En Sálvame todos los colaboradores se ven expuestos en el centro de la diana de forma más o menos periódica. Hasta Kiko Hernández, que siempre parecía protegido, ha recibido caña por parte del programa, por su relación especial con el actor y director Fran Antón. Pero pocos trabajadores del magacín que produce La Fábrica de la Tele son tratados con la misma crudeza que Lydia Lozano, que ayer volvió a pasar una de sus peores tardes, y eso que ni siquiera estaba presente en el plató.
A raíz de la noticia del after de Madrid en el que se encontraba Froilán, el programa llevó a una persona, cuya identidad no se reveló, y apareció oculto por una máscara. El invitado explicó que en ese mismo local, en otros días de la semana, hay un club de intercambio de parejas, y que hay personas de Sálvame que se dejan caer por allí por asiduidad. Así, se puso sobre la mesa los nombres de Kiko Jiménez y también de Lydia Lozano.
Lydia acabó teniendo una conversación telefónica con Carmel Alcayde, que fue quien apuntó a su identidad, y se encontraba hecha un mar de lágrimas. Estaban destapando algo que, de ser cierto, pertenecería a su más estricta intimidad, y a la de su pareja, Charly, que no es un personaje público por más que su nombre salga de forma recurrente en el programa de La Fábrica de la Tele. Kiko Hernández incluso metía los dedos en la llaga, hablando de cómo a él le había llegado rumores de que en su pareja se metían terceras personas, como una mujer con la que Lydia, Charly y el propio colaborador habían cenado en alguna ocasión.
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En Sálvame, a veces, gusta dar lecciones de periodismo, sobre cómo hay que contrastar las fuentes y la veracidad de ciertos testimonios. En ese sentido, Lozano criticó que el programa no se hubiese puesto en contacto con ella antes de soltar semejante bomba, pues Jorge Javier Vázquez, el presentador, incluso aseguró que en la pareja “es habitual” visitar este tipo de locales.
Llorando, Lydia pidió que el invitado se quitase la máscara y dijese datos concretos de sus supuestas visitas. Que se pudiera comprobar que lo que estaban diciendo al millón y medio de espectadores que había frente a la pantalla era cierto. Incluso desmintió algunas de las afirmaciones de ese misterioso invitado, pues el hombre dijo que ella habría visitado el local de intercambio cuando estaba recién operada de la espalda.
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Desde casa daba la sensación de que, una vez más, Sálvame quería sacar a Lydia de sus casillas. Porque da show, da juego, tiene las emociones a flor de piel y no sabe permanecer en silencio. Que estaban buscándole las cosquillas un día que no estaba en el plató para que todos los focos estuviesen sobre su persona este jueves, cuando sí estaba convocada, según apuntaron. Falta por ver qué dice ella hoy, si se le cree, y si este contenido sobre parejas liberales se mantiene en el tiempo o si se cierra pronto, como muchas otras tramas del magacín.
Todo apunta a que Lydia va a ser la diana a la que Sálvame lanzará a partir de ahora todos sus dardos, convirtiéndola en un saco de boxeo al que todos pueden golpear. Como cuando intentan actualizar el más que trillado tema de Ylenia Carrisi y Al Bano, algo que le provocó en el pasado problemas de salud, cuando la enfrentan contra Rocío Carrasco o cuando se burlan, día sí, día también, de su metedura de pata con la muerte de Manzanares.
Sin embargo, Sálvame tiene que darse cuenta que está tensando demasiado esta cuerda. Y que un día se puede romper, y ahí el programa tendría mucho que perder. Porque Lydia es un rayo de luz en el programa, la que más juego da, la que siempre rema a favor de obra y baila el chuminero cuando hay que generar espectáculo. Y por eso mismo deberían cuidarla más, aunque sea, solo un poquito más.