En marzo de 2019, TVE estrenaba la serie La Caza. Monteperdido, basada en la novela Monteperdido de Agustín Martínez. El propio autor fue quien la adaptó junto a Luis Moya y Antonio Mercero, y consiguió un buen dato de audiencia. En aquel entonces no pude seguir la serie, y la dejé en la lista de esas que quedan pendientes de ver en algún momento. Cuando llegó el confinamiento en 2020 la ocasión la pintaron calva, y a pesar de estar hecha para disfrutar semana a semana, en solo 48 horas estaba vista a través de RTVE Play, que entonces todavía se llamaba A la carta. Y disfrutada. Mucho. La historia de la sargento Sara Campos (Megan Montaner) y el cabo Víctor Gamero (Alain Fernández), el caso de las dos niñas desaparecidas y todo ese pueblo en el que hasta el más pintado tiene mucho que callar me enamoró.
Precisamente, la pandemia del coronavirus interrumpía la grabación de la segunda temporada de La Caza, que finalmente terminó su rodaje en septiembre de ese 2020 y se estrenaba a inicios de 2021. Si La Caza. Monteperdido era buena, aquel nuevo caso de Campos y Gamero, La Caza. Tramuntana era igual de buena, o puede que incluso más. Y es que la esencia de la serie no es solo resolver un caso y un conflicto amoroso entre personas condenadas a entenderse. De nuevo nos sumergían en un pueblo de esos en los que todo, en apariencia, se conocen. Pero cuyos habitantes, una vez cae la noche, sacan, en algunos casos, las peores versiones de sí mismos, y se alían para saciar sus instintos con los que más difícil tienen su defensa. Los niños.
Hace un par de meses, Telecinco estrenaba la serie Escándalo. Relato de una obsesión, y algunas voces, antes siquiera de ver su primer episodio, pedían que fuese cancelada porque promovía la pederastia, pues se contaba el romance de una mujer madura y un chico de 15 años. Luego comprobamos que en aquel idilio, surgido una noche en la que ella se intenta suicidar, no había romanticismo, sino solo locura. Inés, su protagonista, estaba hundida e improvisaba nuevas fórmulas que le permitiesen salir a flote. Pero nos queda claro que no es una depredadora sexual de menores, simplemente, se aferró a lo que tuvo a mano para seguir viva, nada más.
[No, ‘Escándalo’ no normaliza la pederastia (como ‘La casa de papel’ no incitaba a los atracos)]
En La caza sí se trata el tema de la pederastia, sin anestesia. Ciertos vecinos de los pueblos ficticios de Monteperdido o Tramuntana sí tienen un deseo real hacia los menores de edad, y que mueven todos sus hilos para saciar sus deseos, caiga quien caiga. El monstruo, el cazador, puede ser un vecino medio loco, pero también tu tío, una fiscal de menores, una joven amante de las fiestas. O tu propio padre, ese de cuyo recuerdo no logras escapar.
Esta noche, TVE estrena la tercera temporada de La Caza, con el subtítulo de Guadiana, y traslada la acción hasta Andalucía. De nuevo, Sara Campos y Víctor Gamero tendrán que resolver un caso en el que hay un joven implicado, pero parece que esta vez por separado. Y es que jugarán con una doble línea temporal: por un lado se narrará un caso sucedido años atrás, y que fue el primer crimen que Sara tuvo que resolver en la UCO, y por otro, un nuevo suceso relacionado con aquel, en el que investigarán Gamero y Selva (Félix Gómez). Perdonen que no pueda contarles mucho más de la sinopsis, pero he preferido llegar lo más virgen posible a su puesta de largo, que será a partir de las 22:00 horas en La 1 con un doble episodio.
[TVE estrena ‘La Caza. Guadiana’ el jueves y se lleva ‘Cover Night’ a la noche del sábado]
La cosa promete y mucho. La caza se caracteriza por dar una gran profundidad a sus personajes, ya sean principales o secundarios, y todos tienen mucho que esconder y que callar. Me pregunto desde ya cómo será aquella joven Sara, antes de aclararse las ideas y desterrar para siempre los monstruos de su pasado en Tramuntana y el caso de Can Falgueres. Y particularmente, tengo muchas ganas de reencontrarme con Caridad, ese personaje secundario de lujo al que interpreta Beatriz Carvajal, y que viene a ser el Pepito Grilllo de Sara. Ese personaje que solo ella ve cuando está a solas, y que a través de charlas casi filosóficas le regala las claves de por dónde debería tirar. En las investigaciones, y en su propia vida. Ojalá Caridad se nos apareciese a todos de vez en cuando.