El camino no ha sido fácil. Tras ocho galas en las que participaron 96 candidatos y solo se clasificaron dieciséis y, una nueva criba en la semifinal, diez artistas pelearán esta noche a partir de las 22:45 horas por convertirse en la mejor voz de Madrid en LaLaLa, el talent show de Telemadrid presentado por Silvia Jato y Ricky Merino.
El jurado, Poty Castillo, Lorena Gómez y Daniel Diges, tendrán que seleccionar a uno de ellos como ganador de este programa producido por Backstage Producciones, que conllevará consigo un premio sorpresa.
Un programa en el que tuve la enorme suerte de participar en su octava gala, pudiendo así no sólo conocer de cerca el trabajo de los profesionales que consiguen sacar adelante un programa de estas características, sino también a otros nueve artistas que peleaban por su sueño.
['No sigues en mí': así fue mi camino hasta cantar en el off del Benidorm Fest]
Y digo suerte porque fue un enorme regalo poder vivir la experiencia de escuchar y sentir tan de cerca las historias que había detrás de cada uno de mis nueve compañeros. Artistas que me hicieron ver todos los esfuerzos que se realizan cada día para poder dedicarse al difícil mundo de la música.
Gente realmente admirable cuya forma de vida es esa, la música. Que viven una oportunidad así como algo realmente fundamental ya que es una nueva ventana promocional de cara a posibles nuevos trabajos en orquestas, pubs o festivales. Personas tan valientes que en algunos casos no habían dudado en dejar su trabajo de toda la vida para lanzarse a cumplir el sueño de cantar.
Decía Mónica Naranjo que "si la gente pudiese subirse a un escenario una vez en la vida, lo comprenderían todo". Y no le faltaba razón. Hay que ser muy heroico para plantarse en una televisión delante de tres o cuatro jueces en cuyas manos está tu futuro musical y de los que es difícil de interpretar cualquiera de sus gestos. "¿Qué estarán pensando?", se te pasa durante los tres minutos de actuación.
De ahí que sea inevitable que te entren los nervios y el miedo a desafinar porque eso puede llevar a una valoración que te persiga de por vida, como ha pasado en tantos y tantos casos. Y más si los que están delante son jueces implacables.
No obstante, lo más bonito de estos programa o, al menos en LaLaLa, es el gran compañerismo que existe y la comunión que se crea entre los más veteranos y los más amateurs. Allí no hay rivales sino colegas a los que animar o dar consejos para que no se vengan abajo y salgan con toda su energía al escenario.
Un compañerismo además que no termina cuando se apagan las luces del programa ya que luego no dudan en echarte una mano para promocionar tu música o compartir contigo nuevos castings o propuestas laborales.
Y ni qué decir del equipo del programa y de la productora. Excelentes profesionales que nos trataron con un gran cariño y amabilidad, y que sacaron lo mejor de sí para levantar un programa de una manera realmente artesanal con un presupuesto humilde.
Un gran esfuerzo que hubiera merecido unos mejores resultados de audiencia. Pero, aún así, en LaLaLa pueden estar orgullosos por el trabajo realizado porque han sido servicio público en mayúsculas. Primero por haber dado una gran oportunidad a 96 artistas que pelean cada día por vivir de la música y segundo por haber sido una ventana musical en una autonómica como Telemadrid, que llevaba años sin apostar por ello.