hija, hasta su mejor amiga le está clavando puñales por la espalda sin que ella se cosque de nada (hasta que se cosca y da un puñetazo en la mesa).
Escándalo (que hoy adelanta su emisión a las 22:00 horas) es una serie incómoda. Inés está atrapada en unas arenas movedizas que la hundirían poco a poco, pero es que ella encima agita los brazos para hacerlo todavía más difícil. Se mete en jardines que, como espectador, te hacen llevarte las manos a la cabeza y preguntarte que a qué está jugando, que cómo se le ocurre. Que cómo se puede casar con el padre del chico con el que se acuesta solo para tenerle cerca, o que cómo puede dejar morir a ese mismo hombre por la misma razón, que no le separen de Hugo.
Sus comportamientos son irracionales, pero el trabajo de Alexandra Jiménez permite que parezca que dentro de su cabeza todo tiene sentido. Su Inés está sumida en un viaje al más personal de los infiernos, una perdedora que ya no tiene nada que ganar ni que perder, excepto a Hugo. Y ni siquiera está segura de poder retenerlo a su lado, por más que se ponga la soga al cuello por estar a su lado. Sus emociones suben y bajan, y tan pronto puede parecer una víctima que se torna verdugo, su existencia es una montaña rusa constante.
Jiménez nos está vendiendo un drama, una obsesión sexual que de belleza no tiene un pelo. Su personaje es sucio, grotesco, pero sin caer en la caricatura. Una mujer que ha sido toda la vida una desgraciada, hasta que ya superado los 40 creyó perder las ganas de vivir. Pero que realmente no quería morirse, por más que tuviese un intento de suicidio, y se agarró al primer muchacho que vio como motivo para seguir levantándose cada mañana. Para estar con Hugo tiene que meterse en la boca del lobo día sí, día también, y eso le permite sentirse viva, jugando las cartas que tiene, incluidas las de debajo de la manga, en una partida que ya daba por acabada y a ella como la única perdedora.
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En las últimas temporadas de premio la televisión en abierto no suele salir demasiado bien parada, pues la mayoría de los ojos se suelen ir hacia las plataformas. Esperemos, sin embargo, que con Escándalo: relato de una obsesión haya excepciones. Y es que Alexandra se merecería más de una nominación y de un galardón por su Inés. Esa que es capaz de matar (o de dejar morir), la que miente más que habla porque ya no sabe cuál es su verdad, la que esta noche tendrá que rendir cuentas por haberle destrozado el matrimonio y la carrera a un político conservador solo para no ser la única que sufre.